LA FAMILIA SÀNCHEZ - ESPAÑOLES Y COMERCIANTES –
Crónicas de Atlántida – por Wilson Mesa
Dentro de los apellidos pioneros en Atlántida están los Sánchez; así como los Díaz; los Facelli; los Burgueño; López; Laborido; Crisci; Lozano; Mira; Andrada; Alvariza; Forni; Astaldi; Isolini; Gutiérrez; Báez; Laplace; Deana; Cigliuti; Bonaldi; Casaretto; Sebben; Campomori; Hernández; Torres; Barnech; Molinari; Marichal; Ferraro; Fuentes; Pérez; Larrechart; Calabria; Bermúdez; Onesti; Pegorraro; González; y tantas otras familias que se establecieron aquí y en la Estación Atlántida desde los primeros años y contribuyeron al progreso de estos pagos.
Es
posible que se escapen muchos otros apellidos, pero resulta imposible mencionar
a todos. Seguramente ya han aparecido y seguirán apareciendo en otras crónicas.
Tampoco he nombrado a los considerados fundadores, porque
ellos son recordados muy asiduamente y tienen un lugar destacado en la memoria
colectiva siempre.
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En
esta oportunidad voy a intentar la semblanza de una familia pionera, que vino a
vivir y trabajar aquí cuando casi nadie lo hacía en forma permanente: “los SÀNCHEZ”.
Para
poder hacerlo me basaré en los relatos de dos de sus descendientes: la Sra. Martha Sánchez Noboa y el Sr.
Walter Sánchez Hernández, su primo hermano. A ambos los entrevistamos en el año
2011 y de esos encuentros hay registro grabado.
Más
recientemente colaboró con datos complementarios el Sr. Gabriel Terra Sánchez,
que vive en Paraguay.
EL ORIGEN
El primer representante de este apellido que se estableció en Atlántida fue Don Antonio Sánchez Bonilla, un español que vino de la comunidad de Extremadura, Provincia de Cáceres, en el año 1919. Antes había pasado por Buenos Aires, Montevideo, Piriápolis (llegó a trabajar en las obras de Piria), y terminó eligiendo estos parajes canarios para asentarse con parte de su familia.
Porque el extremeño Don Antonio venía con dos de sus
hijos, Juan y Antonio Sánchez Gil, unos mocetones de alrededor de veinte años. En
España quedaron otros dos hijos, junto a su madre.
Don
Antonio compró a “La Territorial Uruguaya S.A.”, unos terrenos en la esquina de
la Calle 11 y Av. Circunvalación; y otros terrenos al final de la calle 11,
entre calle 20 y 18 (la cuadra donde ahora hay una farmacia y una serie de
locales comerciales, incluida la Cerrajería de Andrada).
No
fue de casualidad la elección de estos terrenos, porque la Calle 11 era la
única entrada que había en el Balneario, siendo la continuación del “Camino de
la Playa” (posterior Ruta 11). Sobre esta calle se fueron instalando los
primeros comercios.
Tenemos que ubicarnos en la época en que el primer
Sánchez se asentó por estos lares (1919), con muy pocos habitantes permanentes
y la mayoría de las calles sin terminar su trazado, siendo solo senderos entre
los arenales y los montes de pinos y eucaliptus que iban creciendo lentamente.
Todavía
había grandes zanjones (los “barrancos”) que cerraban el paso de vehículos y
personas, debiéndose transitar por la playa o mediante algunos puentecitos de
madera muy precarios.
El
Atlántida Hotel ya estaba funcionando y se iban levantando las primeras casonas
de la rambla vieja, así como algunas otras, en terrenos un poco más alejados
del agua.
En
ese marco geográfico Don Antonio Sánchez Bonilla comenzó su actividad comercial,
en la esquina de la Calle 11 con la actual Av. Circunvalación, que por ese
entonces apenas si estaba delineada. Eran unas primeras construcciones en las
cuales, -además de la vivienda para él y sus hijos-, inauguró un “hotelito”,
que se llamó “Hotelito Extremadura”, anexando también un comienzo de almacén y
bar, con un servicio de comidas al mediodía, bajo una galería abierta con techo
de chapas.
Más
adelante en el tiempo, se instaló en el frente del comercio un tanque de
combustible para vehículos que funcionaba a manija y con una manguera tal como
se ve en las fotos. Sin duda que fue de los primeros que hubo en Atlántida.
Ya
habían pasado casi nueve años cuando vino de España el tercer hijo, Manuel
Sánchez Gil, el cual había participado en la llamada “guerra de Marruecos”, y a
la sazón tenía 28 años de edad.
Manuel
prontamente se integró al trabajo familiar, no sin algún tropiezo, como el que narraré
a continuación:
EL INDIO SABÀ
Cuenta Martha Sànchez Noboa que cuando la familia supo que Manuel (quien sería su padre) llegaba al puerto de Montevideo, Don Antonio y un amigo lo fueron a buscar en un auto y vueltos a Atlántida lo presentaron a algunos lugareños, conocidos de los Sánchez. Uno de ellos le dijo a Manuel, bromeando: “¿Así que venís de la guerra? ¿eso debe ser peligroso, pero mira que aquí también hay peligros, porque aquí hay indios, que andan armados y si te agarran te degüellan…”.
Manuel
lo tomó como lo que parecía ser, una chanza al recién llegado; y contestó: “¿Así
que hay indios, eh? Y bueno no ha de ser peor que la guerra”. Por ahí quedó el
tema.
Pero pasados unos días el padre mandó a Manuel que llevara
el caballo percherón, que tiraba del carro del reparto, para que pastara en el
monte hacia el lado de la playa, a una cuadra del “hotelito”.
Manuel
estaba por atar el caballo entre los árboles, todavía de poca altura, cuando
vio venir hacia él a un hombrecito con un machete en la mano y revólver al
cinto que le gritaba y hacía señas raras. A Manuel no le dieron las piernas
para volver corriendo a la casa. Lo vieron pálido y agitado y le preguntaron qué
le pasaba. Entonces alcanzó apenas a decir: “¡El indio, el indio, me viene
persiguiendo!”.
En
ese momento entró el supuesto perseguidor detrás de él y al verlo al lado de su
hermano Antonio con quien lo había confundido, gritó “¡Ah, pero vos no sos
Antonio!”. Lo que había querido era saludarlo de lejos en el monte, pero con un
grito que había helado la sangre de Manuel.
El
tal “indio” se llamaba Sabá; un hombre ya bastante mayor, del cual todos decían
que era descendiente directo de indígenas. De piel oscura, pelo chuzo, enjuto,
bajito y con una barbita larga en la pera. Sabá siempre andaba armado, porque
era el ayudante de Anselmo López, quien trabajaba para “La Territorial” como
una especie de policía guardabosques. Ellos dos juntos, o por separado,
recorrían a caballo la costa y los montes plantados unos años antes.
El
susto de Manuel cuando se encontró con Sabá fue algo que nunca olvidó y que
pasó a ser una anécdota de toda la familia.
“LA PROVISIÒN Y RECREO”
Alrededor del año1930 se inició el segundo emprendimiento comercial de la familia Sánchez, esta vez en los terrenos del centro; allí abrió sus puertas la “Provisión y Recreo”, de Sánchez Hnos. Este negocio estuvo a cargo de los hermanos, Juan, Antonio y Manuel. El primero ya se había casado y los otros andaban también por formar familia.
Al
mismo tiempo los Sánchez seguían manteniendo en actividad el “Hotelito
Extremadura” con sus servicios anexos, de provisión, comidas y expendio de
nafta.
En un principio no había aquí muchos comercios que
proveyeran alimentos, más bien que lo esencial provenía del “Pueblito de La
Estación”: el pan, la leche, la carne, las verduras y frutas, eran traídas en
carros primero y después en camioncitos, por los proveedores que repartían a
los hoteles, a las casas de familia y a los almacenes.
Las
familias tenían vacaciones de verano de tres meses completos y la actividad de
los comercios y proveedores en ese período era muy intensa.
El Almacén de Sànchez Hnos. (el del centro) se
distinguía por tener una oferta de productos importados que no eran muy comunes
por aquí y en aquella época, (jamón serrano, fiambres italianos, aceitunas,
aceite de oliva, quesos, bebidas alcohólicas, etc.) los cuales hacían conocer a
las familias que venían en diciembre a sus casas de veraneo, llevando un cajón
chico con sus productos más exclusivos a cada lugar, para que supieran lo que
podían encontrar en el comercio. A partir de esa “muestra” se hacían los
pedidos diarios que eran repartidos a domicilio y se pagaba a fin de mes,
mediante el sistema de “libreta”.
Cuentan
que venían familias argentinas, inglesas, alemanas, y “criollas”, todas de un
nivel económico muy alto, las cuales, además de ser numerosas de por sí, traían
un “ejército” de personal doméstico: gobernanta, mucamas, cocinera, niñera,
chofer, y en algunos casos hasta institutriz para los niños y jóvenes. Esto hacía
que el consumo de alimentos por hogar fuera muy importante. La señora de la
casa era quien pagaba a fin de mes luego de controlar la “libreta”.
Pero
quien encargaba los pedidos era generalmente la gobernanta, de acuerdo a lo que
la cocinera y los demás integrantes del personal necesitaran para su función.
LAS “PREÑADAS” – Una anécdota
Cuenta Martha Sánchez Noboa, que se acostumbraba llamar “preñada” a un tipo de colación que se hacía abriendo un pancito y poniéndole dentro fiambres, queso y alguna cosa más.
Era
costumbre que los niños de las familias que venían a vacacionar salieran a
jugar a la calle, andar en bicicleta, etc. y cuando tenían hambre se allegaban
al Almacén de Sánchez y pedían algo para comer, sabiendo que eso era anotado en
la “libreta” de la casa. Lo más pedido eran los populares refrigerios, a los
que Manuel Sánchez llamaba “preñadas”. Al parecer uno de los niños, hijo del Dr.
Dighiero, -famoso cardiólogo uruguayo que tenía su casona en la rambla- era muy
aficionado a ellas. Y en la “libreta” de la familia aparecía anotado
reiteradamente el gasto de “una preñada”. La señora de Dighiero un día preguntó
qué era aquello que le estaban cobrando y Manuel Sánchez se apresuró a aclarar de
qué se trataba. En su Extremadura natal se llamaba así a lo que los uruguayos
llamamos comúnmente “refuerzos”, y en otros ambientes se le llama
eufemísticamente “sándwiches”.
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UNA CURIOSIDAD – Si se observan las fotos con atención se puede ver
que en la cartelería de los dos comercios se ha cambiado una letra Z por la S
(Estremadura y Sánches), no se sabe si por error de los pintores de letras, o
porque nadie sabía muy bien cómo se escribían esos nombres.
LA FAMILIA SE FUE AGRANDANDO
En el año 1934 se construyó al lado del “Hotelito Extremadura” la casa en la cual pasó a vivir Manuel Sánchez Gil, con su esposa Manuela Noboa, padres de Martha Sánchez Noboa, que nació en 1936. Dicha vivienda se encuentra aún sobre la Calle 11 (junto a la agencia de COPSA), y tiene en el frente un árbol de Olivo que, a esta altura, ya debe ser casi centenario.
A
su vez, Antonio Sánchez Gil se casó con María Rosa Pérez Burmida, y fueron los padres de María Josefa Sánchez Pérez (Pepa) y de Sergio Sánchez
Pérez.
Juan
Sánchez Gil, por su parte se casó en 1929 con Tomasa Hernández. Fueron padres
de Elba y Walter Sánchez Hernández. Aquí aparece una curiosa coincidencia en el
ramo de la educación pública, que vale la pena mencionar. Porque Tomasa
Hernández era hija de Atanasio Hernández, en cuya casa de la zona de La
Chinchilla nacieron dos Escuelas en distintos momentos: la Escuela Nº 75 de
Estación Atlántida (1923) y la Escuela Nº128 de La Palmita (1934). Ambas
tuvieron sus locales propios mucho después y bastante alejadas de ese lugar
inicial.
A
su vez, los nietos de Atanasio, Elba y Walter Sánchez Hernández, fueron los dos
primeros alumnos inscriptos en la Escuela Nº 146 de Atlántida, cuando esta se
hizo oficial (en 1941), tal como consta en el primer Libro de Matrícula, (que hemos
visto). A eso se suma que Juan Sánchez Gil, el padre de ambos, fue el primer
presidente de la Comisión de Fomento de dicho centro escolar. El compromiso de
la familia con la Escuela Pública era evidente.
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Por
supuesto que el árbol familiar se siguió ramificando, y hoy día hay muchos
descendientes directos de aquel tronco que nació con Don Antonio Sánchez
Bonilla, en 1919. Resulta imposible nombrarlos a todos para respetar la
extensión de esta crónica, pero queda iniciada la historia de esta familia
pionera para quien desee continuarla.
Wilson Mesa, febrero 2021
FUENTES de INFORMACIÒN -
Entrevistas grabadas a Martha Sánchez Noboa y Walter Sánchez
Hernández, realizadas por Olga Pìriz de Recoba, Arinda González Bo, y el
suscrito, en el año 2011.
Libro – “Atlántida
Centenaria – Guía Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda González Bo..
Libro – “Atlántida: historia, imágenes y
personalidades, a cien años de su creación”, de Federico Bonsignore Caro.
Se agradece especialmente el aporte de algunos datos
familiares, por parte de Gabriel Terra Sánchez.
Artículo publicado en la Revista CENTRO Nº 138 - marzo 2021.
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