13/3/21

LA FAMILIA SÀNCHEZ - ESPAÑOLES Y COMERCIANTES


LA FAMILIA SÀNCHEZ  - ESPAÑOLES Y COMERCIANTES – 

Crónicas de Atlántida – por Wilson Mesa

Dentro de los apellidos pioneros en Atlántida están los Sánchez; así como los Díaz; los Facelli; los Burgueño; López; Laborido; Crisci; Lozano; Mira; Andrada; Alvariza; Forni; Astaldi; Isolini; Gutiérrez; Báez; Laplace; Deana; Cigliuti; Bonaldi; Casaretto; Sebben; Campomori; Hernández; Torres; Barnech; Molinari; Marichal; Ferraro; Fuentes; Pérez; Larrechart; Calabria; Bermúdez; Onesti; Pegorraro; González; y tantas otras familias que se establecieron aquí y en la Estación Atlántida desde los primeros años y contribuyeron al progreso de estos pagos.

Es posible que se escapen muchos otros apellidos, pero resulta imposible mencionar a todos. Seguramente ya han aparecido y seguirán apareciendo en otras crónicas.

Tampoco he nombrado a los considerados fundadores, porque ellos son recordados muy asiduamente y tienen un lugar destacado en la memoria colectiva siempre.

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En esta oportunidad voy a intentar la semblanza de una familia pionera, que vino a vivir y trabajar aquí cuando casi nadie lo hacía en forma permanente: “los SÀNCHEZ”.

Para poder hacerlo me basaré en los relatos de dos de sus descendientes: la Sra. Martha Sánchez Noboa y el Sr. Walter Sánchez Hernández, su primo hermano. A ambos los entrevistamos en el año 2011 y de esos encuentros hay registro grabado.

Más recientemente colaboró con datos complementarios el Sr. Gabriel Terra Sánchez, que vive en Paraguay.

EL  ORIGEN

 El primer representante de este apellido que se estableció en Atlántida fue Don Antonio Sánchez Bonilla, un español que vino de la comunidad de Extremadura, Provincia de Cáceres, en el año 1919. Antes había pasado por Buenos Aires, Montevideo, Piriápolis (llegó a trabajar en las obras de Piria), y terminó eligiendo estos parajes canarios para asentarse con parte de su familia.

Porque el extremeño Don Antonio venía con dos de sus hijos, Juan y Antonio Sánchez Gil, unos mocetones de alrededor de veinte años. En España quedaron otros dos hijos, junto a su madre.

Don Antonio compró a “La Territorial Uruguaya S.A.”, unos terrenos en la esquina de la Calle 11 y Av. Circunvalación; y otros terrenos al final de la calle 11, entre calle 20 y 18 (la cuadra donde ahora hay una farmacia y una serie de locales comerciales, incluida la Cerrajería de Andrada).

No fue de casualidad la elección de estos terrenos, porque la Calle 11 era la única entrada que había en el Balneario, siendo la continuación del “Camino de la Playa” (posterior Ruta 11). Sobre esta calle se fueron instalando los primeros comercios.

Tenemos que ubicarnos en la época en que el primer Sánchez se asentó por estos lares (1919), con muy pocos habitantes permanentes y la mayoría de las calles sin terminar su trazado, siendo solo senderos entre los arenales y los montes de pinos y eucaliptus que iban creciendo lentamente.

Todavía había grandes zanjones (los “barrancos”) que cerraban el paso de vehículos y personas, debiéndose transitar por la playa o mediante algunos puentecitos de madera muy precarios.

El Atlántida Hotel ya estaba funcionando y se iban levantando las primeras casonas de la rambla vieja, así como algunas otras, en terrenos un poco más alejados del agua.


En ese marco geográfico Don Antonio Sánchez Bonilla comenzó su actividad comercial, en la esquina de la Calle 11 con la actual Av. Circunvalación, que por ese entonces apenas si estaba delineada. Eran unas primeras construcciones en las cuales, -además de la vivienda para él y sus hijos-, inauguró un “hotelito”, que se llamó “Hotelito Extremadura”, anexando también un comienzo de almacén y bar, con un servicio de comidas al mediodía, bajo una galería abierta con techo de chapas.

Más adelante en el tiempo, se instaló en el frente del comercio un tanque de combustible para vehículos que funcionaba a manija y con una manguera tal como se ve en las fotos. Sin duda que fue de los primeros que hubo en Atlántida.

Ya habían pasado casi nueve años cuando vino de España el tercer hijo, Manuel Sánchez Gil, el cual había participado en la llamada “guerra de Marruecos”, y a la sazón tenía 28 años de edad.

Manuel prontamente se integró al trabajo familiar, no sin algún tropiezo, como el que narraré a continuación:

EL INDIO SABÀ

Cuenta Martha Sànchez Noboa que cuando la familia supo que Manuel (quien sería su padre) llegaba al puerto de Montevideo, Don Antonio y un amigo lo fueron a buscar en un auto y vueltos a Atlántida lo presentaron a algunos lugareños, conocidos de los Sánchez. Uno de ellos le dijo a Manuel, bromeando: “¿Así que venís de la guerra? ¿eso debe ser peligroso, pero mira que aquí también hay peligros, porque aquí hay indios, que andan armados y si te agarran te degüellan…”.

Manuel lo tomó como lo que parecía ser, una chanza al recién llegado; y contestó: “¿Así que hay indios, eh? Y bueno no ha de ser peor que la guerra”. Por ahí quedó el tema.

Pero pasados unos días el padre mandó a Manuel que llevara el caballo percherón, que tiraba del carro del reparto, para que pastara en el monte hacia el lado de la playa, a una cuadra del “hotelito”.

Manuel estaba por atar el caballo entre los árboles, todavía de poca altura, cuando vio venir hacia él a un hombrecito con un machete en la mano y revólver al cinto que le gritaba y hacía señas raras. A Manuel no le dieron las piernas para volver corriendo a la casa. Lo vieron pálido y agitado y le preguntaron qué le pasaba. Entonces alcanzó apenas a decir: “¡El indio, el indio, me viene persiguiendo!”.

En ese momento entró el supuesto perseguidor detrás de él y al verlo al lado de su hermano Antonio con quien lo había confundido, gritó “¡Ah, pero vos no sos Antonio!”. Lo que había querido era saludarlo de lejos en el monte, pero con un grito que había helado la sangre de Manuel.

El tal “indio” se llamaba Sabá; un hombre ya bastante mayor, del cual todos decían que era descendiente directo de indígenas. De piel oscura, pelo chuzo, enjuto, bajito y con una barbita larga en la pera. Sabá siempre andaba armado, porque era el ayudante de Anselmo López, quien trabajaba para “La Territorial” como una especie de policía guardabosques. Ellos dos juntos, o por separado, recorrían a caballo la costa y los montes plantados unos años antes.

El susto de Manuel cuando se encontró con Sabá fue algo que nunca olvidó y que pasó a ser una anécdota de toda la familia.

“LA PROVISIÒN Y RECREO”

 Alrededor del año1930 se inició el segundo emprendimiento comercial de la familia Sánchez, esta vez en los terrenos del centro; allí abrió sus puertas la “Provisión y Recreo”, de Sánchez Hnos. Este negocio estuvo a cargo de los hermanos, Juan, Antonio y Manuel. El primero ya se había casado y los otros andaban también por formar familia.

Al mismo tiempo los Sánchez seguían manteniendo en actividad el “Hotelito Extremadura” con sus servicios anexos, de provisión, comidas y expendio de nafta.

En un principio no había aquí muchos comercios que proveyeran alimentos, más bien que lo esencial provenía del “Pueblito de La Estación”: el pan, la leche, la carne, las verduras y frutas, eran traídas en carros primero y después en camioncitos, por los proveedores que repartían a los hoteles, a las casas de familia y a los almacenes.

Las familias tenían vacaciones de verano de tres meses completos y la actividad de los comercios y proveedores en ese período era muy intensa.

El Almacén de Sànchez Hnos. (el del centro) se distinguía por tener una oferta de productos importados que no eran muy comunes por aquí y en aquella época, (jamón serrano, fiambres italianos, aceitunas, aceite de oliva, quesos, bebidas alcohólicas, etc.) los cuales hacían conocer a las familias que venían en diciembre a sus casas de veraneo, llevando un cajón chico con sus productos más exclusivos a cada lugar, para que supieran lo que podían encontrar en el comercio. A partir de esa “muestra” se hacían los pedidos diarios que eran repartidos a domicilio y se pagaba a fin de mes, mediante el sistema de “libreta”.

Cuentan que venían familias argentinas, inglesas, alemanas, y “criollas”, todas de un nivel económico muy alto, las cuales, además de ser numerosas de por sí, traían un “ejército” de personal doméstico: gobernanta, mucamas, cocinera, niñera, chofer, y en algunos casos hasta institutriz para los niños y jóvenes. Esto hacía que el consumo de alimentos por hogar fuera muy importante. La señora de la casa era quien pagaba a fin de mes luego de controlar la “libreta”.

Pero quien encargaba los pedidos era generalmente la gobernanta, de acuerdo a lo que la cocinera y los demás integrantes del personal necesitaran para su función.

 LAS “PREÑADAS” – Una anécdota

Cuenta Martha Sánchez Noboa, que se acostumbraba llamar “preñada” a un tipo de colación que se hacía abriendo un pancito y poniéndole dentro fiambres, queso y alguna cosa más.  

Era costumbre que los niños de las familias que venían a vacacionar salieran a jugar a la calle, andar en bicicleta, etc. y cuando tenían hambre se allegaban al Almacén de Sánchez y pedían algo para comer, sabiendo que eso era anotado en la “libreta” de la casa. Lo más pedido eran los populares refrigerios, a los que Manuel Sánchez llamaba “preñadas”. Al parecer uno de los niños, hijo del Dr. Dighiero, -famoso cardiólogo uruguayo que tenía su casona en la rambla- era muy aficionado a ellas. Y en la “libreta” de la familia aparecía anotado reiteradamente el gasto de “una preñada”. La señora de Dighiero un día preguntó qué era aquello que le estaban cobrando y Manuel Sánchez se apresuró a aclarar de qué se trataba. En su Extremadura natal se llamaba así a lo que los uruguayos llamamos comúnmente “refuerzos”, y en otros ambientes se le llama eufemísticamente “sándwiches”.

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UNA CURIOSIDAD – Si se observan las fotos con atención se puede ver que en la cartelería de los dos comercios se ha cambiado una letra Z por la S (Estremadura y Sánches), no se sabe si por error de los pintores de letras, o porque nadie sabía muy bien cómo se escribían esos nombres.

                              LA FAMILIA SE FUE AGRANDANDO

En el año 1934 se construyó al lado del “Hotelito Extremadura” la casa en la cual pasó a vivir Manuel Sánchez Gil, con su esposa Manuela Noboa, padres de Martha Sánchez Noboa, que nació en 1936. Dicha vivienda se encuentra aún sobre la Calle 11 (junto a la agencia de COPSA), y tiene en el frente un árbol de Olivo que, a esta altura, ya debe ser casi centenario.

A su vez, Antonio Sánchez Gil se casó con María Rosa Pérez Burmida, y fueron los padres de María Josefa Sánchez Pérez (Pepa) y de Sergio Sánchez Pérez.


Juan Sánchez Gil, por su parte se casó en 1929 con Tomasa Hernández. Fueron padres de Elba y Walter Sánchez Hernández. Aquí aparece una curiosa coincidencia en el ramo de la educación pública, que vale la pena mencionar. Porque Tomasa Hernández era hija de Atanasio Hernández, en cuya casa de la zona de La Chinchilla nacieron dos Escuelas en distintos momentos: la Escuela Nº 75 de Estación Atlántida (1923) y la Escuela Nº128 de La Palmita (1934). Ambas tuvieron sus locales propios mucho después y bastante alejadas de ese lugar inicial.


A su vez, los nietos de Atanasio, Elba y Walter Sánchez Hernández, fueron los dos primeros alumnos inscriptos en la Escuela Nº 146 de Atlántida, cuando esta se hizo oficial (en 1941), tal como consta en el primer Libro de Matrícula, (que hemos visto). A eso se suma que Juan Sánchez Gil, el padre de ambos, fue el primer presidente de la Comisión de Fomento de dicho centro escolar. El compromiso de la familia con la Escuela Pública era evidente.

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Por supuesto que el árbol familiar se siguió ramificando, y hoy día hay muchos descendientes directos de aquel tronco que nació con Don Antonio Sánchez Bonilla, en 1919. Resulta imposible nombrarlos a todos para respetar la extensión de esta crónica, pero queda iniciada la historia de esta familia pionera para quien desee continuarla.

Wilson Mesa, febrero 2021

FUENTES de INFORMACIÒN -

Entrevistas grabadas a Martha Sánchez Noboa y Walter Sánchez Hernández, realizadas por Olga Pìriz de Recoba, Arinda González Bo, y el suscrito, en el año 2011.

Libro – “Atlántida Centenaria – Guía Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda González Bo..

Libro – “Atlántida: historia, imágenes y personalidades, a cien años de su creación”, de Federico Bonsignore Caro.

Se agradece especialmente el aporte de algunos datos familiares, por parte de Gabriel Terra Sánchez.

 IMÀGENES – Fotografías aportadas por Walter y Martha Sánchez.

Artículo publicado en la Revista CENTRO Nº 138 - marzo 2021.

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