JOSÉ ROGER
BALET _ Un catalán en nuestras costas
Crónicas
de Atlántida _ por Wilson Mesa
Casi a finales de la década del 30, un llamativo
automóvil “Packard” se desplazaba majestuoso por las calles de tosca que se
perdían entre los montes de pinos y grandes médanos que formaban parte del
paisaje de Atlántida. En el asiento del conductor, un hombre menudo y de corta
estatura apenas lograba hacer sobresalir su cabeza, engalanada con una gran
gorra de chofer, por la ventanilla del vehículo. El automóvil pertenecía a José
Roger Balet y el chofer era un hombrecito japonés, llamado Akira.
***
Pasaron más de ochenta años y, hoy día, el
nombre de una avenida, y la donación del edificio para la principal escuela pública
de la ciudad, han hecho de José Roger Balet un nombre popular para los
atlantidenses. Popular por lo repetido, pero tal vez no se sabe mucho más que
eso.
Sin embargo, este personaje
pasó muchas temporadas veraniegas en estas costas; estadías que abarcaban los
clásicos tres meses -de diciembre a marzo-, en plena época dorada del
balneario, cuando “la playa de los doctores”, ya había sido “descubierta” por
Natalio Michelizzi y comenzaba a convertirse en un lugar turístico de nivel
internacional; pronto nacerían nuevos hoteles, un Casino y una boite, que vendrían
a complementar la otra gran atracción, que era la cancha de golf de dieciocho
hoyos.
Entre los visitantes acaudalados
que comenzaron a llegar desde Buenos Aires, estaba este señor de origen
catalán, que a la sazón ya era dueño del famosísimo Bazar “Dos Mundos”, con
sede central en la capital porteña y con veintidós sucursales en total, una de
las cuales estaba en Montevideo.
Cuentan quienes vivieron esa época que Roger
Balet llegaba a comienzos de diciembre en el mencionado automóvil “Packard”,
seguramente traído en el vapor de la carrera, porque en aquel entonces no había
puentes que permitieran venir por tierra desde Buenos Aires. El coche mostraba
la particularidad de tener separada con vidrio la parte delantera de la trasera
y, en esta última, los asientos estaban enfrentados. Al volante siempre estaba
el ya mencionado chofer japonés, llamado Akira, el cual era absolutamente
silencioso y discreto.
También podía verse a Roger
Balet acompañado de su tío, José Borró, y del gerente del Bazar “Dos Mundos” de
Montevideo, el cual administraba las propiedades que el millonario catalán supo
tener en Atlántida, tales como: Un pequeño edificio de apartamentos que
se encontraba en la esquina de las Calles 11 y 24 (base del actual “Hotel Argentina”). Además
era dueño de un local en la esquina de las Calles 11 y 22 (actual “Don Vito”).
Fue propietario también de dos locales frente al Casino, uno que fue el lugar donde
primero estuvo la tienda “Adams”, más tarde “La Casa del Turista” y finalmente el
restaurante “Don Pedro”; y el otro en la esquina, donde estuvo “Mayfair”, (actual
“La Birra). Estos dos negocios, “Adams” y “Mayfair”, eran sucursales de famosas
tiendas de Montevideo. Estamos hablando del año 1943 y siguientes.
A todo esto hay que sumarle el primer edificio
donde funcionó el Hotel “Las Margaritas” (actual sede del Municipio de
Atlántida).
Roger Balet nunca vivió en ninguna de estas
propiedades. Y no eran locales que él hubiera hecho construir, sino que los
compraba como negocio para alquilarlos o
venderlos. Era un comerciante y un financista muy exitoso, podríamos decir.
También ha llegado hasta nuestros días la
versión de que Roger Balet, en sus estadías de verano, se registraba como pasante en el “Atlántida
Hotel”, pero después se iba al “Hotelito Estremadura”, (así decía el letrero
pintado en el exterior del local), ubicado en la esquina de la Calle 11 con la
Av. Circunvalación. Era una pensión familiar, donde servían comidas, pero
también funcionaba como provisión con venta de frutas, verduras y productos de
almacén, propiedad de la familia Sánchez, padre y tres hijos, venidos todos de
esa región de España. (Extremadura).
Es ya “un secreto a voces” que esta “picardía”
de Don José Roger Balet se debía a que también solía acompañarlo una dama
porteña, que no era precisamente su esposa. Y que para esas ocasiones
necesitaba un lugar discreto donde alojarse; pero, oficialmente, estaba en el
“Atlántida Hotel”.
¿Qué fue lo que hizo de este catalán singular
una persona digna de ser recordada a través del tiempo? Fue el hecho de que, en
su deseo de devolver a la sociedad que lo cobijó parte de los dones que esta le
había brindado, se convirtió en un gran benefactor.
Y lo hizo donando Escuelas. Donó los
edificios de 54 Escuelas públicas: 48
en Argentina, 5 en Uruguay y 1 en Chile. Fue un caso único en esta manera
de contribuir al desarrollo de la educación, en tres países.
Una de los centros de enseñanza uruguayos beneficiados
fue, precisamente, la Escuela N° 146, de Atlántida.
NIÑEZ Y
JUVENTUD DE JOSÉ
ROGER BALET
José Roger Balet nació el 3 de marzo de 1889, en
Barcelona, siendo sus padres Pablo Roger y Dolores Balet. El padre se dedicaba
al comercio, pero debido a la situación política y social por la que atravesaba
España, su situación no era floreciente en absoluto.
José, siendo pequeño, sufrió una grave enfermedad
que condicionó mucho su niñez. Sin embargo con el correr del tiempo pudo
superarla. Desde pequeño tuvo inclinación por trabajar en comercios, como
dependiente, y aprendió a realizar desde las tareas más sacrificadas, como la
limpieza, hasta las más importantes como vendedor y “corredor”.
En este último
caso no le pagaban sueldo sino una comisión sobre todas las ventas que
efectuara. La corta edad del corredor despertaba simpatías, de manera que
su primera incursión en el corretaje tuvo mucho éxito.
En Barcelona trabajó hasta los diecisiete años,
siempre soñando con irse a “hacer la América”; particularmente quería viajar al
Río de la Plata, donde ya había ido un sobrino de su padre, José Borró. Roger
Balet logró reunir el dinero necesario para emprender el viaje que soñaba,
antes de tener que cumplir el servicio militar obligatorio.
VIAJE A AMÉRICA
Finalmente, el 3 de setiembre de 1906 zarpó en el
buque de bandera española “Patricio de Zatrústegui”, rumbo a América del Sur.
El viaje duró veintiún días y lo hizo en el sector destinado a los pasajeros de
tercera clase, quienes viajaban sumamente hacinados y en muy malas condiciones
Después de tres semanas de travesía, el barco amarró
en el Puerto de Montevideo y el 24 de
setiembre de 1906, José Roger Balet desembarcó en tierra uruguaya.
Algunos autores dicen que fue por error y que el
muchacho en realidad quería llegar a Buenos Aires, ciudad en la que estaba el
mencionado pariente, José Borró.
Cuentan los biógrafos de Roger Balet que éste recorrió
Montevideo “de cabo a rabo”. Conoció siete plazas de la ciudad, una de
ellas, la “Plaza de Cagancha” (plaza “Libertad”), quedaría unida a su recuerdo
para toda la vida, porque los pocos recursos con que había contado se le
terminaban y llegó la hora en que vio cómo se le esfumaban sus últimas monedas.
Durmió
durante once noches consecutivas en un banco de la “Plaza de Cagancha”.
Una de esas noches, al pasar frente a él, un señor se detuvo y comenzó a hacerle
preguntas sobre su situación. Pronto el hombre comprendió lo que estaba
viviendo aquel joven. Al retirarse puso en su mano ¡Dos Pesos Oro!
Ese uruguayo desconocido le abrió una pequeña
puerta de esperanza en un futuro que se veía muy oscuro.
Llegó a encontrar un trabajo en Montevideo, en un
almacén de comestibles, cuyo dueño tenía al lado del mismo, una pequeña fonda,
con catorce pensionistas. Su tarea consistía en servir la mesa de los
pensionistas. Como ese trabajo no era para él, a los pocos días decidió
irse a Buenos Aires. Sacó su pasaje en el vapor “Tritón” y el boleto le
costó: ¡Un peso!
Al llegar al puerto de Buenos Aires buscó al
pariente del cual traía la dirección. Se había mudado, pero pudo enterarse
que tenía un puesto en el “Mercado del Plata”. Allí encontró a su desconocido
pariente. Desde ese instante las cosas cambiaron, porque ya tuvo casa,
comida y trabajo.
Comenzó trabajando en el puesto de José Borró, pero
a las dos semanas lo tomaron en otro, como cadete, con un sueldo de 30 pesos y
habitación. Esta última estaba ubicada en el segundo sótano de la casa,
donde se depositaban cajones vacíos, cajas, bultos y trastos viejos. Allí
extendió su catre plegadizo y colocó su valija.
Fue cambiando de lugares de trabajo, pero siempre
en el ramo del comercio, ya que tenía especiales dotes como vendedor.
El 9 de julio de 1910 conoció a Dresda Rossi,
italiana, hija de Héctor Rossi y de Agar Guasti, y el 6 de marzo de 1911 se
casó con ella, en el barrio de Belgrano. De su matrimonio nacieron cuatro
hijos, dos varones y dos mujeres: Ataulfo, Enrique, Elena y por último Dresda.
En el año 1913 decidió establecerse por su cuenta,
comprando un negocio situado entre las calles San Juan y Lima, en la suma de
siete mil pesos. Las ventas llegaron a cifras sorprendentes y muy pronto
tuvo que incorporar nuevos vendedores. Transcurrido un año y medio vendió su
pequeño negocio, ganando bastante en la venta.
El día 13 de mayo de 1915, fundó el Bazar “Dos
Mundos”. Para 1928 la red de sucursales del Bazar “Dos Mundos” alcanzaba
ya a quince. Todas ellas ubicadas con gran acierto en los principales
barrios de la ciudad y en importantes zonas suburbanas.
En 1934 tenía 22 establecimientos instalados en la
Capital Federal y un reguero de obras humanitarias que llevaba a cabo,
costeadas de su peculio particular.
El poderío comercial de Roger Balet se hizo
incalculable. Siempre
declaró que el único principio que había empleado para llegar a eso, era el “de
ganar poco y vender mucho”.
“EL SEMBRADOR DE ESCUELAS”
La obra de hondo sentido social que Roger Balet
llevaba realizada, no colmaba su verdadera ambición. Hacía tiempo que
venía madurando la intención de concretar sus ideas en pro de la infancia,
porque tenía muy claro que la base del desarrollo de las personas estaba en la
educación escolar.
En 1940 comenzó a poner en práctica una generosa
resolución: donar en Argentina una Escuela por cada Provincia, en el lugar que
fueran más necesarias. Al final donó muchas más, pero, con espíritu de
ecuanimidad y justicia, comenzó por las provincias más pobres,
Es así que actualmente existen 48 edificios
escolares donados por Roger Balet, en toda Argentina, desde Jujuy a Tierra
del Fuego.
**
A todo esto, José Roger Balet nunca olvidó que fue
la República Oriental del Uruguay, la primera que lo albergó, en aquellos días
de 1906.
En el año 1956, al cumplirse los cincuenta años de
su arribo a Montevideo, colocó la piedra fundamental del primer edificio
escolar que hizo levantar en Uruguay. Fue para la Escuela N° 7, “General
San Martín”, de Maldonado, y se inauguró el 19 de marzo de 1957.
La prensa uruguaya dio gran trascendencia al acto y al gesto de Roger Balet, en artículos, donde una vez más se recordó la anécdota de aquel desconocido que le donara dos pesos oro, en el año 1906, cuando arribara a nuestro país.
Después fueron donados los edificios de la Escuela
N° 146, “Juan Antonio Lavalleja” de Atlántida; la Escuela N° 24, “Zorrilla de
San Martín”, de Mercedes; la Escuela N° 62, “Fructuoso Rivera”, de Fray Bentos;
y una Escuela de Montevideo.
LA ESCUELA N° 146 DE ATLÁNTIDA
A comienzos de la década del 40 ya se había
inaugurado la sucursal montevideana del Bazar “Dos Mundos” y Roger Balet venía
a veranear a Atlántida desde 1937. Fue entonces
que un grupo de padres se puso en contacto con él planteándole la necesidad de
contar con un local para una Escuela que estaba naciendo en el Balneario, a lo
cual contestó afirmativamente.
En el año
1941 se logró el primer edificio, que tenía techo de quincha y constaba de dos
salones, con vivienda para la Directora, que se llamaba Adela Coronel.
Ese local perduró por más de quince años, pero al
final estaba en muy mal estado y resultaba chico para albergar la creciente
población escolar. Nuevamente los padres recurrieron a Roger Balet y éste de
inmediato accedió a correr con los gastos de construcción de otro edificio para
la Escuela, en el mismo predio. De manera que, por el tiempo que demoró la
construcción, las clases fueron trasladadas a un local que era parte del
antiguo “Hotel Mercedes”, por la Calle 22.
El 19 de marzo de 1958 se inauguró el nuevo local
de la Escuela Nº 146, “Juan Antonio Lavalleja”, en Atlántida. Años después, como
homenaje al filántropo, la Calle 14 pasó a llamarse “Avenida José Roger Balet”,
realizándose un gran acto público.
A lo largo de su vida José Roger Balet recibió distinciones
de todo tipo, imposibles de poder enumerar en esta reseña; pero sin duda la
mejor distinción debe ser la de permanecer en la memoria de las comunidades que
recibieron su benéfica obra.
Es bien conocido que él no aceptaba que se diera
su nombre a ninguna de las obras de su donación; sin embargo no pudo evitar que
tanto los gobiernos como las instituciones culturales protegidas o ayudadas por
él, colocaran su nombre en calles, parques, plazas o edificios.
Retrato de Roger Balet hecho en carbonilla- Arinda González Bo
Jamás intervino en la política militante de ningún
partido. Una frase suya proclama: “Los gobiernos pasan, cambian, se
renuevan y la Nación sigue su marcha, es siempre una y por ella se debe luchar
y trabajar”.
José Roger Balet falleció en la ciudad de Buenos
Aires en 1973, a la edad de 84 años.
Wilson
Mesa, julio de 2017
Fuentes de información _
Entrevistas varias, realizadas a familias
fundadoras de Atlántida, en el año 2011, por Olga Píriz, Arinda González
Bo y el suscrito.
Federico Bonsignore _ Libro “Atlántida, historia,
imágenes y personalidades, a cien años de su creación”.
Arinda
González Bo _ Libro “Atlántida Centenaria_ Guía Turística, Histórica y
Cultural”
Portal
www.revisionistas.com.ar
Iderla Anzoátegui _ Libro “José Roger Balet,
sembrador de escuelas, su vida y su obra”.
Artículo publicado en la Revista CENTRO, N° 95, agosto 2017
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