4/12/20

LA PASIÒN POR LOS ÀRBOLES - JOSÈ LEÒN LABORIDO y LUCÌA CABRERA

 

LA PASIÒN POR LOS ÀRBOLES -  JOSÈ LEÒN LABORIDO y 

LUCÌA CABRERA

 Caminando por Pinares de Atlántida, al norte de la Interbalnearia, uno se encuentra -en una callecita bordeada de aromos- un cartel que dice “calle José León Laborido Sandoval” y, más adelante, otro que dice “Laborido - año 1911”.  

Surge entonces la interrogante inevitable: ¿Quién era José León Laborido?

Voy a contarles apenas una parte, muy pequeña, de la historia de vida de una familia que vino a esta zona allá por el año 1911.

Don Domingo Laborido, que se había venido de Italia, vivía en el departamento de San José. Allí fue a contratarlo el señor Luis Galimberti para plantar árboles y él se vino, con su esposa y tres hijos. Uno de esos hijos era José León. Los otros hermanos se llamaban Dominguito y Humberto. Se establecieron en la Estación Las Toscas, (que así se llamaba la actual Estación Atlántida), a la sazón un caserío que se iba armando alrededor de la parada del ferrocarril.

 LAS TIERRAS DE GALIMBERTI

Las tierras que había comprado Galimberti a Juan Ramón Hernández, en 1911, eran 108 hectáreas. Una larga franja, ubicada entre las propiedades de la “Arborícora Uruguaya” y las de don Mario Ferreira, que eran las más extensas. Ambos (Galimberti y Ferreira) habían comprado al mismo tiempo y al mismo precio, 20 centésimos el metro cuadrado.

La propiedad de don Luis Galimberti abarcaba todo lo que ahora se llama Pinares de Atlántida y llegaba por el sur hasta la playa, a la altura de donde ahora están las viviendas cooperativas llamadas “del Casino”. En el comienzo era un gran arenal vacío de árboles, como toda la zona.

Haga el lector una composición de tiempo y lugar, para poder apreciar las dimensiones de la visión y el esfuerzo de estos pioneros forestadores. El ferrocarril y el “Camino de la playa” (actual Ruta 11) eran las únicas vías de acceso a esta parte de la costa. Quienes compraban esas tierras, –por muy poco dinero, es cierto- en realidad se hacían dueños de extensos arenales, grandes médanos, hondos cañadones y espesos juncales.

 LA FAMILIA LABORIDO - CABRERA

Retomando la historia de la familia Laborido, tenemos que José León Laborido Sandoval se casó en 1927, con Lucía Cabrera Gutiérrez, que había nacido en Cañada Grande y en ese momento tenía 17 años.

Tuvieron seis hijos: Josefina, Humberto, Elena, Esther, Olga y Dora.

José León Laborido y Lucía Cabrera deben ser recordados como pioneros en materia de plantación de árboles. Plantación real. No de mandar plantar; sino de meter las manos en la arena y sembrarla, día a día y año tras año. Galimberti había traído de Italia las semillas para empezar el vivero.

Miles de árboles se plantaron: pinos, eucaliptus, acacias, todos ellos de varios tipos. Se hacían primero los plantines, con tierra y abono, en pequeñas macetas de barro cocido, hechas por ellos mismos, y luego se iban poniendo en la arena. Después había que cuidar las plantas de las hormigas, de día y de noche.

Pero la pasión por los árboles era también amor por la tierra y sus productos, porque alrededor de “las casas” crecieron viñedos de uva moscatel, rosada y blanca; crecieron durazneros, manzanos, naranjos, perales, ciruelos, nísperos, ananás, piñoneros, huertas de sandías y melones.

En el interior del predio se andaba a caballo, en sulky, -en bicicleta también-, por caminitos que se iban dejando entre los árboles.

 "VILLA  OLGA"

Cuando murió don Luis Galimberti -debido a un accidente-, la propiedad pasó por otros dueños y cuatro administradores, pero la familia Laborido-Cabrera continuó trabajando con todos ellos en total armonía. La casa de Galimberti, que en su origen era de tres pisos, se construyó en 1916, con ladrillos hechos por los Laborido y unos italianos recién venidos de su país.

Dicha casa -y toda la propiedad- se llamaba “Villa Olga”, nombre de la única hija de Luis Galimberti. 

Los Laborido-Cabrera pasaron a vivir en “Villa Olga” desde el año 1936, cuando nació la menor de sus hijas. Durante muchos años los habitantes de la casa se alumbraron con faroles y lámparas, porque la luz eléctrica recién les llegó en el año 1962.

"Villa Olga" - entrada - fotografía de 2011

La construcción aún se mantiene en pie, aunque con un piso menos, ya que hubo de ser reconstruida después de un gran temporal ocurrido el 24 de febrero de 1966, durante el cual cayeron varios eucaliptus gigantescos sobre la casa, destrozando parte de una pared y con ella el altillo y el techo.

Esa noche José León Laborido estaba tratando de levantarse de la cama, cuando le cayó el techo encima, roto por los eucaliptus que él mismo se negaba a podar para sacarles altura; tal vez porque su amor a los árboles le llevaba a respetarlos en su derecho a crecer, por sobre cualquier dimensión razonable como para tenerlos cerca de una vivienda.

Falleció pocos meses después, sin haberse podido recuperar de las consecuencias del accidente.

Cuentan que José León formaba una pequeña orquesta, en los bailes familiares que se hacían en la casa, por los cumpleaños y para carnaval. Él tocaba la guitarra y dos europeos, que habían recalado en Atlántida por aquellos años, se le unían: Rudy Wolmut, un austríaco,  tocaba el címbalo; mientras que Willy, húngaro él, tocaba el violín.

Hoy día aquella guitarra permanece colgada en un ángulo de la sala principal de la casa. Y un cuadro de Rudy Wolmut preside dicho ambiente, sobre la estufa.

Allí también lucen, como decoración, dos escopetas que se utilizaban para cazar las liebres que abundaban en las plantaciones.

 Hasta en sus últimos días de vida Lucía Cabrera mostró su temple y corazón de plantadora. Cuentan sus familiares que en cierta ocasión -estando ella ya gravemente enferma-, le había regalado a su médico de cabecera, el Dr. Ronaldo Pereyra, dos arbolitos para que pusiera en su jardín. 

Unos días después fue a consultarlo y se dio cuenta que el médico tenía los árboles sin plantar. Entonces le pidió una pala y un balde de agua y los plantó ella misma.

Eso habla de un carácter muy particular; en una mujer que no quería dejar nada sin terminar, o para el día siguiente.

Lucía Cabrera de Laborido murió el 9 de julio de 1997 –habiendo sobrevivido a su esposo por casi treinta años-  y sus cenizas fueron esparcidas en el jardín de “Villa Olga”, bajo un Olivo que ella misma plantara y del que los vecinos iban a buscar ramas para llevar a la iglesia el “domingo de ramos”. 

Cuentan que Lucía se las daba con mucho agrado porque, además, el árbol había sido bendecido por un sacerdote de la parroquia que era amigo de la familia.

Por último, quiero dejar dos frases que me quedaron grabadas al tratar de conocer el talante de estas dos grandes personas.

Una frase de José León que -según dice su familia- repetía aún después de aquel temporal que tuvo consecuencias trágicas para él: “Por cada árbol que muere hay que plantar tres”.

La otra, de Lucía, que quedó escrita para siempre en una carta: “Yo planto un árbol cada día y seguiré plantando árboles hasta el último día de mi vida”.

                                                                                 Wilson Mesa - octubre 2011

Fuentes de información :

Entrevistas a Olga y Dora Laborido Cabrera, año 2011, con Olga Pìriz y Arinda Gonzàlez Bo..

Carta manuscrita de Lucía Laborido a Yamandú López, aportada por la hija de éste último.

Aportes de Magela e Ivonne Delgado Laborido.  

IMÀGENES - Fotografías aportadas por familia Laborido.

                      Fotografías de 2011, son de Arinda González Bo. 

Artículo publicado en la Revista CENTRO - Noviembre de 2011.


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