11/10/10

CARTA A LA MAESTRA _ Cuento


Carta a la maestra

La mujer se sentó ante la mesita de madera con cubierta de vidrio, encendió la lámpara que funcionaba al tacto, (un pequeño gusto que había podido darse con su magro sueldo), se colocó los lentes para ver de cerca y comenzó a leer una serie de trabajos que sacó de aquella cartera de cuero marrón que le había regalado su madre al recibirse y que todavía conservaba.
Fue marcando errores y poniendo calificaciones casi automáticamente hasta que de pronto se encontró con aquel texto escrito con letra de caracteres grandes y desparejos, letra de niño no muy diestro para dominar el lápiz.
Acostumbrada como estaba a reconocer la escritura de sus alumnos, supo enseguida de quién era aquella carta y supo, también, que no era un simple texto de clase.
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“Señorita maestra, usted nos puso que hablemos sobre nuestro padre y yo le quiero contar cómo es el mío, pero no quiero que vaya y se lo cuente a otros niños, porque sinó no la voy a querer más y mire que la quiero a usted, eh, mire que me paso horas y horas pensando en lo buena que es, mientras cuido la vaca y corto la leña para el otro día o traigo el agua de la canilla que está como a veinte cuadras de donde vivo yo.
¿Sabe una cosa?, el José que es un hermano mío que tengo, dice que soy un adulón porque saco buenas notas. Me gustaría que vos, maestra, le dijeras que eso es mentira, que lo que pasa es que yo aprendo porque vos me querés mucho y me explicás bien las cosas y a mí solo.

Me gusta quedarme después de la salida, aunque no tengo mucho tiempo y cuando llego tarde mi madre se cabrea.
Cuando pienso que algunos de los niños de la clase se van a la casa y no tienen nada que hacer, porque no tienen vaca, ni leña, ni nada, me da una tristeza mire, ¡qué desgracia tan grande es ser muy pobre!

Yo quisiera que la plata nos alcance al menos para comprar la comida y no tener que andar siempre amargado y hacerse viejo de renegar, como dice mi madre.
Porque yo creo que los padres de Anita, por ejemplo, no deben de renegar tanto, ¿no te parece, maestra?, uno de tanto oír pelearse se hace medio gallito y cuando ando nervioso, que vengo a la escuela así, me dan unas ganas de amasijar a alguno que ya te digo, y veo que ella no es así, nunca discute, ni pelea con nadie y con todos es buena. 
A veces a mí me convida con chocolates y, una vez que nunca me olvido, hasta me quiso dar la mitad de la merienda de ella, esa vez me pareció que era como una virgencita, con arito y todo la veía, señorita, se lo juro.
Yo la quiero mucho a Anita, ¿sabés, maestra?, a veces sueño que estamos juntos en algún lugar lindo, como el circo, ¡qué lindos son los circos!, a mí me gustaría ser domador de tigres y leones, y que ella, quiero decir Anita, fuera trapecista y entonces andábamos por esos mundos, bien lejos de aquí y no volver más, hasta que cuando volviéramos tendríamos mucha plata y la gente que antes nos conoció nos miraba pasar con unos ojos como bochones, ¿viste?
Entonces -decía- que nosotros actuábamos aquí y Anita hacía pruebas muy peligrosas y yo domaba el tigre más bravo y un animal de esos se escapaba de la jaula y se iba derechito a la gente, y entonces nosotros dos agarrábamos y sin armas ni nada encerrábamos al tigre y la gente sabés cómo, ¿no?

Lástima que estos sueños tan lindos me los cortan a patadas los hermanos míos que tengo, porque somos tres en la cama, que es chica. ¿Sabés una cosa, maestra?, cuando hace frío es lindo dormir amontonaditos, sobre todo si los otros se quedan quietos y no se agarran las cobijas para ellos solos. 
Lo peor es que cuando no tengo sueño las noches me parecen larguísimas, y además empiezo a sentir hambre, porque a veces tenemos para cenar nomás que mate y tortas fritas; dice mi madre que la leche que da la vaca hay que dejársela a los más chicos y tiene razón, ¿verdad? y también hay que vender unos litritos para comprar azúcar y yerba; así que cuando no duermo bien me viene el hambre y entonces no puedo soñar cosas lindas.

Una vez hasta soñé con usted, señorita, y no se enoje conmigo, eh. Las noches son muy largas, muy largas maestra, más de lo que la gente se piensa, y es muy feo pasarlas sin poderse dormir.
Para peor, después llega mi padre borracho y yo no quiero verle la cara que trae, a veces se cae al suelo y allí nomás se duerme toda la noche.
A mi madre le dice cosas feas, ¿vio?, y si ella no se le calla él le pega. Yo no creo que todos los hombres les peguen a las mujeres, el mundo no puede ser así, ¿no verdad?.

Mi madre tampoco se porta muy bien, te lo cuento a vos maestra, porque a alguien tengo que contárselo, si no me parece que voy a reventar; cuando piensa que estamos todos dormidos ella se va a ver a un hombre que vive cerca de casa y se acuesta con él que también le pega, porque viene con moretones en los brazos y en las piernas, pero me parece que le tira algunos pesos y por eso ella lo hace, digo yo.
Como ve mi vida es muy jodida, maestra ¿se puede decir jodida?, me consuelo pensando en gente como usted y como Anita.

El José me dice que le toque las piernas a Anita y de usted también dice unas cosas que no me animo a contarle, pero yo no le hago caso, porque para él ninguna mujer sirve para nada y a todas enseguida hay que manosearlas. 
Ahora que veo casi no escribí de mi padre, pero yo quería contarle todas estas cosas. 
De él qué voy a decir, creo que al final es bueno; cuando sale por ahí trae caramelos, pero no porque traiga caramelos es bueno, uno se da cuenta cuando una persona es buena y aunque no nos gane la comida todos los días igual es mi padre y yo lo tengo que querer, ¿no le parece maestra?.
Cuando está bien él no nos pega aunque se ríe poco y no es muy cariñoso con nosotros; mi madre tampoco es cariñosa, por eso a mí me gusta tanto como me trata usted, señorita.
Y ahora no la molesto más, vaya a dormir porque se estará cayendo de sueño de tanto corregir, sáquese los lentes y ponga la cabeza en la almohada que me imagino que tiene su mismo perfume, y si puede, sueñe un poquito conmigo, ¿sí?.
La besa su alumno, que la quiere mucho, Carlos”.

.......................................***.....................Wilson Mesa

Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay)Ilustración _ Cuadro "Mujer leyendo" de Pieter Janssen (holandés)

Este artículo fue publicado en la revista del CCIFA, Atlántida _ Enero 2013.

4 comentarios:

Unknown dijo...

EXCELENTE TRABAJO LITERARIO. LO ELEGÍ PARA TRABAJAR . gracias

w.m. dijo...

¿Trabajar en qué nivel? ¿Sos maestra o profesora? Me gustaría conocer los resultados del trabajo....Un gran saludo y gracias por pasar por el Blog.

myriamfernan dijo...

Me encantó. Sin duda que se nota un profundo conocimiento de la esencia de los protagonistas. Saludos

Rosamel Ramírez dijo...

Hermoso trabajo...y nada de pensar que los tiempos cambiaron tanto...hay realidades idénticas por ahí y situaciones peores, también.
Lo importante es aprender como maestros,a andar entre la sensibilidad y la objetividad para que todos aprendadn algo...

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