LA DESCONOCIDA HISTORIA DEL MERCEDES HOTEL
Crónicas de Atlántida - por Wilson Mesa
Les voy a contar la historia nunca contada de una familia cuya existencia se entrelaza con la historia -más grande- del Balneario; porque esta familia contribuyó al desarrollo de Atlántida a través de un emprendimiento que fue muy importante en su momento.
Es la crónica del nacimiento, esplendor y ocaso del Mercedes Hotel. Sus instalaciones
llegaron a ocupar la mayor parte de la manzana delimitada por las calles 11,
22, 3 y 24; con anexos en las manzanas cercanas también. Se inauguró en el año
1923, hace exactamente cien años.
Doña Mercedes Ruiz de Liberati
Gabriel Liberati, fundador del Mercedes Hotel
EL ORIGEN
Eran los primeros tiempos del Balneario cuando un matrimonio de inmigrantes, él italiano y ella española, se vinieron a vivir en esta zona de la costa canaria con sus hijos, chicos aún.
Él se llamaba Gabriel Liberati Aníbali y había nacido en el año 1885, en Grottazzolina, provincia de Fermo, Italia, en una villa próxima a Ancona.
Ella se llamaba Mercedes Ruiz Tarazona, nacida en Valencia, España. Se conocieron en el barco que los traía junto a otros muchos inmigrantes, con destino a Buenos Aires. Llegados a Argentina se casaron y nació allí su primer hijo, Gabriel. Al poco tiempo cruzaron a Montevideo, donde fueron naciendo más niños. Se darán cuenta que esta mujer -trabajadora y voluntariosa- fue la que dio nombre al Hotel MERCEDES.
Y fue la madre de seis hijos: Gabriel, Mario, Rolando, Carlos, María Luisa (Chichí) y Lisis Liberati Ruiz.
LA LLEGADA A ATLÁNTIDA
Cuenta Jorge Liberati Castro, nieto de los fundadores del hotel: << Por el auge del turismo para entonces se les ocurrió venir hacia el este, y eligieron Atlántida por su inusitada belleza de paisaje y excelente playa. Primero vino mi abuelo, que era un emprendedor nato; levantó una enramada y empezó a vender sandías en un solar vacío, donde hoy se encuentra “Laser TV”.
Lo segundo que hizo el abuelo Gabriel fue emplearse de mozo en el Hotel Atlántida, que se había inaugurado en 1913 y era el único hasta ese momento. En esa tarea se destacó muy pronto, si bien no tenía ningún conocimiento previo, era inteligente y aprendía muy rápido. Aprendió tanto que llegó a ser “maître d‛hôtel”, mientras su negocio particular de las sandías pasaba primero a pequeño almacén, luego a bar y restaurante y finalmente al hotel. Su conocimiento en este ramo era el adquirido en el Atlántida Hotel, fundado por los Fabini>>.
<<Pero ya regenteando su propio negocio, el abuelo contrató chefs españoles de los que aprendió hostelería, él y algunos de los hijos. Por ejemplo, mi padre (Mario) se especializó en la cocina; Rolando se inclinó por la rotisería; Gabriel en la gerencia. No recuerdo que Carlos se especializara en ninguna tarea; ni Lisis o “Chichí. La abuela Mercedes siempre trabajó dura y admirablemente junto al abuelo en toda la historia.
Afirman todos aquellos que vivieron esa época, que la
calidad de atención del “Mercedes” llegó a ser superior a la del “Atlántida” y
que recibía muchísimos turistas de origen extranjero, principalmente ingleses y
argentinos>>. (Jorge Liberati Castro).
EL EDIFICIO Y SUS ANEXOS
Continuamos con la narración de Jorge Liberati Castro: <<El edificio primitivo y las sucesivas ampliaciones fueron realizados todos por el constructor Mario Bonaldi (padre), quien fue un amigo dilecto de mi padre (Mario Liberati Ruiz). La planta total del hotel ocupaba casi toda la manzana. Recuerdo que el frente daba a la calle 11 y comprendía toda la cuadra hasta el Hotel “Argentina”, con luminarias instaladas sobre bancos de granito, para solaz del transeúnte nocturno.
Por la calle 22 el hotel se extendía a toda la cuadra, hasta la casa del doctor Altesor en la esquina con la 3. El fondo del hotel daba a la misma calle 3, entre la casa de Ciappesoni y la de Carmelo Romero. Allí estaba la bomba y toma de agua para abastecimiento del hotel y del tanque regador tirado por bueyes que, para evitar el polvo, humedecía la calle frente al “Mercedes”, por entonces de balasto.
Lo que hoy es llamado “el conventillo” era la salida norte, sobre la calle 3. Allí estaban las instalaciones para purificar el agua, con tres tanques subterráneos de almacenamiento. Hacia el frente había un taller de reparaciones y, por detrás, el edificio con las “piezas del personal” se internaba hasta el centro de la manzana y había un corredor a lo largo de este inmueble con techo de zinc. El lavadero, planchadero y los depósitos de ropa de cama (“roperos” de piso a techo) lindaban con el fondo de este edificio. Las mujeres lavaban a mano en piletas de cemento y planchaban en mesas largas>>.
<<Por la calle 24, desde la esquina con la calle 3 y hasta la casa donde ahora está el hotel “Argentina”, era como hoy, una franja de casas de vecinos que no llegué a conocer, o no recuerdo.
El terreno donde después se levantó la ampliación del “Argentina” pertenecía también al “Mercedes” y era una zona reservada a los abuelos. Había dos casas, una al fondo, que llamábamos “El rancho”, de zinc y madera, de dos pisos y techo de dos aguas. Viví allí, después, algunos años. Al frente estaba la casa “nueva” de varias habitaciones, una construcción en L con azotea (¿o tejas?), con terraza corrida y verja en madera, a la que se llegaba desde la calle 11 a través de un jardín, con pinos y canteros de plantas. Tenía portón y entrada para el Chevrolet del abuelo>>.
, La bajada a la playa del Mercedes Hotel por la calle 22, cuando no existía El Planeta
<<Por la calle 22, frente al hotel, había un bosque de pinos y mucha arena; no sé si toda la franja de solares de esa cuadra, pero varios de ellos eran de mi abuelo Gabriel y los nietos jugábamos allí “a las casitas”. El “Mercedes” contaba con dos anexos, uno sobre la 22 con sala central muy bonita, nueve habitaciones con baño de bañera y agua caliente; y otro anexo sobre la calle 11, al lado de la cancha de tenis>>. (Jorge Liberati Castro).
LA CANCHA DE TENIS
<<Junto al edificio central, por la calle 11, había una cancha de tenis con piso de balasto fino. Las ventanas del comedor principal daban a esta cancha y estaban protegidas contra los posibles pelotazos por amplios tejidos. En el hotel había un depósito con todo lo imprescindible para jugar al tenis; raquetas profesionales (de madera) que, ya abandonadas debido a la crisis en época de Perón, terminaron dobladas, humedecidas y estropeadas; redes, mecanismos para estirar redes, pelotas de tenis y accesorios>>.
Vista desde la cancha de tenis.
LA PLACITA DE LOS NIÑOS
<<La placita estaba en la esquina donde hoy se encuentra “Caffelatte”. Fue ideada por el abuelo desde que el hotel empezó a recibir familias enteras, con niños y cuidadoras. Ocupaba un solar bastante amplio, lindero por la calle 22 con Adolfo Fernández, el taxista, y por la 11 con la primitiva casa del abuelo Gabriel, que al fallecer se vendió, (donde es hoy el supermercado “Quico”).
Esta plaza de entretenimientos, con canteros de
plantas, era cerrada por un muro de ladrillos y piedra, con una reja corrida y
un portón de dos alas que daba a la calle 11. En el centro había una fuente de
agua en piedra. Y al fondo una calesita de madera que se hacía girar a mano.
Contaba con un tobogán, dos subibajas y varias hamacas. El abuelo había
instalado allí una boutique con vidriera de exhibición de moda femenina y
joyas. No tengo fotos de este lugar>>. (Jorge Liberati Castro).
EL FINAL DE LA HISTORIA
A esta altura ustedes, lectores, se estarán preguntando ¿y qué pasó con tan importante emprendimiento hotelero y gastronómico? Pues, simplemente sigamos el relato de Jorge:
<<No tengo la fecha exacta del fallecimiento de mi abuelo, pero fue un poco antes de mi nacimiento, digamos a fines del 41 o en el 42 (yo soy del 43). Se fue justo cuando más se necesitaba, es decir, poco antes del decreto de Perón con la prohibición para los argentinos de hacer turismo en Uruguay. La Guerra Mundial ya había despojado al hotel de su clientela inglesa, por lo que hubo que enfrentar una crisis que quizá él hubiera superado de alguna forma valiéndose de su talento especial para los negocios y el turismo, creo que todavía no reconocido por la historiografía local>>.
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<<La administración quedó a cargo de abuela Mercedes y le ayudaba mi tío Gabriel, que se hizo cargo de todo, junto a “Morocha” Figueredo, su esposa, cuando murió la abuela. El cierre fue un proceso de algunos años, hasta el remate por endeudamiento ante la Caja de Jubilaciones, hacia 1950, no tengo la fecha exacta. Pero hasta dónde recuerdo no hubo una estrategia de reconversión, quizá imposible por las características del negocio. El nuevo dueño transformó el hotel en un cine, en el comedor principal, y creo que salón de baile. Fue un lamentable y triste final>>.
<< Yo ya no estaba en Atlántida, y no presencié esa transformación, ni lo hubiera querido, porque quedaron en la calle no solamente mi abuela, también Gabriel y María Elena Figueredo (“Morocha”) con sus hijos; Rolando y su esposa Griselda Díaz con sus hijos; y mis padres (Mario y Tita) con sus hijos; María Luisa (Chichí) y Lisis. Ellas nunca se casaron. Chichí tan querida y afectuosa, frustrada en sus amores hasta enfermar, perder la razón y ser la primera en morir. Lisis fue la reina de sus siete sobrinos (nosotros).
Mi tío Carlos se mantuvo independiente del hotel y tampoco tuvo hijos>>,
La familia Liberati - Ruiz, con algunas amigas.
<<Se intentaron algunas empresas para paliar la situación, pero ninguna duró mucho. Mi padre (Mario) quiso aliviar la economía de todos haciéndose cargo por algunos años del “Parador Tajes”, y por algún tiempo fue gerente del Hotel Floresta, pero el intento no le salió bien.
Con respecto a mi abuelo, fue un promotor del turismo en Atlántida, y nadie lo ayudó para embarcarse en su aventura de 1923. Lo hizo solo. ¿Pero hubo alguien que ayudara a los descendientes, cuando sin piedad el complejo Mercedes, consagrado y vuelto una realidad nacional, fue rematado sólo para saldar una deuda de impuestos, que empezó siendo insignificante respecto al capital en juego, de más de un millón de pesos de entonces?
Ni el gobierno central, ni el de Canelones, se interesaron por el asunto, ni siquiera por interés turístico. El abuelo murió y enseguida vino la catástrofe, y los hijos fueron “linchados” sin compasión. Es cierto que ellos no estuvieron a la altura de las circunstancias, no estaban preparados para enfrentar algo inesperado, y no supieron qué hacer>>.
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<<No tengo el momento exacto del remate final, pero fue un poco antes de 1950. Mi padre (Mario) se empleó como gerente del Hotel Bretaña, en Pocitos. Rolando se fue y quedó sólo Gabriel. Nosotros fuimos a vivir en Montevideo, con casi la certeza de ya no volver. Vivimos allí el trance del remate, pero volvimos a Atlántida, a vivir un tiempo en casa de los padres de mamá (Tita), en la Estación, donde ella había nacido.
Mi padre y un tal Mérica abrieron un restaurante muy bonito, el “Saudades”, adornado con murales pintados por Rudy, en un local lindero a la familia Sánchez y frente al ex-Portofino. Como las otras, la aventura duró poco. En 1957 fuimos a vivir a Marindia, donde mi padre tomó la concesión de la Hostería “El caballito de mar”>>.
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<<Lamento ser tan impreciso, pero más bien he querido olvidar, desprenderme de la memoria de una etapa en la que vi a mis padres pasar de la riqueza a la pobreza violentamente. Sufrimos mucho mi hermano, la tía Lisis y mis primos Matilde, Elena, Gabriel (h), Liliana, Daniel, Rolando (h) y Adriana. Al cumplir los dieciocho años me independicé e instalé definitivamente en Montevideo, hasta que en 2009 me vine a La Floresta, donde vivo hoy>>.
CONCLUSIÓN
Actualmente -convertido en propiedad horizontal-, el núcleo central del “Mercedes” está dividido en treinta y dos (32) apartamentos, que tienen sus respectivos propietarios.
Pasados cien años el edificio ha cambiado mucho, pero se puede apreciar aún el esplendor que tuvo en sus comienzos y a partir de ahí recrear la historia que nos ha contado tan generosamente Jorge Liberati Castro, el hijo de Mario y de Tita Castro, la primera maestra titulada que ejerció en el balneario, incluso antes que naciera la Escuela pública 146.
Wilson Mesa
FUENTES - Esta crónica está basada en los relatos y fotografías aportadas por el Profesor de Literatura Jorge Liberati Castro, a quien agradezco su gran disposición para narrar una historia de familia muy poco conocida.
Habría mucho más para contar, pero la necesaria brevedad de la reseña hizo imposible incluirlo.
IMÁGENES – Las fotos son material exclusivo de la colección de la familia Liberati.
Artículo publicado en la Revista CENTRO Nº171. diciembre de 2023.
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