UNA VISITA A LA ISLA DE LA SIRENA
Crónicas de Atlántida por Wilson Mesa
Debe quedar claro que lo que llamamos orgullosamente Isla de la Sirena, según la definición técnica es en realidad un islote, por su pequeño tamaño y por estar desprovisto de vegetación.
Pues bien, ese islote que emerge de las aguas frente a la Punta Piedras Negras y que completa la divisoria entre la playa Mansa y la playa Brava, tiene millones de años de existencia, la misma antigüedad que tienen las rocas que hay en toda esa zona de la costa. Con mucha de esa piedra se hicieron las bases de la rambla y de las primeras casonas.
La Isla de la Sirena estará desprovista de vegetación, pero no está enteramente desprovista de vida, como veremos. Y, además, allí se asienta una pequeña parte de la historia de este Balneario y a eso quiero referirme en esta crónica.
Vista de la Isla y de la costa desde el mar.
. UN PESQUERO MUY APRECIADO
Desde los primeros tiempos de Atlántida, la Isla de la Sirena fue considerada un muy buen lugar para pescar. Dado que era difícil llegar hasta ella -y sobre todo “abordarla”- había boteros que se ocupaban de llevar a los aficionados a la pesca hasta “la Isla” y después ir a buscarlos al terminar la jornada o sacarlos antes, si las condiciones del tiempo cambiaban bruscamente y el lugar se tornaba peligroso.
Teniendo en cuenta dicha situación, allá por el año 1940, a un grupo de pescadores se le ocurrió hacer construir unas largas pasarelas (o plataformas) de hormigón, apoyadas en pilotes, que corrían a lo largo del islote. A eso se agregó un pequeño “muelle” y una casilla (o caseta), que sirviera como refugio en caso de que algún temporal sobreviniera sin dar tiempo a salir de allí.
LA EDAD DE LAS PIEDRAS
<<Desde el punto de vista geológico estos afloramientos de piedra pertenecen a un mismo cuerpo de roca cubierto actualmente por arena, del cual afloran esas “puntas”. Incluso la misma arena que las cubre es en parte fruto de la erosión y desgaste de las mismas por acción del mar, la lluvia y el viento. Son rocas metamórficas. Dentro de los minerales que las componen, podemos encontrar: cuarzo, feldespatos, anfiboles, biotita (todos minerales que se encuentran normalmente en un granito, lo que hace suponer que originalmente se trataba de este tipo de roca).
Las puntas rocosas de la costa de Canelones son rocas
muy antiguas, de la Era Paleoproterozoica, con una edad que ronda los dos mil millones de años.>>.
(Spoturno, J y colaboradores - 2004).
ANTONIO ASTALDI y FELIPE LOZANO
Ante la presencia de rocas tan duras, surge entonces la pregunta: ¿Cómo pudo Antonio Astaldi fijar los pilotes en el suelo para las distintas construcciones?
Pues aquí aparece un colaborador fundamental, el riverense Felipe Lozano. Esto nos lo contó su hija, Nelly Lozano, en una entrevista del año 2011: <<Los agujeros en la piedra dura, para levantar los pilares de las plataformas y de la caseta, fueron hechos por mi padre, Felipe Lozano, él era oriundo de Rivera y había trabajado desde muy chico en las “Minas de Corrales”. Fue en aquellas minas de oro que aprendió el oficio de barrenero, para hacer agujeros en la piedra con dinamita. Cuando se vino con la familia a vivir aquí, en el año 40, era el único barrenero que había en toda la zona>>.
Pasarela como era en 1945 - Captura de video de Leonardo Àlvarez
UNA VISITA FAMILIAR
En el verano del año 2023, una nieta del constructor de la casilla y de las pasarelas de la Isla de la Sirena, Gimena Mastroianni Astaldi, con su hermano Nicolás y un matrimonio amigo, se llegaron hasta allí -mediante tablas de SUP, inflables- para ver de cerca los restos de las obras que había logrado construir el abuelo Antonio, ochenta años antes.
Ellos sacaron muchas fotografías y tuvieron la generosidad de compartirlas, lo que nos permite hoy completar un poco más esta historia de las construcciones en la Isla. También nos agregaron alguna descripción de lo que han visto allí, en cuanto a la fauna y al barco hundido en sus cercanías y del cual se puede ver aflorar parte de la chimenea en los momentos de bajante del mar.
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NOTA – El barco hundido que se menciona era el “Oyapock”, un navío a vapor perteneciente al Imperio del Brasil y cuyo naufragio contra la Isla sucedió el 9 de agosto de 1866. Al parecer llevaba hombres y pertrechos para el ejército brasileño que participaba en la guerra de la “Triple Alianza”, contra Paraguay. (información en libro de Köncke Miranda).
ALGUNAS IMPRESIONES DE LA VISITA
Cuenta Gimena Mastroianni Astaldi sobre su visita: <<La entrada al islote es un poco complicada, porque las corrientes te golpean contra las piedras; desde la costa no se ve, pero toda esa zona está llena de piedras.
Nosotros hacía tiempo que queríamos ir. Del lado derecho tiene un pequeño muelle por donde se puede entrar. Una vez en el lugar se puede recorrer perfectamente y más los días de marea baja, ver los restos de las pasarelas que recorren todo el islote. Desde la costa no te haces una idea de lo grande que es y la fauna que lo habita>>.
Con respecto a la casilla en particular, cuenta, Gimena: <<Quedamos asombrados por lo fuerte de la estructura, pudimos subir de a uno para no dañarla. En su interior tiene una pequeña ventana circular que da perfecto a la puesta de sol. Los cuatro pilares de la casilla, están intactos, parece que el tiempo no les ha pasado; la casilla, si bien no está rajada ni nada, en algunas zonas se cayó el material.
Debajo de la casilla hay unos banquitos, que seguro los usaban para el reparo del sol.
No tiene puerta, ni tuvo nunca. Es más, está tan bien pensada en la orientación que ni la lluvia o vientos fuertes se pueden meter. Cuatro o cinco personas pueden entrar bien.
El islote debe medir unos 170 metros de largo, con la marea baja se aprecia mejor.
En cuanto a la fauna, no sé si es propia, pero es una parada obligatoria de varios animales que emigran, los lobos de mar que llegan a descansar.
En una de las idas al islote, por la parte posterior me crucé con unas tortugas. También algunas toninas.
Aves varias, como garza blanca, gaviotas y garcetas son las que he visto.
Nos fuimos un poco antes de la puesta del sol, ya que la marea al subir hace difícil salir del lugar>>. (Gimena Mastroianni Astaldi).
CONCLUSIÓN
Finalmente, se podría decir que, más allá de ser un atractivo más de nuestras costas y un hábitat natural de las gaviotas y demás aves marinas, el islote que nos ocupa podría llegar a ser uno de los puntos de apoyo para la construcción de un posible puerto deportivo. Según numerosos estudios realizados, desde muchos años atrás y hasta ahora, se ha llegado a la conclusión que el mejor lugar para la ubicación del mencionado puerto sería precisamente allí.
La Isla de la Sirena tal vez ha dejado de ser un “pesquero de culto” para los aficionados, pero sigue estando ahí, emergiendo de las aguas del Río de la Plata, capeando las sudestadas con la firmeza de su roca granítica; y siendo motivo de historias reales y alguna leyenda mitológica también, como su nombre mismo lo insinúa.
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Fuentes:
La crónica está basada fundamentalmente en las fotografías e información aportadas por Gimena Mastroianni Astaldi, a quien agradezco mucho su colaboración.
Entrevista a Nelly Lozano, con Olga Píriz y Arinda González Bo - Año 2011.
Información geológica – Publicación de Spoturno, J y colaboradores – año 2004
Libro - “El misterio de la Isla de La Sirena”, de Alfredo Köncke Miranda.
Artículo publicado en la Revista CENTRO, Nº170, de noviembre 2023.
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