Crónicas de Atlántida
En esta zona de la
costa de Canelones hubo, hace 100 años, una Cancha de Golf que era de las
mejores que existían en el país. Pero hoy ya no existe.
¿Cómo pudo suceder
esto? Pues hay toda una historia, digna de ser conocida, acerca de esta cancha.
En
el año 1918, el Ing. Juan Pedro Fabini y
su amigo el Dr. José P. Urioste, buen golfista aficionado, tuvieron la idea de
hacer una cancha de golf para atraer a Atlántida visitantes de alto poder
adquisitivo.
Fue la sociedad
anónima “La Territorial Uruguaya”, propietaria de gran cantidad de las tierras
que se habían ido forestando desde 1908, la que llevó a cabo este proyecto,
construyendo una cancha de 9 hoyos en la zona que actualmente ocupan, la
Colonia de vacaciones de AGADU, parte de Villa Argentina y el barrio City Golf.
Hay
que pensar que en ese momento (1918) no existía la Ruta Interbalnearia; y la
Ruta 11 era apenas “el camino de la playa”, por el cual todavía venían en
carretas las familias de Pando y cercanías, a gozar de los baños en la playa de
Santa Rosa. También pasaba el ferrocarril por la estación de “Las Toscas”
(Estación Atlántida), trayendo viajeros desde Montevideo. Los cuales eran
trasladados al Balneario en distintos medios de transporte.
LA PRIMERA ÉPOCA
Desde su
construcción, y durante casi veinte años, el Campo de Golf estuvo a cargo de
“La Territorial Uruguaya”, siendo muy utilizado por los visitantes extranjeros,
así como los turistas uruguayos más adinerados. Ellos venían con sus familias a
los hoteles del Balneario, o a sus propias casas de veraneo, y muchos tenían
como deporte y pasatiempo el golf.
Cuando
se habla de visitantes extranjeros, especialmente ingleses y alemanes, es
importante aclarar que éstos, por lo general, no eran turistas que venían de
Europa a veranear aquí, sino que eran gente que dirigía empresas extranjeras
que tenían enormes inversiones en el Uruguay por ese entonces, entre las que se
pueden mencionar: los ferrocarriles, bancos, frigoríficos, textiles, minería,
aceiteras, tabacaleras, compañía telefónica, aguas corrientes, gas, tranvías,
etc.
MUJERES
GOLFISTAS
No solamente los
hombres practicaban el deporte del golf, sino que también lo hacían muchas
mujeres. Y de hecho se sabe que la más famosa golfista uruguaya de todos los
tiempos, Fay Crocker (1914–1983), iba muy a menudo a jugar en los links de
Atlántida, ya que su familia venía de veraneo y ella en lugar de ir a la playa
como los demás integrantes de la familia, se pasaba las tardes enteras jugando
al golf en lo que por entonces se llamaba el “Sport Club Atlántida”. Esta
golfista ganó muchos torneos internacionales y hasta llegó a ganar el Torneo
Abierto de Estados Unidos, en el año 1955.
El “Sport Club” de la
primera época tenía como “club house” (casa de los socios del club) una cabaña
de troncos, al estilo canadiense, y techada con paja. Servía como bar, vestuario
y para guardar los palos de golf. Allí los jugadores se reunían, se tomaban sus
tragos y confraternizaban. Seguramente harían algunos negocios también.
Fabini
y Urioste habían pensado el proyecto del Campo de Golf como un club social y
deportivo del cual había que ser socio, por supuesto. Y estaba en sus planes
finales, -que no pudieron concretar ellos pero sí lo hizo Natalio Michelizzi,
años después-, el agregar más instalaciones y canchas para practicar otros
deportes, especialmente el tenis.
LA SEGUNDA ÉPOCA
Con la llegada de
Natalio Michelizzi al Balneario, (1936), sucedió que este empresario italiano
comenzó a “cambiar la cara” de Atlántida, la que pasó de ser “la playa de los
doctores” a ser un lugar turístico de nivel internacional.
Para
no abundar en detalles ya conocidos de lo que fue la obra de Michelizzi,
digamos solamente que al comprar los terrenos libres de construcciones que
tenía “La Territorial” también compró el Campo de Golf. Lo agrandó hasta los 18
hoyos y le hizo construir un nuevo “club house”, obra que llevó a cabo Juan
Torres, el legendario constructor de El Águila.
Después se le
siguieron agregando más construcciones y canchas de otros deportes.
Para
tener una idea de lo que era el Campo de Golf en el año 1952, leamos un
fragmento de la crónica publicada en la revista “Hogar y Decoración” de ese año:
<< Desarrollado
dentro de un predio de 70 hectáreas, cosechando las ventajas que ofrecen los
desniveles naturales del terreno en la zona de los barrancos, ha sido ubicado
este magnífico "Campo de Juegos" -primera etapa de una "Villa de
Deportes"- que una vez terminado será uno de los más completos del
continente, y en el que se darán cita todos los deportes de mayor y menor
jerarquía.
Agrupa en la
actualidad un núcleo de asociados que disfrutan durante todo el año de los
links de Golf con 18 hoyos, diez canchas de Tenis, fields de Basketball,
Volleyball, frontón de pelota y en un futuro cercano, piscina de medidas
olímpicas, pabellón para niños, cancha de Polo y curso de agua navegable de un
kilómetro y medio de longitud.
Certámenes mundiales
han sido ya realizados y desde sus instalaciones se deleitan sus socios, no
solamente con la contemplación de sus juegos, sino también, con los bellos
panoramas que pueden disfrutar desde ellos…>>. (Revista “Hogar y
Decoración”, 1952).
EL DESGUACE FINAL
En el libro “Cuentos de viento y de mar -
Historias de Atlántida”, de Rosario Infantozzi, aparece una entrevista a
Enrique Fabini, sobrino del ideólogo de Atlántida, el cual da su versión,
bastante subjetiva, de cómo terminó la historia del Campo de Golf.
Entre otras cosas,
Enrique Fabini dice: <<….Venían muchísimos
extranjeros, porque no todas las canchas de golf del mundo tienen dieciocho
hoyos. Argentinos a montones, pero también matrimonios ingleses y alemanes.
Algunos tenían sus propias casas, otros se alojaban en los hoteles del
balneario. El Hotel Mercedes, de Gabriel Liberati (maitre del Hotel Atlántida
durante muchos años), parecía una sucursal del Imperio Británico……>>.
<< …En el Golf trabajaban unas diez o doce personas todo el año para
mantener las canchas en buen estado. Antes de Michelizzi, todos los hoteles
colaboraban con” La Territorial” para mantener este presupuesto, pero cuando el
italiano compró, dejaron de hacerlo. El pobre, entonces, quiso hacer un arreglo
con el Golf de Punta Carretas, pero lo embromaron. La maquinaria vieja ya no
daba más y él no podía comprar maquinaria nueva. No hay que olvidarse que había
que regar día y noche dieciocho “greens” en 57 hectáreas. El Golf de Punta
Carretas le mandó una máquina pero no se la prestó, a cambio de eso ellos se
cobraban las entradas. La verdad es que nadie lo ayudó. Lo dejaron solo. Pasó
el tiempo... Michelizzi murió y Marcela
Benincampi empezó a lotear esos terrenos. Le vendió a Roberto Scarabino una
parte para hacer el Barrio Español; otra porción se convirtió en el City Golf,
un aparcelamiento que se encuentra detrás de Villa Argentina; la última parte
la compró A.G.A.D.U. para su Colonia de Vacaciones... j Un crimen!...Cuando me
enteré que Marcela pensaba lotear y vender, me puse en contacto con la
directiva del Club de Golf de Montevideo, para ver si ellos tenían interés en
seguir ocupándose, para que esta maravilla no se perdiera. Estuvieron a punto
de aceptar pero... se echaron atrás. La otra alternativa hubiera sido que el Campo
de Golf, tal cual era, quedara en manos de la Intendencia de Canelones, o de la
Comisión Nacional de Turismo, pero... desguazarlo como lo desguazaron... eso no
se hace. ¡Un crimen!... no me cansaré
nunca de repetirlo... i fue un crimen!......>>. (Libro de Rosario Infantozzi).
LOS “CADDIES” DE ATLÁNTIDA
Hoy día todavía
quedan en el Balneario algunos viejos habitantes que tienen como anécdota
gloriosa el haberse desempeñado como “caddies” en el Campo de Golf. Esta
palabra inglesa designa a los cargadores de los palos de golf de los jugadores,
que van tras ellos caminando por todo el campo. (Actualmente el traslado se
hace en carritos especiales con motor, que también conducen los “caddies”).
Cuentan
que, en aquella época, venían los golfistas al campo y aparecía un montón de
muchachitos ansiosos de ser “contratados” por el día, se ganaban unos pocos
centésimos, pero para ellos era una pequeña fortuna.
Y
parece que también hacían un dinerito extra vendiéndoles a los jugadores las
pelotas de golf perdidas en partidos anteriores y que ellos rescataban.
Para el final dejo
una anécdota que escuchamos de boca de uno de aquellos muchachitos –el Chelo
Ferrares, hoy ya fallecido- quien en una entrevista hecha en el año 2011, nos
contaba que lo que más les gustaba a muchos de los jugadores extranjeros era
llegar al “Hoyo 10”, pues así era como llamaban jocosamente al bar que estaba
en el “club house”.
-Me voy al “Hoyo 10”
-exclamaban, dando por finalizado el juego y entregándole al “caddie” de turno
las monedas que se había ganado ese día.
Wilson Mesa
Fuentes
de Información _
Libro
“Atlántida, Historia, Imágenes y Personalidades, a cien años de su creación”,
de Federico Bonsignore.
Libro
“Cuentos de viento y de mar – Historias de Atlántida”, de Rosario Infantozzi.
Libro
“Atlántida, una historia de 100 años en 100 fotos”, de Mireya Bracco y Omar
Porta.
Libro
“Atlántida Centenaria - Guía Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda
González Bo.
Imágenes
– Extraídas de algunos de los libros mencionados.
Artículo publicado en la Revista CENTRO, N° 111, de diciembre de 2018.
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