UN EDIFICIO CON FORMA DE
BARCO
Crónicas de Atlántida
Es
original por la estructura. Y es original por la ubicación, al borde de la
barranca, junto al Río de la Plata. Se trata del edificio EL PLANETA, enclavado
donde comienza la Calle 22, en la Rambla Tomás Berreta. Construido en el año
1937, fue declarado Monumento Histórico Nacional en el año 2005.
En la
fotografía que me inspiró esta crónica, además de El Planeta, también se puede
apreciar, del otro lado de la calle, a la derecha, parte del edificio Golf
Palace, que funcionaba como anexo de El Planeta, cuando ambos eran hoteles.
Al lado
del Golf Palace, también se puede ver el Casino de Atlántida, cuyo local es de
la misma época.
UN POCO DE HISTORIA
Imposible
escribir sobre estas construcciones, sin mencionar a su creador, el empresario
italiano Natalio Michelizzi; él fue quien apenas llegado al Balneario en el año
1935 tuvo la idea de construir un hotel que rivalizara con los dos que había
por entonces, el “Atlántida Hotel” (1913), y el “Mercedes Hotel” (1923).
Para
hacerles verdadera competencia a estos establecimientos, muy bien instalados y
con excelente servicio, era necesario pensar en algo que se saliera de los
cánones comunes de la hotelería vernácula.
Y
Michelizzi –que era un visionario y un inversor muy audaz también- compró a la
“Territorial Uruguaya S.A.”, un terreno que abarcaba toda una manzana en la
calle 22 y Rambla, para hacer construir allí el “PLANETA PALACE HOTEL”.
En ese
entonces las calles apenas se estaban comenzando a definir como tales y en este
caso, casi paralelo a la calle 22 había un profundo zanjón –uno de los tantos
que atravesaban el Balneario llevando desaguaderos al mar-, y del otro lado de
dicho zanjón (el llamado Barranco de los Indios), estaba el Atlántida Hotel, el
“hotel de los médicos”.
Este
lugar fue el elegido por Michelizzi para realizar su primer sueño en la
Ensenada de Santa Rosa: la
construcción de un edificio con forma de barco, que sería la base de un pequeño
emporio hotelero. Porque después se le agregó un edificio Anexo (el Golf
Palace) en el centro del zanjón y otro edificio al lado para instalar un Casino
y, en el subsuelo, una “boite”.
Está
documentado, por varios autores, que el edificio se construyó en seis meses.
Que la empresa constructora fue la de García Otero, Butler y Pagani. Que la
empresa Wittemberg se encargó de la calefacción. Que vinieron ingenieros
italianos para dirigir la obra. Que la famosa escalera principal se hizo con
mármol de Carrara y que la araña del Hall central fue de cristal de Bohemia.
Dicen que
Michelizzi había pensado algo más para esa idea del barco de cemento enfilado
hacia el mar. Por ejemplo que tuviera un foso con agua alrededor para que las
personas subieran a bordo por puentes elevados. Y que la proa del barco tuviese
las paredes inclinadas hacia afuera, igual que los buques de verdad. Pero al
parecer, el Banco Hipotecario, que le financiaba el proyecto, no aprobó estos
detalles que la imaginería desbordante del empresario italiano había soñado.
Sin
embargo su pasión por las cosas del mar quedó plasmada en la forma general del
edificio, con cuatro pisos que semejan cubiertas, con las habitaciones que
serían los camarotes, con algunas ventanas del tipo “ojo de buey”; un puente de
mando en la cubierta superior -que a la vez es un mirador- y una “torreta”
coronando todo el conjunto.
EL NOMBRE ELEGIDO - PLANETA
¿De dónde
surgió ese nombre tan particular? Hay que recordar que Natalio Michelizzi tenía
en Buenos Aires una empresa importadora de máquinas para imprenta de la marca
alemana “Planeta”. Llegó a ser el representante de dicha marca para toda la
región y existía además un taller de ensamblaje y mantenimiento de tales
máquinas. La empresa se llamaba FAMAG S.A. (Fábrica Argentina de Maquinarias de
Artes Gráficas) y hubo un período en que fue la empresa distribuidora con
mayores ventas a nivel mundial de las imprentas “Planeta”.
Era un hombre con gran habilidad para los
negocios. Y esa visión para las oportunidades fue lo que le impulsó a radicarse
en Atlántida –después de conocerla-, y provocar en ella una “revolución” en las
costumbres y en los emprendimientos turísticos, con obras que han quedado como
icónicas; y han marcado para siempre su paso por estas tierras.
Se podría
decir que no fue una persona querida, o aceptada, por la comunidad atlantidense
de aquella época. Fue histórica su rivalidad con “los doctores del Atlántida
Hotel”. Lo curioso es que fue a ellos –integrantes casi todos de la compañía Territorial
Uruguaya S.A.- que les compró todas las tierras libres de construcciones que
iban quedando hacía 1936, incluyendo zanjones, terrenos con profundos
desniveles, el campo de Golf, toda la zona de Villa Argentina donde está El
Águila, y más.
Pero como
el tema de esta crónica es el edificio en sí, dejaremos para otra oportunidad
la posibilidad de elaborar una semblanza de Natalio Michelizzi, con detalles de
su personalidad, sus relaciones, sus obras y su muerte tan sorpresiva, a los
cincuenta y ocho años de edad.
EL PLANETA PALACE HOTEL
FUNCIONANDO
El hotel
se inauguró en el año 1937. Es imposible hablar del mismo sin mencionar a
Marcela Benincampi, que primero fue la secretaria personal de Michelizzi en la
empresa de Buenos Aires, después su pareja sentimental en Atlántida y su socia
comercial también. Ha sido descripta como una mujer de carácter fuerte y
dominante, que tomaba decisiones con total seguridad. Pero también supo intervenir
en el diseño de aspectos más decorativos, como por ejemplo los jardines. En
este aspecto fue la creadora de los famosos jardines del edificio anexo, el
Golf Palace, que se construyó dos años después, dentro del zanjón. Ella fue la
introductora de las hortensias como flores predominantes en los espacios que
Michelizzi y ella iban “sembrando”. Había hortensias en El Planeta; en la
bajada a la playa frente a este edificio; en los jardines del Anexo; igualmente
en la casa llamada El Barranco, en cuyos jardines se construyó El Águila; y
alrededor del propio “pajaro de piedra” también las había. Bien podría la
hortensia ser declarada la flor típica de Atlántida, tal como alguna vez alguien
sugirió.
Ella,
Marcela, se hacía cargo de los negocios de Michelizzi aquí, porque él viajaba
frecuentemente a Buenos Aires; y muy especialmente tuvo que ver con la gestión empresarial
del Planeta Palace Hotel. Si bien el establecimiento tenía un Gerente (el
argentino Vicente Cattólica); y tenía un Contador (José Pedro Damiani, el
histórico dirigente de Peñarol), por las manos, los ojos y la cabeza de Marcela
Benincampi pasaba todo el ritmo y la vida del hotel.
Un
ejemplo mínimo, pero muy revelador, se refiere a la selección del personal:
<<…Los criterios para la selección de los mozos eran inusualmente rígidos,
definidos directamente por Benincampi:
no podían ser gordos, ni pelados, ni tener bigote, ni usar perfume….>>.
(Bonsignore, pág. 100, e Infantozzi, pág, 114).
El
personal de servicio vestía uniformes blancos con botones dorados, como la
tripulación de un barco. Así lo documenta una foto muy conocida que aquí se
incluye.
LOS SERVICIOS
Había un maitre
argentino, un chef italiano, y un sommelier que elegía los mejores vinos del
mundo para traer a la mesa de los comensales más exigentes. Cada mozo del
comedor tenía un asistente, el “commis”, que se ocupaba de traer los platos
servidos desde las cocinas y luego retirar el servicio, mientras que el mozo
sólo servía y estaba atento a los movimientos de cada mesa.
El maitre
tenía potestad para no permitir el ingreso al comedor de los huéspedes que no
estaban adecuadamente vestidos para el lugar. Saco, corbata o golilla, vestidos
elegantes, era lo que se exigía para la ocasión. Pero hay que decir que esto se
practicaba no solamente en el Planeta Palace, también en los otros hoteles del
Balneario.
También
había un pianista profesional que tocaba a la hora de las comidas.
Como un
ritual muy particular de este hotel se cuenta que había un cañoncito en la
terraza del cuarto piso que cada mediodía (a las doce en punto) era disparado,
para anunciar a los huéspedes que estaban en la playa que el almuerzo se
serviría en media hora. Y a las doce y media un empleado hacía sonar un gong
gigante anunciando la apertura del comedor. El cañonazo de salva de las doce se
oía a bastante distancia, y dicen que servía también como reloj para muchos
vecinos.
En
procura de ser autosuficiente, el Planeta Palace Hotel tenía su propia
panadería, una fábrica de hielo, una confitería o pastelería, y una cafetería.
También había una lavandería, ya que los manteles, sábanas, uniformes, etc.,
eran lavados y planchados en el propio establecimiento.
Como
extensión de los servicios a la playa, sobre la arena, se había construido un
parador que se llamaba “El Pacú”, allí los mismos empleados del hotel servían
tragos y picadas a los turistas.
Este
parador fue arrasado por las aguas en el año 1953, durante una de las grandes
tormentas que cada tanto ocurrían, y ocurren, en la costa de la Ensenada de
Santa Rosa.
También
había otra construcción en la playa que se llamaba “El Hongo”, por su forma tan
particular; tenía techo de paja y, según dicen, servía para guardar una lancha
de Michelizzi, que era afecto a navegar. Este refugio corrió la misma suerte
que “El Pacú”.
Por lo
que venimos viendo, Michelizzi y Marcela habían “privatizado” en cierto modo la
playa frente al hotel. Cuentan, por ejemplo, que había empleados que armaban
las carpas y sombrillas para los huéspedes y luego las retiraban. Era un
servicio muy completo.
Otro
detalle que poco se conoce: cuentan
los memoriosos que había en el extremo de la manzana -opuesto al edificio El
Planeta- una pajarera gigante con toda clase de pájaros, nativos y exóticos,
que resultaba una atracción, no sólo para los veraneantes del hotel, sino para
todas las personas que pasaban por allí.
Hay que
mencionar también que el hotel tenía dos vehículos –un auto y un ómnibus-
destinados a trasladar a sus huéspedes desde la estación de ferrocarril, o
desde el puerto de Montevideo, adonde llegaban provenientes de Buenos Aires en
el “vapor de la carrera”. Uno de los choferes de estos transportes era Vicente
Díaz, notorio vecino del Balneario.
Es muy
extensa la lista de visitantes extranjeros famosos que se hospedaron en el
hotel; para no nombrarlos individualmente baste decir que lo más selecto de la
colonia artística argentina, y de otras nacionalidades, pasó por sus
instalaciones en largas temporadas de verano.
LA CAÍDA
Fue poco
a poco que sucedió la caída del emporio creado por Michelizzi. Varios hechos
tuvieron que ver con ello. El más importante fue, sin duda, la muerte del
empresario ocurrida el 30 de junio de 1953; se había internado para realizarse
una sencilla cirugía de vesícula y murió durante la operación.
Pero ya
anteriormente el negocio industrial en Buenos Aires y el negocio hotelero en
Atlántida habían sufrido reveses de todo tipo, sobre todo a consecuencia de la
segunda guerra mundial y sus derivaciones para el sur de América. Hay autores
que afirman que Michelizzi pasó a integrar una de las famosas “listas negras”
de simpatizantes con el régimen nazi, en este caso elaborada por Gran Bretaña.
Recuérdese que el embajador británico en Argentina de la década del cuarenta (Sir
Esmond Ovey) veraneaba en Atlántida; y que tenían residencias aquí numerosas
familias inglesas y alemanas, las cuales a raíz de la guerra se comenzaron a
distanciar hasta verse como enemigas.
Michelizzi
y Benincampi fueron tildados de simpatizantes de Hitler y Mussolini. Se ha
dicho que celebraban fiestas en el Planeta Palace Hotel después de cada
victoria importante de los nazis en Europa. A todo esto se agrega el hecho de que
Michelizzi era importador y distribuidor de maquinaria alemana (las imprentas
Planeta, justamente). Las consecuencias de estas “listas negras” eran el
aislamiento comercial y financiero a las personas que las integraban.
Pero hubo
otras causas coadyuvantes, por ejemplo el cierre de fronteras del gobierno de
Perón para los argentinos que venían a Uruguay, durante un período que para el
turismo uruguayo fue nefasto.
FINAL DE LA HISTORIA
El
Planeta Palace Hotel primero cambió de nombre, ya que todo el complejo pasó a
denominarse Golf Palace Hotel, para tratar de hacer olvidar la palabra Planeta
(1943).
Después
de la muerte de Michelizzi (1953), se advirtió claramente que Marcela
Benincampi no podía, ni tenía fuerzas, como para hacerse cargo de los
emprendimientos que habían creado entre los dos.
Poco a
poco las numerosas propiedades que habían quedado en Atlántida y Villa
Argentina, se fueron vendiendo, enteras o fraccionadas; hasta el mismo Campo de
Golf sufrió ese proceso.
El
Planeta Palace y el Golf primero dejaron de funcionar como hoteles (1958) y poco
después fueron transformados en propiedad horizontal y vendidos como
apartamentos.
Como ya
mencioné al comienzo, el Edificio Planeta fue declarado Monumento Histórico
Nacional, según la ley N°14.040, del 19/12/2005. Su mantenimiento y
administración es absolutamente privada, estando a cargo de una comisión de
co-propietarios.
***
Hoy día,
el edificio con forma de barco sigue simulando zarpar desde la costa, ya
convertido en una atracción turística y un patrimonio arquitectónico que es
orgullo de los atlantidenses.
Fuentes de información-
Libro “Atlántida, Historia,
Imágenes y Personalidades, a cien años de su creación”, de Federico Bonsignore.
Libro “Atlántida Centenaria- Guía
Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda González Bo.
Libro “Cuentos de viento y de mar
– Historias de Atlántida”, de Rosario Infantozzi.
Libro “Atlántida, una historia de
100 años en 100 fotos”, de Mireya Bracco y Omar Porta.
Imágenes – Fotografías extraídas
de los distintos libros mencionados.
Artículo publicado en la Revista CENTRO, N° 112, enero 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario