LA CAÑADA SANTA ROSA – POCO CONOCIDA Y NADA CONSERVADA
Crónicas de Atlántida - por Wilson Mesa
“Santa Rosa serena, de verdor vestida,
bajo el
cielo celeste, en quietud sosegada,
la
cañada murmura su canción dormida,
mientras
corre feliz por la fresca hondonada”.
En aras del “progreso” algunos
patrimonios naturales han sido muy maltratados en nuestra zona. Pero, de todas
maneras, la naturaleza siempre saca la cabeza y dice “aquí estoy”; para bien o
para mal, ella está. Esta es la pequeña historia de uno de esos elementos
naturales que siempre estuvo en el territorio y que muchas personas pasan por
ella a diario, sin notar su presencia: es el caso de la Cañada Santa Rosa.
LOS ORÍGENES
Este curso de agua ni siquiera aparece en los mapas actuales. Y cuando aparece no tiene nombre. Pero les cuento que esta cañada, aunque pequeña, aunque intermitente, antes sí tuvo un nombre y tuvo un recorrido muy preciso, dejando para siempre trazado un hondo camino que todavía ahora se llena de agua cuando las lluvias abundan. Ese nombre, y ese recorrido, es el que queremos rescatar para que se recuerden algunos topónimos que son parte de la identidad cultural comunitaria del “pagus atlantidensis”, como lo llamó Juan M. Gutiérrez Laplace.
Así como existe la Ensenada de Santa Rosa y el Fortín de Santa Rosa, existe también la Cañada Santa Rosa.
Antes, hemos de recordar que
el nombre Santa Rosa proviene de una Sumaca portuguesa que, en los tiempos de
la colonia española naufragó en las aguas del Plata durante una tormenta y sus
restos fueron a dar a la costa de la Ensenada, la cual desde entonces tomó su
nombre. Demás está decir que dicha embarcación, como otras tantas, servía para
contrabandear productos varios, burlando el monopolio comercial establecido por
España en estas tierras.
EL RECORRIDO
Con Arinda nos avocamos a seguir -y fotografiar- todo el recorrido de este curso de agua hasta su desembocadura en la playa, casi al lado de la “Bajada Vieja”. Y les aseguro que es bastante largo; por algo aparece nombrado como “Arroyuelo Santa Rosa” en el Diccionario Geográfico, de Orestes Araújo, 2ªedic. de 1912, siendo este el primer lugar donde aparece mencionado. También es nombrado en un mapa muy antiguo de la costa de Canelones. (Ambos datos son aportes de Federico Bonsignore).
Volviendo al recorrido, puedo decir que, aparentemente, comienza dentro del predio del Centro Vacacional de Empleados de ANCAP (CEA), en un lugar al fondo del mismo, sobre la calle Mario Ferreira. Allí hay una vegetación muy tupida, donde predominan las totoras, cañas y colas de zorro, así como también árboles grandes y matorrales.
La cañada atraviesa todo el predio y cruza la Avenida Pinares (entubada y con un puentecito de hierro para peatones). Sigue zigzagueando por el Barrio Español y aparece de manera notoria frente al edificio de UTU, allí la cruza un puente de barandas amarillas que es sólo para peatones (antes era de madera).
El curso de agua sigue su recorrido por detrás del predio del Country y atraviesa la Ruta Interbalnearia (entubada en varias partes) para aparecer del lado sur, al costado de la Escuela “Shaolin Chuan”. Atraviesa por debajo del puente para ingresar en el Parque Lineal (la parte más cuidada de la cañada).
Vuelve a atravesar calles y ruta (con el correspondiente entubado) hasta reaparecer en “Atlántida Jardín” con un zanjón profundo que llega a la calle 11, la antigua entrada de Atlántida; allí hay un puente o calzada que no tiene barandas, por lo que la gente no repara que está pasando por encima de una cañada.
El zanjón sigue del otro
lado de la calle 11 y serpentea por “Atlántida Serena” hasta llegar a la
rambla. Ahí tiene el entubado más grande y suavemente muere -o renace- en el
Río de la Plata.
Le he preguntado a Federico
Bonsignore si él considera que es una cañada o un arroyuelo y si podría nacer
en un manantial. La respuesta (textual) fue: “No creo que nazca en un
manantial, creo que es solamente una cañada que se forma intermitentemente por
efecto colector de aguas pluviales de la zona, similar a los zanjones que
rodeaban a la vieja cancha de golf”.
Y agrega, Bonsignore: “En la
cartografía actual dicho curso de agua (que por su escaso caudal y longitud
entra más adecuadamente en la categoría de cañada) no es denominado de forma alguna,
pero en materiales más antiguos es posible observar que sí tenía un nombre, y
que en el libro intenté recuperar. Quizás algún día alguien me ayude y ponga un
cartelito en la cabecera del puente, ¿quién sabe?".
LOS PRIMEROS
VERANEANTES
Cuando los primeros veraneantes comenzaron a venir, primero en carretas, después con automóviles, se encontraron con algunos zanjones formados por pequeños cursos de agua que les cerraban el paso para avanzar por encima de las barrancas de la Ensenada de Santa Rosa hacia la Punta Piedras Negras.
Entonces tuvieron que optar
por entrar a la playa por donde la naturaleza lo permitía y ese lugar fue la
“Bajada Vieja”, apenas unos metros antes del primer zanjón. El tal “escollo”
era ni más ni menos que la Cañada Santa Rosa.
Cuando, años después, a la
cañada se le construyó un puentecito de madera, la calle 11 se convirtió en la
primera entrada que tuvo el Balneario y los vehículos de todo tipo ya no
tuvieron que circular por la playa.
DOS ANÈCDOTAS
En el año del Centenario (2011) realizamos con Arinda González y Olga Píriz muchas entrevistas a personas añosas de la localidad. De esas entrevistas rescato dos anécdotas que tienen que ver con la Cañada Santa Rosa.
La primera fue de Jacinta
Hernández (Tita), nacida en 1914, quien contaba que ella y sus tres hermanas siendo
muy niñas venían con sus padres desde
el paraje Solís Chico, en charré primero y en un camioncito después, a pasar
muchos días acampados en la “playa de Santa Rosa”. Y ella recordaba que bajaban
con el vehículo a la arena y allí hacían campamento, porque había un arroyito
que los proveía de agua dulce y además ellas podían pescar en sus riberas.
La segunda anécdota la
recogimos al entrevistar a Ana María Molinari y a su hermana Sara, cuyos padres
fueron de los primeros pobladores provenientes de Pando que tuvieron su casa de
veraneo en Atlántida (década del 30). Ellas contaron que, cuando iban entrando
-o saliendo- del Balneario en automóvil por la entrada vieja (calle 11), el
padre bromeando les pedía que contuvieran la respiración porque iban a cruzar
el puente de madera. Y una vez que pasaban lanzaban un gran suspiro de alivio,
por lo que en la familia le llamaban “el puente de los suspiros”.
Y DESPUÉS
LLEGÓ EL PROGRESO
Y con el “progreso” llegó el entubado de los cañadones que, como ya mencioné eran varios; porque además de la Cañada Santa Rosa, existía el ya famoso “barranco de los indios” junto al cual se construyó el “Atlántida Hotel”. Y más hacia el este estaba la “cañada de los quejidos” que tiene también su historia.
Todos ellos fueron puenteados, entubados o -en el peor de los casos- rellenados para construir encima.
¡Qué bueno sería que la
situación cambiase! Que la comunidad toda se dé cuenta que ahí hay un
patrimonio natural maravilloso, digno de preservar. Esto hace a una conciencia
ambiental que hay que adquirir y aplicar.
Ya que ni el transcurrir del tiempo, ni el crecimiento urbano inexorable han podido hacer desaparecer por completo a la Cañada Santa Rosa, estamos a tiempo de recuperarla desde la limpieza y el parquizado. ¿O todo ha de seguir igual?
Wilson Mesa, abril de 2024
FUENTES:
-Federico Bonsignore – Aporte de información muy valiosa sobre “Santa Rosa” y fotografías aéreas.
-Aportes varios de - Danilo y Aníbal Burgueño, Alfredo Gutiérrez y Héctor Pereyra Dandrau.
-Grabaciones
con entrevistas a Ana María y Sara Molinari. Y a Jacinta Hernández.
IMÁGENES
– Fotografías actuales de Arinda González Bo.
Fotografías
antiguas aportadas por Mireya Bracco y Omar Porta.
ACÁPITE
– Fragmento del poema “Cañada Santa Rosa”, de Arinda González Bo.
ARTÌCULO publicado en la Revista CENTRO, Nº176, de mayo 2024.
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