La
muerte de Pablo Neruda, el 23 de setiembre de 1973, (hace 44
años), dejó sin su voz mayor a la poesía americana y universal.
No
hubo otro poeta tan grande como él en el mundo de la lengua española; ni
siquiera Federico García Lorca, o Antonio Machado, o Bécquer, o Alfonsina
Storni, o Rubén Darío, o Juana de Ibarbourou, Octavio Paz, Sor Juana Inés de la
Cruz, Gabriela Mistral, José Martí, César Vallejo, Vicente Huidobro, o Mario
Benedetti, por nombrar algunas voces que han sido universales también.
Se
podrían nombrar miles, pero ninguno iguala la potencia expresiva y la enorme
producción poética de este maravilloso creador, cuya obra ha llegado a los más
recónditos lugares del planeta.
Los
habitantes de Atlántida tenemos el orgullo de que Pablo Neruda haya dedicado dos
o tres hermosos poemas a este lugar del mundo en que vivimos, poemas que -tal
vez- deberían aprenderse de memoria ya desde la Escuela, porque son de quien
son, y porque son únicos e intransferibles. Son nuestros para siempre.
EL ORIGEN DE LOS POEMAS
A “DATITLA”
El
poeta chileno, Premio Nobel de Literatura en 1971, estuvo en Atlántida en dos
oportunidades, y las dos en compañía de Matilde Urrutia.
**
La
primera estadía
comenzó en el fin del año 1952, (ellos pasaron las fiestas con el matrimonio
Mántaras, dueños de la casa de la rambla de la Playa Mansa en la que buscaron refugio
los amantes secretos). Neruda llamó “Datitla” tanto al Balneario, como a la
casa; nombre que manejaban como una clave con Matilde.
Insisto
en esto del secreto entre ellos, porque Neruda venía de un matrimonio de casi
veinte años con Delia del Carril y, se supone, que estaba buscando la manera de
separarse con el menor “daño” posible. Esta primera estadía, una vez pasadas
las fiestas del fin de año, continuó en los primeros días de 1953, hasta el 22
de enero, fecha en que Neruda partió hacia Chile para encontrarse con su esposa,
Delia del Carril.
Como
otra muestra del secreto del que hablamos, recordemos que en el mismo año
(1952) se había publicado, en Nápoles, el libro “Los versos del Capitán”,
(dedicado secretamente a Matilde, y uno de los más apasionados del poeta). El
libro fue presentado como de un autor desconocido que le había hecho llegar los
poemas a terceras personas.
**
La segunda estadía de la pareja en “Datitla” fue en el
mes de octubre del año 1956. Neruda ya estaba separado de Delia del Carril y
unido a Matilde, aunque todavía no casados. Llegaron el 23 de octubre y se
quedaron hasta mediados de noviembre. Neruda brindó algunos recitales en
Montevideo. A mediados de noviembre viajó a Brasil y a comienzos de diciembre
pasó una breve temporada en Buenos Aires, donde dio dos recitales. Luego
regresó a Chile.
EL HERBARIO DE MATILDE
Pero
en esta segunda estadía quedaron estampados en un herbario que Matilde Urrutia
fue armando con ejemplares de la flora de la costa atlantidense, los poemas
dedicados a “Datitla” y varios comentarios agregados en prosa poética, frases breves, claves amorosas y recuerdos de
enamorados, tales como: “Hierbas
delgadas desde cuyos hilos se suspenden minúsculos faroles”, esto escribe Neruda junto a unas semillas de trébol.
En otro
lugar del herbario describe, “hirsutos pabellones de acacia oscura y flor color
de vino”; “hojas redondas de sombrío verde cortado con tijeras”.
Entre hierbas, hojas, flores, semillas y ramitas,
pegadas en hojas grandes de cartulinas de color, aparecían esos textos, con la
inconfundible caligrafía del poeta chileno, quien escribió en la portada:
“Oda a las flores de Datitla,
versos de Pablo Neruda, herbario de Matilde”.
Más abajo
dedica la obra a sus amigos y anfitriones uruguayos, Olga y Alberto Mántaras, Era como un juego de enamorados que
realizaron en la segunda estadía y que luego quedó en la casa de los Mántaras
cuando ellos partieron.
He
aquí los poemas -o el largo y único poema- que Pablo Neruda dejó para la
posteridad en el herbario de Matilde:
ODA A LAS FLORES DE DATITLA
Bajo los
pinos la tierra prepara
pequeñas cosas puras:
hierbas delgadas
desde cuyos hilos
se suspenden minúsculos faroles,
cápsulas misteriosas
llenas de aire perdido,
y es otra allí
la sombra,
filtrada
y floreada,
largas agujas verdes esparcidas
por el viento que ataca y desordena
el pelo de los pinos.
En la arena
suceden
pétalos fragmentarios,
calcinadas cortezas,
trozos azules
de madera muerta,
hojas que la paciencia
de los escarabajos
leñadores
cambia de sitio, miles
de copas mínimas
el eucaliptus deja
caer
sobre
su
fría y fragante
sombra
y hay
hierbas
afraneladas
y plateadas
con suavidad
de guantes,
varas
de orgullosas espinas,
hirsutos pabellones
de acacia oscura
y flor color de vino,
espadañas, espigas,
matorrales,
ásperos tallos reunidos como
mechones de la arena,
hojas
redondas
de sombrío verde
cortado con tijeras,
y entre el alto amarillo
que de pronto
eleva
una silvestre
circunferencia de oro
florece la tigridia
con tres
lenguas de amor
ultravioleta.
**
Arenas de Datitla
junto
al abierto estuario
de La Plata, en las primeras
olas del gris Atlántico,
soledades amadas,
no sólo
al penetrante
olor y movimiento
de pinares marinos
me devolvéis,
no sólo
a la miel del amor y su delicia,
sino a las circunstancias
más puras de la tierra:
a la seca y huraña
flora del Mar, del Aire,
del Silencio.
pequeñas cosas puras:
hierbas delgadas
desde cuyos hilos
se suspenden minúsculos faroles,
cápsulas misteriosas
llenas de aire perdido,
y es otra allí
la sombra,
filtrada
y floreada,
largas agujas verdes esparcidas
por el viento que ataca y desordena
el pelo de los pinos.
En la arena
suceden
pétalos fragmentarios,
calcinadas cortezas,
trozos azules
de madera muerta,
hojas que la paciencia
de los escarabajos
leñadores
cambia de sitio, miles
de copas mínimas
el eucaliptus deja
caer
sobre
su
fría y fragante
sombra
y hay
hierbas
afraneladas
y plateadas
con suavidad
de guantes,
varas
de orgullosas espinas,
hirsutos pabellones
de acacia oscura
y flor color de vino,
espadañas, espigas,
matorrales,
ásperos tallos reunidos como
mechones de la arena,
hojas
redondas
de sombrío verde
cortado con tijeras,
y entre el alto amarillo
que de pronto
eleva
una silvestre
circunferencia de oro
florece la tigridia
con tres
lenguas de amor
ultravioleta.
**
Arenas de Datitla
junto
al abierto estuario
de La Plata, en las primeras
olas del gris Atlántico,
soledades amadas,
no sólo
al penetrante
olor y movimiento
de pinares marinos
me devolvéis,
no sólo
a la miel del amor y su delicia,
sino a las circunstancias
más puras de la tierra:
a la seca y huraña
flora del Mar, del Aire,
del Silencio.
**
Y cuando
de regreso
brilló tu boca bajo los pinares
de Datitla y arriba
silbaron, crepitaron
y cantaron
extravagantes
pájaros
bajo la luna de Montevideo, entonces
a tu amor he regresado
a la alegría de tus anchos ojos;
bajé, toqué la tierra
amándote y amando
mi viaje venturoso.
de regreso
brilló tu boca bajo los pinares
de Datitla y arriba
silbaron, crepitaron
y cantaron
extravagantes
pájaros
bajo la luna de Montevideo, entonces
a tu amor he regresado
a la alegría de tus anchos ojos;
bajé, toqué la tierra
amándote y amando
mi viaje venturoso.
**
Datitla
Amor,
bienamada, a la luz solitaria y la arena de invierno
recuerdas
Datitla?
los
pinos oscuros, la lluvia uruguaya que moja el graznido
de
los benteveos, la súbita luz de la naturaleza
que
clava con rayos la noche y la llena
de
párpados rotos
y de
fogonazos y supersticiosos
relámpagos
verdes
hasta
que cegados por el resplandor
de
sus libros eléctricos
nos
dábamos vueltas en sueños
que
el cielo horadaba y cubría.
Los
Mántaras fueron presencia y ausencia,
arboleda
invisible de frutos visibles,
la
casa copiosa de la soledad,
las
claves de amigo y amiga
ponían
su marca en el muro
con
el natural generoso que envuelve
en
la flor la ambrosía
o
como el aire sostiene su vuelo nocturno
la
estrella bruñida y brillante afirmada
en
su propia pureza
y
allí del aroma esparcido en las bajas riberas
tú y
yo recogimos
mastrantos,
oréganos, mezelia, espadañas:
el
herbario interregno que sólo el amor recupera
en
las costas del mundo.
**
Nota _ Este último poema aparece en el libro
"La Barcarola", 1964.
**
EL LIBRO
La historia que hubo
por detrás de la publicación de “Oda a las Flores de Datitla” merecería un
libro aparte.
La
amistad entre Pablo y Matilde con el matrimonio de Alberto y Olga Mántaras,
continuó en el tiempo. En el mes de mayo del año 1955, el arquitecto Mántaras
filma, en Isla Negra, (el lugar donde vivió Neruda hasta el fin de sus días) el
documental “Oda al mar”, con la voz del poeta.
En 1968, Neruda le
dio instrucciones al amigo y confidente uruguayo que los cobijó en Atlántida en
los años cincuenta, para que se editara el herbario. Recordemos que el poeta
murió en 1973. Los años pasaron, y recién en el año 1992, Mántaras viajó a
Santiago para dejar en manos del ahijado de Neruda, Ramiro Insunza, el herbario
de Matilde.
Cuando Insunza se
decidió a publicarlo surgieron una serie de vericuetos editoriales, porque la “Fundación
Pablo Neruda”, que custodia todo la producción del poeta, decía que esos versos
ya estaban en el libro de las “Odas Elementales”. Tres editoriales lo tuvieron
en sus manos y terminaron descartando el proyecto.
“En el fondo el
problema era que se celebrara este amor clandestino. Nadie quiso antes editar
una obra que resulta un canto a ese amor”, dijo Insunza.
Finalmente la
publicación del libro “Oda a las Flores de Datitla”, fue financiada por la Corporación
“Síntesys”, con la autorización de la “Fundación Pablo Neruda”, y se dio a
conocer en el año 2002. Fue una edición limitada, lanzada simultáneamente en
varios países y que por su precio no resultaba asequible para cualquier lector,
aunque estuviera muy interesado. Fueron 2000 ejemplares numerados; de 64
páginas cada uno; de 38cm de alto por 30cm de ancho; con tapa dura forrada en
cartulina y sobrecubierta impresa a cuatro colores, con solapas de 15 cm.
Cada copia se vendía
entre 100 y 130 dólares, un precio bastante superior al que seguramente costó
el original, hecho de cartulina, tinta verde y material vegetal pegado con
cola. En definitiva, toda la historia por detrás del libro guarda relación con
lo prohibido.
Una
vez que el libro fue impreso el herbario de Matilde volvió a Uruguay; lo
recibió la segunda esposa de Mántaras, María Lires Laureiro. Ésta a su vez lo
cedió a Selva Santurión y Miguel Quenón, para que formara parte del material
sobre Neruda que se exhibía en el “Museo - Paseo de Neruda”, en una de las
viejas casas de la rambla (la que fue del Dr. Cóppola). Este museo se trasladó
a Punta del Este en el año 2008.
Lo cierto
es que, con el transcurrir del tiempo, estos poemas escritos en homenaje a un
amor vivido en nuestras costas, adquieren mayor valor emocional e histórico
para los atlantidenses.
Allí está
–como siempre- la casa llamada “Datitla” y frente a ella un pequeño monumento
recordatorio del paso del poeta por estos lugares que otrora lo cobijaron,
junto a Matilde Urrutia.
Wilson Mesa _ setiembre de 2017
Fuentes de información _
Web de la Corporación “Síntesys”
Web de la
“Fundación Pablo Neruda” _ Cronología.
Imágenes _ Las
fotografías de la casa y el monumento son de Arinda González Bo.
Las demás son extraídas de
Internet.
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