Si
bien se considera el 19 de octubre de 1911 como la fecha convencional de
fundación de Atlántida; fecha en la cual la sociedad anónima “La Territorial” aprobó
el plano general de avenidas y amanzanamiento,
realizado por el Ing. Juan Pedro Fabini, esta acción fundacional no surgió de
la nada. No fue que un día unos cuantos “iluminados” se despertaron de buen
humor y dijeron “vamos a fundar una Estación de Baños”, al estilo de las de la
Riviera francesa, que algunos de ellos conocían por sus viajes a Europa. No fue
así, por supuesto.
Hubo
un largo proceso (de unos treinta años), que podríamos situar entre 1878 y 1908,
para llegar a ese momento. Se sabe que durante las últimas dos décadas del
siglo XIX, ya venían familias a acampar en la “Playa de Santa Rosa”, durante
los tres meses del verano. Hubo luego una interrupción provocada por las
revoluciones de 1897 y 1904.
Resulta
apasionante leer los relatos acerca de cómo venían las familias desde Pando y
las zonas cercanas al “Camino a Maldonado”, (actual Ruta nacional N° 8),
atravesando campos, esteros y arenales para disfrutar de las aguas de mar.
Porque para ellos, y para nosotros aún hoy es “el mar”, no importa que se llame
Río de la Plata. También es muy interesante conocer las historias de sus
vivencias, una vez instalados en “los
campamentos de baños de la playa de Santa Rosa”.
LA
“PREHISTORIA”
Recordemos
también que, antes de esa época, ya había en la zona asentamientos humanos.
Desde mucho antes de la conquista y colonización española -y portuguesa-, hubo grupos
indígenas, verdaderos dueños de toda la costa platense. Después hubo otros
asentamientos de tipo militar, en los tiempos de virreyes y gobernadores en el
Río de la Plata, como veremos más adelante.
Se
puede decir que todo nació alrededor de dos hitos geográficos: el “Paso de Las Toscas” y la “Ensenada de Santa Rosa”.
El “Paso de Las
Toscas”, era el pasaje casi obligado para vadear el arroyo Solís Chico a la
altura de donde, actualmente, está el viejo puente del ferrocarril. Primero por
jinetes de a caballo y después con carretas y carruajes; hasta ir evolucionando
hacia otros medios de transporte de personas y mercancías. El cauce del arroyo,
en ese vado, está conformado por piedras calizas de color rojizo, llamadas
toscas, de ahí el origen del topónimo.
En una
de las márgenes estuvo “la Guardia de Las Toscas”, en la época de la colonia,
Después todo el paraje circundante se llamó “Las Toscas”; e incluso la parada
del ferrocarril se llamaba así (después Estación Atlántida).
La “Ensenada de Santa Rosa”,
fue el verdadero imán de belleza natural que atrajo a los primeros visitantes,
aquellos que buscaban lugares más “salvajes”, pero no muy lejanos, para su
descanso veraniego. La Ensenada abarca desde la boca del arroyo Pando hasta la
Punta Piedras Negras.
¿Por qué el nombre de Santa Rosa?
A las
costas de esta Ensenada, venía una sumaca portuguesa llamada la “Santa Rosa”,
que traía productos de contrabando para negociar por cueros a los faeneros.
Precisamente el español, don Antonio de Pando y Patiño, era uno de los faeneros
que actuaba en la zona, utilizando el “Arroyo de las Carretas” (hoy, arroyo
Pando), para sacar los cueros en chatas hacia el Río de la Plata. Durante una
tormenta la sumaca portuguesa naufragó y la Ensenada tomó el nombre de la
misma.
Estas tierras costeras, que en los primeros tiempos parecían desiertos
de arena junto al mar, tenían dueños legales, por supuesto. Imposible realizar
en esta crónica el detalle de cómo se fueron subdividiendo los campos sobre la
costa del Río de la Plata, entre el arroyo Pando y el arroyo Solís Chico,
digamos solamente que uno de los últimos propietarios de la tan mentada “playa
de Santa Rosa” fue don Albino Olmos. (Bonsignore, pág. 27).
LOS PRIMEROS CAMPAMENTOS DE BAÑOS
Las
familias de Pando que participaban de estos “campamentos de baños”, eran los Barnech,
Giribaldi, Conti, Chilinchabide, Piovene, Pichuaga, Etcheverry, Pirelli,
Gorostiaga, Usabiaga, Acebedo, Pernas, Olmos, José Oliva, Luis Antonio
Gutiérrez, Pedro Laferrere, Ambrosio Fernández, Remigio Ayala, Francisco Ciocca,
etc. (Zinola, pág. 78).
Algunas
de estas mismas familias provenientes de Pando, cuando el naciente balneario se
loteó en solares (desde 1912, en adelante), construyeron aquí sus “casas de
veraneo”, los Barnech, Molinari, Pratto, Uslenghi, Zinola, etc.
Gracias
al libro de Don Elio Zinola, “Historia de Pando”, conocemos que la organización
de los campamentos de baños estaba a cargo de un vecino que cumplía funciones
de “comisario”, llamado Ambrosio Fernández. Los veraneantes viajaban en
carretas tiradas por varias yuntas de bueyes; carretas que eran el medio de
transporte y a la vez precaria vivienda durante el viaje de varios días.
Era
toda una aventura el desafiar los enormes médanos, esteros y cañadones, sin
habitantes cercanos, al paso cansino de los animales, trayendo todos sus
enseres para pasar las vacaciones.
Transportaban
todo tipo de utensilios y comestibles no perecederos; también vacas, cerdos y
gallinas, para la larga estadía. En la costa se “paraban” las carretas, que
servían de dormitorios para las mujeres. Los hombres, debajo, en la arena, en
cualquier lado. Así se pasaban dos o tres meses. Armaban gallineros y corrales, para los
animales que traían, utilizando materiales naturales que encontraban en el
lugar.
Elio
Zinola, entre otras cosas, relata, textualmente, lo siguiente: “… A la hora del
baño –dos veces al día- mientras las señoras se hallaban en la costa, le estaba
vedado al otro sexo bajar a la playa so pena de ser severamente reconvenido por
don Ambrosio que no toleraba infracciones a la reglamentación que, previa una
meticulosa deliberación de una comisión mixta, se redactaba antes del comienzo
de la temporada veraniega…“
“Después
que ellas retornaban del refrigerio salino y que la mirada avizora e
inquisitiva de don Ambrosio comprobaba que ninguna dama había quedado rezagada
en la playa, recién entonces, se permitía el turno a los hombres…Igual que en
nuestros tiempos. En toda la vasta
extensión de la playa Santa Rosa no se vislumbraba otra vivienda que el
destartalado rancho de la servicial morena Petrona Argüello, oriunda de Durazno
que se hallaba emplazado donde actualmente se levanta el edificio del “Planeta”
de Atlántida.
Doña
Petrona afecta a la rememoración de sucesos históricos acaecidos en nuestro
país, cuyos relatos hacía con vivacidad y gracejo, había conocido en sus
mocedades al general Rivera y a la agraciada María Leguizamón, apodada “La
Guayreña”…”. (Zinola, pág.76 y 78
***
“Cualquiera fuera el caso, este representa
indiscutiblemente el primer registro de actividades turísticas en la zona en la
que, en pocos años más nacería uno de los balnearios más importantes del país”.
(Bonsignore, pág. 30)
LOS SEGUNDOS CAMPAMENTOS DE BAÑOS
En el
año 1884, el parlamento uruguayo, aprobó la Ley de Trazado General de
Ferrocarriles, estableciendo seis líneas, una de ellas, era el Ferrocarril
Uruguayo del Este (Uruguay Great Eastern Railway). Pero fue recién en el año
1895 que se inauguró la línea de ferrocarril al Este, que pasaba por la
Estación Las Toscas (hoy Estación Atlántida).
A
partir de esos hechos la historia de estas tierras daría un giro fundamental,
ya que del año1908 en adelante algunas familias muy acaudaladas de Montevideo,
entre las que se encontraba la de Juan Pedro Fabini, comenzaron a venir en ferrocarril
hasta la Estación Las Toscas y desde allí trasladarse a la costa para
establecer campamentos de baños, también, tal como lo habían hecho desde mucho
tiempo antes las familias pandenses.
Así
se lo contaba Juan Enrique Fabini, a Rosario Infantozzi, en una entrevista: “…Aunque no lo
parezca, yo fui alguna vez un chiquilín de cinco años, el penúltimo de una
familia de cinco hermanos. En aquella época mi padre, un gran industrial,
descubrió para nosotros un lugar que era único en el mundo. Una enorme ensenada
de aguas calmas rodeada por una ancha faja de arenas doradas encerradas entre la
espuma blanquísima de las rompientes y una colosal barrera de barrancas...”.
"Cuando
llegué allí por primera vez a acampar con mi familia no había nada más que eso:
arena y agua y algunos ranchos de pescadores.
Para
llegar al lugar donde solíamos acampar veníamos de Montevideo en tren y desde
la estación hasta la costa, nos trepábamos a un break y atravesábamos palmo a
palmo el campo arenoso plantado de árboles nuevos (por este dato se deduce que
el relato se sitúa después del año 1908), seguidos por el carro tirado por
bueyes que llevaba nuestras carpas y todos los demás cachivaches necesarios
para acampar por unos días. Cuando llovía la travesía era bastante penosa
porque se formaba mucho barro y las ruedas se enterraban en él. ¡Hasta volcamos
una vez!...”.
“Cuando nos íbamos
acercando a la costa, el terreno se transformaba y empezaban los médanos de
arena. Entrabamos a esa zona por la carretera vieja y, cuando llegábamos a una
cañada que no nos daba paso, bajábamos a la playa por la bajada de Atlántida
Serena. Más adelante se construyó un puentecito sobre esa famosa cañada y se
podía llegar por arriba hasta que un
barranco indómito nos cerraba el paso. Era un profundo tajo de barro rojo que
nosotros llamábamos “la barranca de los indios” porque, a poco que
escarbáramos, descubríamos restos de un primitivo asentamiento indígena a muy
poca profundidad. Si vieras las puntas de flecha todavía afiladas que
encontrábamos! También algo que podrían haber sido boleadoras porque eran unas
piedras redondas con una canaleta alrededor, como para pasar una cuerda o un
tiento. No teníamos ninguna duda que en ese lugar nos habían precedido los
charrúas…”. (Infantozzi, pág. 50 - 51).
Estimados lectores he tratado, con
trazos muy gruesos, de relatar una parte de lo que se me ocurre llamar la
“prehistoria” (entre comillas), de Atlántida; procurando que no se olvide todo
este período, -anterior al año 1911- que es mucho menos conocido, pero no menos
importante para llegar a lo que somos hoy, una ciudad balnearia que, como afirma
Bonsignore en su libro, llegaría a ser una de las más importantes del país.
Hoy tal vez ya no lo sea, pero las
posibles causas de ello, quizás será motivo de otras crónicas.
Wilson
Mesa, octubre 2016
Fuentes:
Elio Zinola _ libro
“Historia de Pando”.
Juan Manuel Gutiérrez
_ libro “Atlántida, un sueño que surgió desde las olas”.
Rosario Infantozzi _
libro “Cuentos de viento y de mar_ Historias de Atlántida”.
Federico Bonsignore _
libro “Atlántida, historia, imágenes y personalidades, a cien años de su
creación”.
Imágenes: Fotografías publicadas en el libro de Arinda González
Bo, “Atlántida Centenaria_Guía Turística, Histórica y Cultural”. (una de ellas
cedida por la familia Pratto, y las otras tres son recreaciones digitales).
Artículo publicado en la Revista "CENTRO", N°86, de Nov. / 2016.
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