“El Día de la Independencia”
Hay muchas personas que consideran que el 25 de Agosto no es una fecha digna de conmemorar y que no hay que tomarse muy en serio el “Día de la Independencia”.
No es mi intención polemizar. Pero puede ser interesante que reflexionemos sobre las características de dicho acontecimiento histórico.
Sobre todo teniendo en cuenta que, pasado el “año del bicentenario de los hechos históricos de 1811”, recordar todo lo sucedido en el año 1825 parece no coincidir con tales festejos oficiales y muchos nos podríamos preguntar ¿bicentenario de qué? ¿de 1811, 1825, 1828 o 1830?
Desde la escuela se nos ha enseñado a conmemorar la proclama de la Piedra Alta de la Florida como el día en que fuimos independientes; tal vez con cierta falta de información por parte de los docentes -entre los cuales me incluyo- o, simplemente, por falta de una mayor investigación sobre el motivo de la particular redacción que tuvieron las tres leyes de la Florida.
Pero cuando se rastrea en distintas fuentes históricas la razón de esa redacción, que parece a contrapelo de lo que significa ser independiente; puede llegarse a pensar que los integrantes de la Sala de Representantes no cometieron ningún error histórico imperdonable, sino que fueron coherentes con las ideas federalistas, que Artigas había marcado con su pensamiento y con su accionar político-militar desde 1811.
Conviene recordar que la “Declaración de la Florida” sucedió cuatro meses después de la Cruzada Libertadora del 19 de Abril de 1825.
Recordemos también que en la inmediata campaña libertadora (contra el dominio luso-brasilero) participaron todos los principales capitanes artiguistas: Lavalleja, los Oribe, Zufriategui, los Spikerman, los Rivera, etc.
Visualicemos el hecho de que Artigas al retirarse al Paraguay en 1820, envía a sus jefes, prisioneros en Brasil, los últimos fondos que le quedaban al ejército oriental (los famosos 4 mil patacones y 25 onzas de oro) para que ellos continuasen la guerra contra el opresor.
El sargento guaraní Francisco de los Santos fue el encargado de cumplir esa misión llegando “a pata de caballo” hasta Río de Janeiro (más de tres mil kilómetros).
Allí estaban Lavalleja, Manuel Artigas, Otorgués, Andresito, Leonardo Olivera y otros jefes artiguistas. La mayoría de los cuales, cinco años después (1825), aparecen formando parte de la Cruzada Libertadora que desembocará en los hechos de la Florida.
El 20 de Agosto de 1825 queda definitivamente instalada la Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental, bajo la presidencia de Juan Francisco Larrobla. El 22 de agosto, la Sala de Representantes nombra a Juan Antonio Lavalleja como Gobernador y Capitán General de la Provincia Oriental.
De la misma Sala de Representantes surgen las tres Leyes Fundamentales que se aprueban el día 25: Ley de Independencia, Ley de Unión y Ley de Pabellón.
Tanto los guerreros patriotas como los representantes de los Cabildos reunidos en la Florida, no tenían -para nada- la idea de declarar totalmente independiente este pequeño territorio al que había quedado reducida la otrora gran Banda Oriental.
Se trataba de liberarse de los reinos de España, Portugal y del Imperio del Brasil, pero para unirse a la Patria Grande que soñaba Artigas y que en algún momento lideró desde Purificación.
Este espíritu parece ser, según muchos historiadores, el que campeaba en la redacción de las “Leyes del 25”.
Es más, hay quien cree apreciar un mensaje subliminal en la elección de los colores de la bandera establecida en la “Ley de Pabellón”, similares a la bandera de Paraguay, país en el que se encontraba el General Artigas refugiado.
Pero esto no pasa de ser una suposición, ya que todas las Provincias de la Liga Federal tenían en sus pabellones los tres colores (azul, blanco y punzó), identificados con el artiguismo, indudablemente.
Se sabe ciertamente que Artigas no estuvo de acuerdo con la Jura de la Constitución de 1830, la que institucionalizó al Uruguay como país soberano.
Y que, tal vez, esa fue la razón de que el Prócer nunca más pensara en regresar, a pesar de que varias delegaciones fueron a tratar de convencerlo para volver al país.
Ésta ya no era “su” patria. El sueño federalista había sido aniquilado.
Porque en 1828, mediante un tratado (Convención Preliminar de Paz), firmado en Río de Janeiro, por Brasil, Argentina e Inglaterra, estas representaciones, “acordaron” darle soberanía a la Provincia Cisplatina (ex Banda Oriental, ex Provincia Oriental), sin que en dicho acuerdo hubiera participación oficial de los orientales.
En realidad Inglaterra (colonialista siempre) lograba la creación de un Estado “tapón” que terminara con la guerra entre Argentina y Brasil (antes España y Portugal) por anexarse la “Banda Oriental del Uruguay”, abriendo un mojón comercial en el Río de la Plata para sus propios intereses.
De manera que así como algunos piensan que pudimos ser argentinos; pudimos también ser ingleses o brasileños, porque eran muchas las presiones que jugaban en el nacimiento de nuestra independencia tutelada. Y cualquiera de esos Estados hubiera sido gustoso de anexarnos a sus dominios territoriales.
En todo caso podríamos decir que el Uruguay, como país independiente, es un producto del accionar de criollos que aceptaron desvirtuar el pensamiento artiguista para acomodarlo a otros intereses.
Muchos historiadores ya han explicado sobradamente cómo sucedió todo.
Wilson Mesa
Ilustración _ Foto actual de la Piedra Alta, Florida (junto al puente sobre el río Santa Lucía).
Publicado en revista del CCIFA (agosto 2012).
Publicado en revista del CCIFA (agosto 2012).
1 comentario:
GRACIAS PROFE POR EL ARTICULO. ME AYUDO MUCHO A REDACTAR MI DISCURSO.
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