10/1/19

UN EDIFICIO CON FORMA DE BARCO

UN EDIFICIO CON FORMA DE BARCO

                                                   Crónicas de Atlántida
 

Es original por la estructura. Y es original por la ubicación, al borde de la barranca, junto al Río de la Plata. Se trata del edificio EL PLANETA, enclavado donde comienza la Calle 22, en la Rambla Tomás Berreta. Construido en el año 1937, fue declarado Monumento Histórico Nacional en el año 2005.

En la fotografía que me inspiró esta crónica, además de El Planeta, también se puede apreciar, del otro lado de la calle, a la derecha, parte del edificio Golf Palace, que funcionaba como anexo de El Planeta, cuando ambos eran hoteles.

Al lado del Golf Palace, también se puede ver el Casino de Atlántida, cuyo local es de la misma época.
 

UN POCO DE HISTORIA

Imposible escribir sobre estas construcciones, sin mencionar a su creador, el empresario italiano Natalio Michelizzi; él fue quien apenas llegado al Balneario en el año 1935 tuvo la idea de construir un hotel que rivalizara con los dos que había por entonces, el “Atlántida Hotel” (1913), y el “Mercedes Hotel” (1923).

Para hacerles verdadera competencia a estos establecimientos, muy bien instalados y con excelente servicio, era necesario pensar en algo que se saliera de los cánones comunes de la hotelería vernácula.

Y Michelizzi –que era un visionario y un inversor muy audaz también- compró a la “Territorial Uruguaya S.A.”, un terreno que abarcaba toda una manzana en la calle 22 y Rambla, para hacer construir allí el “PLANETA PALACE HOTEL”.

En ese entonces las calles apenas se estaban comenzando a definir como tales y en este caso, casi paralelo a la calle 22 había un profundo zanjón –uno de los tantos que atravesaban el Balneario llevando desaguaderos al mar-, y del otro lado de dicho zanjón (el llamado Barranco de los Indios), estaba el Atlántida Hotel, el “hotel de los médicos”.

Este lugar fue el elegido por Michelizzi para realizar su primer sueño en la Ensenada de Santa Rosa: la construcción de un edificio con forma de barco, que sería la base de un pequeño emporio hotelero. Porque después se le agregó un edificio Anexo (el Golf Palace) en el centro del zanjón y otro edificio al lado para instalar un Casino y, en el subsuelo, una “boite”.
 

Está documentado, por varios autores, que el edificio se construyó en seis meses. Que la empresa constructora fue la de García Otero, Butler y Pagani. Que la empresa Wittemberg se encargó de la calefacción. Que vinieron ingenieros italianos para dirigir la obra. Que la famosa escalera principal se hizo con mármol de Carrara y que la araña del Hall central fue de cristal de Bohemia.

Dicen que Michelizzi había pensado algo más para esa idea del barco de cemento enfilado hacia el mar. Por ejemplo que tuviera un foso con agua alrededor para que las personas subieran a bordo por puentes elevados. Y que la proa del barco tuviese las paredes inclinadas hacia afuera, igual que los buques de verdad. Pero al parecer, el Banco Hipotecario, que le financiaba el proyecto, no aprobó estos detalles que la imaginería desbordante del empresario italiano había soñado.

Sin embargo su pasión por las cosas del mar quedó plasmada en la forma general del edificio, con cuatro pisos que semejan cubiertas, con las habitaciones que serían los camarotes, con algunas ventanas del tipo “ojo de buey”; un puente de mando en la cubierta superior -que a la vez es un mirador- y una “torreta” coronando todo el conjunto.
 EL NOMBRE ELEGIDO - PLANETA

¿De dónde surgió ese nombre tan particular? Hay que recordar que Natalio Michelizzi tenía en Buenos Aires una empresa importadora de máquinas para imprenta de la marca alemana “Planeta”. Llegó a ser el representante de dicha marca para toda la región y existía además un taller de ensamblaje y mantenimiento de tales máquinas. La empresa se llamaba FAMAG S.A. (Fábrica Argentina de Maquinarias de Artes Gráficas) y hubo un período en que fue la empresa distribuidora con mayores ventas a nivel mundial de las imprentas “Planeta”.

 Era un hombre con gran habilidad para los negocios. Y esa visión para las oportunidades fue lo que le impulsó a radicarse en Atlántida –después de conocerla-, y provocar en ella una “revolución” en las costumbres y en los emprendimientos turísticos, con obras que han quedado como icónicas; y han marcado para siempre su paso por estas tierras.

Se podría decir que no fue una persona querida, o aceptada, por la comunidad atlantidense de aquella época. Fue histórica su rivalidad con “los doctores del Atlántida Hotel”. Lo curioso es que fue a ellos –integrantes casi todos de la compañía Territorial Uruguaya S.A.- que les compró todas las tierras libres de construcciones que iban quedando hacía 1936, incluyendo zanjones, terrenos con profundos desniveles, el campo de Golf, toda la zona de Villa Argentina donde está El Águila, y más.

Pero como el tema de esta crónica es el edificio en sí, dejaremos para otra oportunidad la posibilidad de elaborar una semblanza de Natalio Michelizzi, con detalles de su personalidad, sus relaciones, sus obras y su muerte tan sorpresiva, a los cincuenta y ocho años de edad. 
 

EL PLANETA PALACE HOTEL FUNCIONANDO

El hotel se inauguró en el año 1937. Es imposible hablar del mismo sin mencionar a Marcela Benincampi, que primero fue la secretaria personal de Michelizzi en la empresa de Buenos Aires, después su pareja sentimental en Atlántida y su socia comercial también. Ha sido descripta como una mujer de carácter fuerte y dominante, que tomaba decisiones con total seguridad. Pero también supo intervenir en el diseño de aspectos más decorativos, como por ejemplo los jardines. En este aspecto fue la creadora de los famosos jardines del edificio anexo, el Golf Palace, que se construyó dos años después, dentro del zanjón. Ella fue la introductora de las hortensias como flores predominantes en los espacios que Michelizzi y ella iban “sembrando”. Había hortensias en El Planeta; en la bajada a la playa frente a este edificio; en los jardines del Anexo; igualmente en la casa llamada El Barranco, en cuyos jardines se construyó El Águila; y alrededor del propio “pajaro de piedra” también las había. Bien podría la hortensia ser declarada la flor típica de Atlántida, tal como alguna vez alguien sugirió.

Ella, Marcela, se hacía cargo de los negocios de Michelizzi aquí, porque él viajaba frecuentemente a Buenos Aires; y muy especialmente tuvo que ver con la gestión empresarial del Planeta Palace Hotel. Si bien el establecimiento tenía un Gerente (el argentino Vicente Cattólica); y tenía un Contador (José Pedro Damiani, el histórico dirigente de Peñarol), por las manos, los ojos y la cabeza de Marcela Benincampi pasaba todo el ritmo y la vida del hotel.

Un ejemplo mínimo, pero muy revelador, se refiere a la selección del personal: <<…Los criterios para la selección de los mozos eran inusualmente rígidos, definidos directamente por Benincampi: no podían ser gordos, ni pelados, ni tener bigote, ni usar perfume….>>. (Bonsignore, pág. 100, e Infantozzi, pág, 114).

El personal de servicio vestía uniformes blancos con botones dorados, como la tripulación de un barco. Así lo documenta una foto muy conocida que aquí se incluye.
 

LOS SERVICIOS

Había un maitre argentino, un chef italiano, y un sommelier que elegía los mejores vinos del mundo para traer a la mesa de los comensales más exigentes. Cada mozo del comedor tenía un asistente, el “commis”, que se ocupaba de traer los platos servidos desde las cocinas y luego retirar el servicio, mientras que el mozo sólo servía y estaba atento a los movimientos de cada mesa.

El maitre tenía potestad para no permitir el ingreso al comedor de los huéspedes que no estaban adecuadamente vestidos para el lugar. Saco, corbata o golilla, vestidos elegantes, era lo que se exigía para la ocasión. Pero hay que decir que esto se practicaba no solamente en el Planeta Palace, también en los otros hoteles del Balneario.

También había un pianista profesional que tocaba a la hora de las comidas.

Como un ritual muy particular de este hotel se cuenta que había un cañoncito en la terraza del cuarto piso que cada mediodía (a las doce en punto) era disparado, para anunciar a los huéspedes que estaban en la playa que el almuerzo se serviría en media hora. Y a las doce y media un empleado hacía sonar un gong gigante anunciando la apertura del comedor. El cañonazo de salva de las doce se oía a bastante distancia, y dicen que servía también como reloj para muchos vecinos.
 En procura de ser autosuficiente, el Planeta Palace Hotel tenía su propia panadería, una fábrica de hielo, una confitería o pastelería, y una cafetería. También había una lavandería, ya que los manteles, sábanas, uniformes, etc., eran lavados y planchados en el propio establecimiento.

Como extensión de los servicios a la playa, sobre la arena, se había construido un parador que se llamaba “El Pacú”, allí los mismos empleados del hotel servían tragos y picadas a los turistas.

Este parador fue arrasado por las aguas en el año 1953, durante una de las grandes tormentas que cada tanto ocurrían, y ocurren, en la costa de la Ensenada de Santa Rosa.

También había otra construcción en la playa que se llamaba “El Hongo”, por su forma tan particular; tenía techo de paja y, según dicen, servía para guardar una lancha de Michelizzi, que era afecto a navegar. Este refugio corrió la misma suerte que “El Pacú”.

Por lo que venimos viendo, Michelizzi y Marcela habían “privatizado” en cierto modo la playa frente al hotel. Cuentan, por ejemplo, que había empleados que armaban las carpas y sombrillas para los huéspedes y luego las retiraban. Era un servicio muy completo.

Otro detalle que poco se conoce: cuentan los memoriosos que había en el extremo de la manzana -opuesto al edificio El Planeta- una pajarera gigante con toda clase de pájaros, nativos y exóticos, que resultaba una atracción, no sólo para los veraneantes del hotel, sino para todas las personas que pasaban por allí.

Hay que mencionar también que el hotel tenía dos vehículos –un auto y un ómnibus- destinados a trasladar a sus huéspedes desde la estación de ferrocarril, o desde el puerto de Montevideo, adonde llegaban provenientes de Buenos Aires en el “vapor de la carrera”. Uno de los choferes de estos transportes era Vicente Díaz, notorio vecino del Balneario.

Es muy extensa la lista de visitantes extranjeros famosos que se hospedaron en el hotel; para no nombrarlos individualmente baste decir que lo más selecto de la colonia artística argentina, y de otras nacionalidades, pasó por sus instalaciones en largas temporadas de verano.

LA CAÍDA

Fue poco a poco que sucedió la caída del emporio creado por Michelizzi. Varios hechos tuvieron que ver con ello. El más importante fue, sin duda, la muerte del empresario ocurrida el 30 de junio de 1953; se había internado para realizarse una sencilla cirugía de vesícula y murió durante la operación.

Pero ya anteriormente el negocio industrial en Buenos Aires y el negocio hotelero en Atlántida habían sufrido reveses de todo tipo, sobre todo a consecuencia de la segunda guerra mundial y sus derivaciones para el sur de América. Hay autores que afirman que Michelizzi pasó a integrar una de las famosas “listas negras” de simpatizantes con el régimen nazi, en este caso elaborada por Gran Bretaña. Recuérdese que el embajador británico en Argentina de la década del cuarenta (Sir Esmond Ovey) veraneaba en Atlántida; y que tenían residencias aquí numerosas familias inglesas y alemanas, las cuales a raíz de la guerra se comenzaron a distanciar hasta verse como enemigas.

Michelizzi y Benincampi fueron tildados de simpatizantes de Hitler y Mussolini. Se ha dicho que celebraban fiestas en el Planeta Palace Hotel después de cada victoria importante de los nazis en Europa. A todo esto se agrega el hecho de que Michelizzi era importador y distribuidor de maquinaria alemana (las imprentas Planeta, justamente). Las consecuencias de estas “listas negras” eran el aislamiento comercial y financiero a las personas que las integraban.

Pero hubo otras causas coadyuvantes, por ejemplo el cierre de fronteras del gobierno de Perón para los argentinos que venían a Uruguay, durante un período que para el turismo uruguayo fue nefasto.


FINAL DE LA HISTORIA

El Planeta Palace Hotel primero cambió de nombre, ya que todo el complejo pasó a denominarse Golf Palace Hotel, para tratar de hacer olvidar la palabra Planeta (1943).

Después de la muerte de Michelizzi (1953), se advirtió claramente que Marcela Benincampi no podía, ni tenía fuerzas, como para hacerse cargo de los emprendimientos que habían creado entre los dos.

Poco a poco las numerosas propiedades que habían quedado en Atlántida y Villa Argentina, se fueron vendiendo, enteras o fraccionadas; hasta el mismo Campo de Golf sufrió ese proceso.

El Planeta Palace y el Golf primero dejaron de funcionar como hoteles (1958) y poco después fueron transformados en propiedad horizontal y vendidos como apartamentos.

Como ya mencioné al comienzo, el Edificio Planeta fue declarado Monumento Histórico Nacional, según la ley N°14.040, del 19/12/2005. Su mantenimiento y administración es absolutamente privada, estando a cargo de una comisión de co-propietarios.
 

***

Hoy día, el edificio con forma de barco sigue simulando zarpar desde la costa, ya convertido en una atracción turística y un patrimonio arquitectónico que es orgullo de los atlantidenses.

                                       WILSON MESA, diciembre de 2018
 Fuentes de información-
Libro “Atlántida, Historia, Imágenes y Personalidades, a cien años de su creación”, de Federico Bonsignore.

Libro “Atlántida Centenaria- Guía Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda González Bo.
Libro “Cuentos de viento y de mar – Historias de Atlántida”, de Rosario Infantozzi.
Libro “Atlántida, una historia de 100 años en 100 fotos”, de Mireya Bracco y Omar Porta.

Imágenes – Fotografías extraídas de los distintos libros mencionados.

Artículo publicado en la Revista CENTRO, N° 112, enero 2019

 

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