26/2/17

LOS CAMPAMENTOS DE BAÑOS – LA “PREHISTORIA” DE ATLÁNTIDA

 Crónicas de Atlántida

Si bien se considera el 19 de octubre de 1911 como la fecha convencional de fundación de Atlántida; fecha en la cual la sociedad anónima “La Territorial” aprobó el plano general de avenidas y amanzanamiento, realizado por el Ing. Juan Pedro Fabini, esta acción fundacional no surgió de la nada. No fue que un día unos cuantos “iluminados” se despertaron de buen humor y dijeron “vamos a fundar una Estación de Baños”, al estilo de las de la Riviera francesa, que algunos de ellos conocían por sus viajes a Europa. No fue así, por supuesto.

Hubo un largo proceso (de unos treinta años), que podríamos situar entre 1878 y 1908, para llegar a ese momento. Se sabe que durante las últimas dos décadas del siglo XIX, ya venían familias a acampar en la “Playa de Santa Rosa”, durante los tres meses del verano. Hubo luego una interrupción provocada por las revoluciones de 1897 y 1904.

Resulta apasionante leer los relatos acerca de cómo venían las familias desde Pando y las zonas cercanas al “Camino a Maldonado”, (actual Ruta nacional N° 8), atravesando campos, esteros y arenales para disfrutar de las aguas de mar. Porque para ellos, y para nosotros aún hoy es “el mar”, no importa que se llame Río de la Plata. También es muy interesante conocer las historias de sus vivencias, una vez instalados en “los campamentos de baños de la playa de Santa Rosa”.





LA  “PREHISTORIA”

Recordemos también que, antes de esa época, ya había en la zona asentamientos humanos. Desde mucho antes de la conquista y colonización española -y portuguesa-, hubo grupos indígenas, verdaderos dueños de toda la costa platense. Después hubo otros asentamientos de tipo militar, en los tiempos de virreyes y gobernadores en el Río de la Plata, como veremos más adelante.

Se puede decir que todo nació alrededor de dos hitos geográficos: el “Paso de Las Toscas” y la “Ensenada de Santa Rosa”.

ElPaso de Las Toscas”, era el pasaje casi obligado para vadear el arroyo Solís Chico a la altura de donde, actualmente, está el viejo puente del ferrocarril. Primero por jinetes de a caballo y después con carretas y carruajes; hasta ir evolucionando hacia otros medios de transporte de personas y mercancías. El cauce del arroyo, en ese vado, está conformado por piedras calizas de color rojizo, llamadas toscas, de ahí el origen del  topónimo.
En una de las márgenes estuvo “la Guardia de Las Toscas”, en la época de la colonia, Después todo el paraje circundante se llamó “Las Toscas”; e incluso la parada del ferrocarril se llamaba así (después Estación Atlántida).






La “Ensenada de Santa Rosa”, fue el verdadero imán de belleza natural que atrajo a los primeros visitantes, aquellos que buscaban lugares más “salvajes”, pero no muy lejanos, para su descanso veraniego. La Ensenada abarca desde la boca del arroyo Pando hasta la Punta Piedras Negras.

¿Por qué el nombre de Santa Rosa?

A las costas de esta Ensenada, venía una sumaca portuguesa llamada la “Santa Rosa”, que traía productos de contrabando para negociar por cueros a los faeneros. Precisamente el español, don Antonio de Pando y Patiño, era uno de los faeneros que actuaba en la zona, utilizando el “Arroyo de las Carretas” (hoy, arroyo Pando), para sacar los cueros en chatas hacia el Río de la Plata. Durante una tormenta la sumaca portuguesa naufragó y la Ensenada tomó el nombre de la misma. 




Estas tierras costeras, que en los primeros tiempos parecían desiertos de arena junto al mar, tenían dueños legales, por supuesto. Imposible realizar en esta crónica el detalle de cómo se fueron subdividiendo los campos sobre la costa del Río de la Plata, entre el arroyo Pando y el arroyo Solís Chico, digamos solamente que uno de los últimos propietarios de la tan mentada “playa de Santa Rosa” fue don Albino Olmos. (Bonsignore, pág. 27).



LOS PRIMEROS CAMPAMENTOS DE BAÑOS

Las familias de Pando que participaban de estos “campamentos de baños”, eran los Barnech, Giribaldi, Conti, Chilinchabide, Piovene, Pichuaga, Etcheverry, Pirelli, Gorostiaga, Usabiaga, Acebedo, Pernas, Olmos, José Oliva, Luis Antonio Gutiérrez, Pedro Laferrere, Ambrosio Fernández, Remigio Ayala, Francisco Ciocca, etc. (Zinola, pág. 78).
Algunas de estas mismas familias provenientes de Pando, cuando el naciente balneario se loteó en solares (desde 1912, en adelante), construyeron aquí sus “casas de veraneo”, los Barnech, Molinari, Pratto, Uslenghi, Zinola, etc.

Gracias al libro de Don Elio Zinola, “Historia de Pando”, conocemos que la organización de los campamentos de baños estaba a cargo de un vecino que cumplía funciones de “comisario”, llamado Ambrosio Fernández. Los veraneantes viajaban en carretas tiradas por varias yuntas de bueyes; carretas que eran el medio de transporte y a la vez precaria vivienda durante el viaje de varios días.
Era toda una aventura el desafiar los enormes médanos, esteros y cañadones, sin habitantes cercanos, al paso cansino de los animales, trayendo todos sus enseres para pasar las vacaciones.
Transportaban todo tipo de utensilios y comestibles no perecederos; también vacas, cerdos y gallinas, para la larga estadía. En la costa se “paraban” las carretas, que servían de dormitorios para las mujeres. Los hombres, debajo, en la arena, en cualquier lado. Así se pasaban dos o tres meses.  Armaban gallineros y corrales, para los animales que traían, utilizando materiales naturales que encontraban en el lugar.
Elio Zinola, entre otras cosas, relata, textualmente, lo siguiente: “… A la hora del baño –dos veces al día- mientras las señoras se hallaban en la costa, le estaba vedado al otro sexo bajar a la playa so pena de ser severamente reconvenido por don Ambrosio que no toleraba infracciones a la reglamentación que, previa una meticulosa deliberación de una comisión mixta, se redactaba antes del comienzo de la temporada veraniega…“
“Después que ellas retornaban del refrigerio salino y que la mirada avizora e inquisitiva de don Ambrosio comprobaba que ninguna dama había quedado rezagada en la playa, recién entonces, se permitía el turno a los hombres…Igual que en nuestros tiempos.  En toda la vasta extensión de la playa Santa Rosa no se vislumbraba otra vivienda que el destartalado rancho de la servicial morena Petrona Argüello, oriunda de Durazno que se hallaba emplazado donde actualmente se levanta el edificio del “Planeta” de Atlántida.
Doña Petrona afecta a la rememoración de sucesos históricos acaecidos en nuestro país, cuyos relatos hacía con vivacidad y gracejo, había conocido en sus mocedades al general Rivera y a la agraciada María Leguizamón, apodada “La Guayreña”…”. (Zinola, pág.76 y 78   

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 “Cualquiera fuera el caso, este representa indiscutiblemente el primer registro de actividades turísticas en la zona en la que, en pocos años más nacería uno de los balnearios más importantes del país”. (Bonsignore, pág. 30)







LOS SEGUNDOS CAMPAMENTOS DE BAÑOS

En el año 1884, el parlamento uruguayo, aprobó la Ley de Trazado General de Ferrocarriles, estableciendo seis líneas, una de ellas, era el Ferrocarril Uruguayo del Este (Uruguay Great Eastern Railway). Pero fue recién en el año 1895 que se inauguró la línea de ferrocarril al Este, que pasaba por la Estación Las Toscas (hoy Estación Atlántida).
A partir de esos hechos la historia de estas tierras daría un giro fundamental, ya que del año1908 en adelante algunas familias muy acaudaladas de Montevideo, entre las que se encontraba la de Juan Pedro Fabini, comenzaron a venir en ferrocarril hasta la Estación Las Toscas y desde allí trasladarse a la costa para establecer campamentos de baños, también, tal como lo habían hecho desde mucho tiempo antes las familias pandenses.

Así se lo contaba Juan Enrique Fabini, a Rosario Infantozzi, en una entrevista: “…Aunque no lo parezca, yo fui alguna vez un chiquilín de cinco años, el penúltimo de una familia de cinco hermanos. En aquella época mi padre, un gran industrial, descubrió para nosotros un lugar que era único en el mundo. Una enorme ensenada de aguas calmas rodeada por una ancha faja de arenas doradas encerradas entre la espuma blanquísima de las rompientes y una colosal barrera de barrancas...”.

"Cuando llegué allí por primera vez a acampar con mi familia no había nada más que eso: arena y agua y algunos ranchos de pescadores.

Para llegar al lugar donde solíamos acampar veníamos de Montevideo en tren y desde la estación hasta la costa, nos trepábamos a un break y atravesábamos palmo a palmo el campo arenoso plantado de árboles nuevos (por este dato se deduce que el relato se sitúa después del año 1908), seguidos por el carro tirado por bueyes que llevaba nuestras carpas y todos los demás cachivaches necesarios para acampar por unos días. Cuando llovía la travesía era bastante penosa porque se formaba mucho barro y las ruedas se enterraban en él. ¡Hasta volcamos una vez!...”.

“Cuando nos íbamos acercando a la costa, el terreno se transformaba y empezaban los médanos de arena. Entrabamos a esa zona por la carretera vieja y, cuando llegábamos a una cañada que no nos daba paso, bajábamos a la playa por la bajada de Atlántida Serena. Más adelante se construyó un puentecito sobre esa famosa cañada y se podía  llegar por arriba hasta que un barranco indómito nos cerraba el paso. Era un profundo tajo de barro rojo que nosotros llamábamos “la barranca de los indios” porque, a poco que escarbáramos, descubríamos restos de un primitivo asentamiento indígena a muy poca profundidad. Si vieras las puntas de flecha todavía afiladas que encontrábamos! También algo que podrían haber sido boleadoras porque eran unas piedras redondas con una canaleta alrededor, como para pasar una cuerda o un tiento. No teníamos ninguna duda que en ese lugar nos habían precedido los charrúas…”. (Infantozzi, pág. 50 - 51).

Estimados lectores he tratado, con trazos muy gruesos, de relatar una parte de lo que se me ocurre llamar la “prehistoria” (entre comillas), de Atlántida; procurando que no se olvide todo este período, -anterior al año 1911- que es mucho menos conocido, pero no menos importante para llegar a lo que somos hoy, una ciudad balnearia que, como afirma Bonsignore en su libro, llegaría a ser una de las más importantes del país.
Hoy tal vez ya no lo sea, pero las posibles causas de ello, quizás será motivo de otras crónicas.
                                                                                                 Wilson  Mesa, octubre 2016



Fuentes:

Elio Zinola _ libro “Historia de Pando”.

Juan Manuel Gutiérrez _ libro “Atlántida, un sueño que surgió desde las olas”.

Rosario Infantozzi _ libro “Cuentos de viento y de mar_ Historias de Atlántida”.

Federico Bonsignore _ libro “Atlántida, historia, imágenes y personalidades, a cien años de su creación”.

Imágenes: Fotografías publicadas en el libro de Arinda González Bo, “Atlántida Centenaria_Guía Turística, Histórica y Cultural”. (una de ellas cedida por la familia Pratto, y las otras tres son recreaciones digitales).


Artículo publicado en la Revista "CENTRO", N°86, de Nov. / 2016.

UN HOMBRE EN LA COMUNIDAD: EL LEGADO DE JORGE CASARETTO

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