21/3/13

_ GUILLERMO CUADRI _ Artículo

 El poeta de los seudónimos _ GUILLERMO CUADRI

En distintas épocas y para distintas publicaciones fue alternativamente: “Simón Carqueja”, “El Gaucho Cañones”, “Salustiano Melgarejo” y “Siriaco Almada”. Sin embargo fue el de “Santos Garrido” el seudónimo con el que entró en la inmortalidad, aquel que había elegido para presentar su libro “El Agregao”, publicado en 1926.  
Pero tenía más seudónimos, por ejemplo en el diario El Demócrata, en el que publicó algunos artículos, firmó con los seudónimos de “Gluc”, “González” o “El viejo”.  
Todos estos falsos nombres -precisamente eso es lo que quiere decir la palabra seudónimo, en su origen griego- confluían en una sola persona, el poeta minuano Guillermo Cuadri.
 
En lo personal digo que supe de la existencia de Guillermo Cuadri, por primera vez, cuando cursando el Liceo, llegó a mis manos un libro muy sencillo en su impresión que se llamaba “Bajo la misma sombra” (1925). De los cinco nombres que aparecían como autores sólo conocía a Morosoli, porque en la Escuela el libro “Perico” era de lectura obligatoria.
Estoy hablando del año 1961, o sea que ya habían pasado treinta y seis años de la publicación de aquel libro que hoy se considera una especie de leyenda de las letras minuanas -“Bajo la misma sombra”-, en el cual, además de Morosoli, también aparecían textos de Guillermo Cuadri, Julio Casas Araújo, Valeriano Magri y José María Cajaraville.
Cada uno de estos nombres merece por sí solo una reseña; pero, por esta vez, quiero traer al presente a Guillermo Cuadri.
 
Pablo Guillermo Cuadri García, nació en la ciudad de Minas, el 12 de enero de 1884. Su padre, Pablo Cuadri, era suizo, de aquellos suizos que vinieron a Minas desde el cantón de Ticino y como la mayoría de ellos se dedicó a los trabajos de construcción. Su madre, Olegaria García, era una uruguaya, nacida en el interior de Lavalleja. 
El niño fue bautizado en la Iglesia de Minas el 27 de setiembre del mismo año y su partida de bautismo figura en los registros que se llevaban en aquel entonces.

 (Copia de la Partida de Bautismo de Guillermo Cuadri)

En el libro “Entre vulcano y las musas”, compilado en 1979 por su hijo Waldemar Cuadri, aparece la información de que Guillermo ejerció desde muy joven diversos oficios: obrero en una fábrica de cigarros, albañil, cerrajero y armero. También trabajó en el tendido de vías de ferrocarril y se desempeñó durante algún tiempo como mozo de café. Estuvo, por último, dedicado a la herrería. En 1930 ingresó a la Caja de Jubilaciones de Industria y Comercio como funcionario. Desde ese momento, abandonaría la herrería, lugar pródigo en inspiración para el escritor.
Solo había terminado los estudios primarios y en forma autodidacta aprendió francés y leyó algo de medicina, que era al parecer una profesión que le fascinaba. Publicó sus primeros poemas a los quince años en el periódico minuano La Patria
También escribió en su juventud para El Orden, Diario de Minas, La Ley  y El Departamento
Como vimos, colaboró en el libro “Bajo la misma sombra”, esto cuando ya tenía 41 años. 
Y al año siguiente, 1926, publicó su primer libro, “El agregao”, el cual dicen que agotó un tiraje de mil ejemplares en dos meses. Al mismo tiempo tuvo una sección criolla en el diario Rumbos, de Minas.
 

Podría decirse que Guillermo Cuadri era ante todo un poeta, porque aún sus textos en prosa son de una poesía muy apreciable, siendo un autodidacta puro, como lo era.
A tal punto fue conocido popularmente por su seudónimo más famoso, que la gente en general relaciona fácilmente sus poemas gauchescos, -recitados maravillosamente por Rufino Mario García, Ulises Benedetto y tantos otros- con “Santos Garrido”, y creen que existió realmente una persona llamada así.
 

¿De dónde provenía esa idea de firmar sus trabajos con seudónimos?
Tal vez por imitación; tal vez por timidez; o tal vez la necesidad de dejar aflorar su alter ego, su otro yo. En este punto conviene recordar que muchos escritores conocidos mundialmente han usado seudónimos; quizás el más famoso es el caso de Pablo Neruda (Neftalí Ricardo Reyes), pero también eran seudónimos: Gabriela Mistral, Rubén Darío, Tirso de Molina y Azorín, por nombrar solo algunos.
 

De su obra, Anibal Barrios Pintos ha dicho lo que a continuación transcribo
<<Como tienen alma y lenguaje popular, sus versos penetraron en el ruedo de nuestros trabajadores de campo, entre los cuales consiguió arraigarlos con la misma intensidad con que caló el inolvidable Alonso y Trelles (el Viejo Pancho).
Su difusión en el Uruguay y la Argentina principalmente, fue rápida y creciente. Muchas de sus composiciones son parte ya del pueblo que a veces las canta o recita aprendidas por tradición oral, como los romances anónimos……Siguió a “El Agregao” el libro “Leyendas Minuanas”, de 1938; obra regional en prosa, hermosa contribución al tesoro folklórico del país; colección de fábulas en las que entremezclados tres elementos fundamentales, según la perspicaz observación de Morosoli: el pájaro, la planta y la muerte. Muchas otras composiciones gauchescas siguieron a esta obra, publicadas en diarios y revistas, que aún no han sido trasladadas al libro….>>_ Aníbal Barrios Pintos.
 
<<A su fallecimiento acaecido en su ciudad natal el 1º de octubre de 1953, Minas despidió tiernamente a su querido poeta y al cumplirse un año de su fallecimiento el pueblo y sus instituciones válidas, realizaron diversos homenajes a su memoria, asociándose a ellos el comercio al cerrar sus puertas en honor del poeta que dijo en décimas y cuartetas la emoción de su solar nativo.>> _ Aníbal Barrios Pintos.

(No existen muchas fotografías de Cuadri, ésta es una de ellas)

 La ciudad de Minas lo recuerda actualmente de diversas maneras: La Escuela Nº 8 lleva el nombre de Guillermo Cuadri y en ella se creó un museo en su memoria, cuyo material está ahora en la Casa de la Cultura, en un espacio que lleva su nombre. 
Existe una plazuela "Guillermo Cuadri" y se levanta allí un monumento recordatorio. Está también el barrio “Santos Garrido”.
En Montevideo también se le recuerda con el nombre de una calle.

(Plazuela "Guillermo Cuadri", en la ciudad de Minas)


(Detalles del monumento en la plazuela "Guillermo Cuadri)

Para cerrar esta reseña lo hago con una décima de aquellas con las que Guillermo Cuadri finalizaba sus poemas:

<<Bueno, con Dios mis paisanos,/ yo con la Virgen me quedo./
Por hoy salgo de este enredo/ y doy descanso a mis manos./
Deseando que estén, hermanos,/ contentos de haber nacido,/
reciban, como despido,/ con tuita sinceridá,/
un guascazo de amistá/ del viejo Santos Garrido.>>

                                                                                                 Wilson Mesa _ febrero de 2013


                                                    El Molino Viejo _ Guillermo Cuadri

“Aunque hace muchos, muchísimos años que no muele trigo, es siempre "el Molino".
Asentado en un cerrito –llamado en lejanos tiempos "el cerro de la Cruz"- de cualquier parte que se vea "el pueblo" se destaca su viejo torreón, culminando en un enorme trompo invertido, con la púa hacia el cielo, que parece esperar un cordel imaginario para ponerse a bailar su danza de leyendas.
En verdad no le faltan: primero, en santa complicidad con el viento, dio harina al pueblo.
Después, quién sabe si el viento, vagabundo al fin, no sopló en su enorme oreja giratoria ideas extrañas y, cansado de trabajar él solo para tanta gente, dejó de hacerlo...
Desde entonces se hizo romántico.
Sus sombras cobijaron, por las noches, fantasmas y lobizones. ¡Oh! ¡El barrio del Molino!... Solo algún baile nos llevaba a él en las noches de invierno.
En la guerra del 97 fue un fortín de pelea para las fuerzas del gobierno, al mando del Coronel Casalla; desde allí se tiroteaban con los revolucionarios, parapetados tras los "cercos de Aguiar", en la falda de los cerros vecinos. Y en su interior, algo se mojó en sangre roja y caliente. ¡La cantidad de balazos que le pegaron!
Pero él sigue viviendo. Sigue moliendo su trigo de leyendas. ¡Cuántas veces se llena nuestra imaginación con el pan que hacemos de su harina, azulada de recuerdos!
Ahora -¡las ironías del Destino!- el viejo y firme torreón, cuyas paredes tienen más de un metro de espesor, se ha convertido en refugio de palomas.
Es lo que hacen casi todos los viejos buenos: cuidar niños, flores o pájaros.
Es frecuente ver a las palomas del Molino en nuestras claras mañanas, envolviendo en "el trompo" el hilo de sus vuelos circulares.”   Minas, 1932

                                                            ***

Un ingenuo poema de Guillermo Cuadri : 
A la ciudad de Minas

¡Ya no eres «El pueblo»!
 ¡Ya todos te dicen «La ciudad de Minas»!
 De ciudad, tan solo tienes pretensiones,
 y coqueterías…
Tu alma es de pueblo.


(En el libro “Bajo la misma sombra”).
                          *** 
Consejos
Viá darles unos consejos 
y que me atiendan les pido,
saben que soy conocido 

como curandero viejo...
y ¡me dá rabia canejo! 

ver que a pesar de los años
siempre creen en los engaños 

que tiene la medecina
y que ajuera cualquier china 

sabe curar hasta daños.

¡Hay que dejarse e´bobiar 

pa creer en la realidá.
Y naides en la ciudá 

puede saber pá enseñar...
Si la cencia de curar 

no se aprende a los tirones,
y aunque nieguen los naciones 

esta machaza verdá:
pa cualquier enfermedá 

bastan yuyos y oraciones...

Pa que vean que soy macho 

sin mañas ni malas tretas,
via darles unas recetas 

y abran el ojo, caracho...
Pa curar cualquier empacho, 

un dotor no sabe nada!
Yo, con pezuña quemada, 

"yerba el poyo" y santiguao
dejo el empacho curao   

sin tener una fayada!

No hay nada mas aprobao 

pa curar del padrejón
que el hinojo o el cedrón 

con algún manipulao.
El “sauco” pal resfriao, 

pa sabañones: la ortiga,
marcela pa la barriga 

y mejor remedio no hayo
que “arazá” y “cola e´caballo” 

pa riñones y vejiga.

Si el asma da un sofocón 

se pita un cigarro chico
hecho con “flor de chamico”   

o con la del “floripón”.
Pa curarse un sabañón 

se pone en el fuego un rato
un poco e´tuna en un plato, 

dispué se rifriega juerte...
  Y pal orzuelo es la muerte 

la cruz con la cola el gato. 

Pa partos, vahos de “artemisa”, 

pa la fiebre “susuayá”
y raiz de “burucuyá” 

a la vejiga suaviza.
Al intestino lo alisa 

la oreja e tigre en pomada.
Pa coyuntura “sacada” 

la leche del higuerón
y el gran apio cimarrón 

pa tuita herida infestada.

Al pasmo real don Garrido 

lo cura presto y sin yerro
con bosta blanca de perro 

y abrojo grande cocido...
Pa la tiricia es sabido 

un rimedio muy mentao.
Pues yo siempre la he curao   

por más bellaca que sea
colgando en la chimenea 
un trapo e lana, mojao. 

Pa la mala enfermedá,
lo mismo nueva que vieja, 

el “quelpe”, “yerba e la oveja”
la “miona” o el “zucará”. 

Una pomada e verdá
pa curar la “erisipela” 

se hace friendo con cautela
seis ramas de “moralito” 

otras tantas de “Ocalito”
y un poco de sebo e vela...

Bueno... con Dios mis paisanos, 

yo con la Virgen me quedo.
Por hoy salgo de este enredo 

y doy descanso a mis manos.
Deseando que estén, hermanos, 

contentos de haber nacido,
reciban como despido 

con tuita sinceridá
un guascazo de amistá   

del viejo “Santos Garrido”!!

 



Fuentes de información _  
       Aníbal Barrios Pintos, “Minas, hitos de su historia”_ año 1955.
       Waldemar Cuadri, “Entre Vulcano y las Musas” _ año 1979.
       Libro colectivo, “Bajo la misma sombra” _ años 1925 y 1967.
       Pablo Rocca, “Para una revisión del canon nacional: La literatura minuana  

                                      (1920-1950)”_año 2008.
       Libro “El Agregao”, Santos Garrido _ años 1926 y 1928.
       Facsímil de la partida de bautismo (cedido gentilmente por el Sr. Hugo Melgar).

       Fotografías de G. Cuadri aportadas por Juan Luis Morosoli.

Artículo publicado en la revista "TRAZOS" de Minas, mes de abril-2013.

13/3/13

Atlántida de los "Años dorados" _ Artículo


ATLÁNTIDA  DE  LOS  “AÑOS  DORADOS”

Apuntes para completar una historia

Fue, tal vez, la mejor época de Atlántida como “estación de baños”. Los años en que los primeros hoteles: el Atlántida Hotel, de “los doctores” (1913); el Mercedes Hotel, de la calle 11 (1923); el Hotel Rex, en la playa Brava (1938); el Planeta Hotel (1937), con su anexo, el Golf Palace (1941), recibían un turismo nacional e internacional de primer nivel.
  Pero es importante establecer que esos visitantes convivían con un entorno completamente natural y hasta salvaje, se podría decir. Al comienzo había muy pocas viviendas particulares. Unas -las más llamativas- estaban sobre la rambla de la playa Mansa; otras diseminadas en las primeras manzanas diagramadas desde el año 1911 en adelante. Se dice que la casa denominada El Chingolo fue la primera de las que se construyeron fuera de la rambla; era de la familia Percovich y estaba en la calle 1 esquina calle 10; esa casa fue demolida y se construyó una nueva en el mismo predio. 

                      (Casa "El Chingolo" de la flia. Percovich, primera construcción fuera de la rambla)
  Entrada la década del 30, lo que predominaba entre las calles que se habían abierto era el monte, monte espeso de pinos y eucaliptos. Muy poca gente vivía aquí todo el año. El auge de actividad se daba en los meses de verano. Era un turismo de hoteles, porque no había comenzado aún la costumbre de alquilar casas para vacacionar.
Para dar una idea de las características del entorno natural que se podía disfrutar en los primeros años, se puede mencionar que los alumnos de la Escuela Pública 146, que concurrían a la misma desde que fue fundada en 1941, tenían como patio de recreo un monte entero en el cual se perdían de la vista de su única maestra, que los llamaba con la campanilla cuando quería que entraran a clase. El primer edificio escolar fue una construcción de material con techo de paja, donado por Roger Balet, quien después también donó el actual construido en el mismo lugar, sobre la calle 14.

Todo era monte alrededor, o arenal blanco en los lugares donde no había árboles.
Ir de paseo desde “el centro” a la Piedra Lisa, era toda una aventura que podía llevar un día entero. En el trayecto había arenales, médanos, montecitos, anchos zanjones.

Ni qué decir que otra gran aventura que podía intentarse por los veraneantes de la época, era ir hacia El Águila (1948); pasando por “la Bajada Vieja” -con cruce de cañadas incluido- y llegando a las “barrancas del chocolate”, como le llamaban a las barrancas estratificadas que rodeaban y protegían a la construcción que Natalio Michelizzi había mandado hacer en el jardín de la casa llamada El Barranco (1942), la que era apenas una “casa de campo” para el empresario italiano.
Al comienzo había muy pocas calles trazadas. La calle 11 era –sin duda- la más transitada por ser la continuación, en ese entonces, del llamado “Camino de la playa”, que era aquel por donde se venía desde Pando, pasando por la estación de ferrocarril, o sea la ruta 11. 
¿Nunca se han preguntado por qué la calle 11 conservó ese número, estando ubicada entre la calle 1 y la calle 3? Pues bien, la calle 11 (denominada después “Dr. Alfredo Crisci”), que primero fue de arena y pinocha apisonada y después de tosca, era como la arteria central por donde fluía la vida del naciente balneario.
Al llegar a la esquina con la calle 22 estaba el Mercedes Hotel (todavía quedan restos del edificio original), fundado por Gabriel Liberatti en el año 1923. 


Y este hotel pagaba un servicio de riego de dos o tres cuadras sobre la calle 11, con una carreta tirada por bueyes que llevaba encima un tanque con regadores. Esto para que los señores ingleses y alemanes, que eran pasajeros del hotel y se sentaban en la anchísima vereda del mismo, con sus trajes elegantes, pudieran disfrutar tranquilos del aire marítimo sin verse importunados por la arena o el polvo que hacían volar los vehículos de todo tipo que pasaban por allí.
Muchas veces se veían vestimentas de golfistas, ya que uno de los pasatiempos preferidos de los turistas extranjeros era la de jugar al golf, en la cancha de dieciocho hoyos ubicada en los terrenos que ahora ocupan –en parte- la colonia de vacaciones de AGADU y el barrio City Golf.
Algunos testigos de esa época cuentan que Atlántida parecía una sucursal del Imperio Británico. Puede ser una exageración, pero en todo caso esto nos sirve para aquilatar el nivel de visitantes que tenía esta zona. Aclaremos que esos no eran turistas que venían de Europa a veranear aquí –salvo excepciones-, eran gente que en ese entonces regenteaba las empresas extranjeras que tenían enormes inversiones en el país, entre las que se podían mencionar: el ferrocarril, bancos, agua corriente, gas, teléfonos, tranvías, frigoríficos, textiles, minería, etc.
También sobre la calle 11 estaban: el Hotelito Extremadura, una especie de pensión que también era provisión y servía comidas, en la esquina con la avenida Circunvalación; más adelante el Almacén de Manducho (López), que vendía absolutamente de todo, tipo pulpería de campaña, ubicado en un zanjón donde ahora está La Petrolera. Y más allá, sobre la misma calle 11, estaba el Almacén de Sánchez que repartía a domicilio y vendía muchos productos importados, tenía por delante un gran monte de pinos, lugar donde están hoy el edificio Portofino y la plaza Artigas.
Volviendo al Mercedes Hotel, tenía enfrente una plaza de juegos para niños con una fuente en el medio. Al lado de ese predio -por la calle 22-, vivía Guillén, el propietario de “El Látigo”, primer vehículo de transporte de pasajeros entre Atlántida y Montevideo, pasando por Pando, ya que la ruta Interbalnearia no existía. Frente a la casa de Guillén estaba -y está aún- una de las casas de la familia Molinari.  

Hasta mediados de la década del 30, las primeras familias de la calle 22 y los turistas del Mercedes bajaban a la playa por esta calle y luego por un caminito dentro del monte, de por lo menos dos cuadras, que había que atravesar para llegar al agua. 
  Pero sucedió un día que parte de ese monte se cortó para construir el Planeta Hotel, que tuvo gran lujo en su decoración y mozos vestidos de marineros. Cuentan los memoriosos que en la bajada desde este hotel hacia la playa había jardines con hortensias y césped plantado y regado artificialmente, tarea de don Vicente Vizcaíno.
Varios años después apareció el anexo, llamado Golf Palace Hotel, con todos sus jardines, con laguitos, cascada y grandes canteros de hortensias puestas en terracitas, adornando un zanjón gigantesco. Más tarde surgió el casino, y una “boite” que funcionaba en el sitio llamado Las Cuevas (detrás y abajo del Casino).

En pocos meses, como de la nada, surgían estas construcciones. Conviene recordar, al respecto, que toda la fuerza de trabajo para la construcción y para los servicios provenía de la Estación Las Toscas (después llamada Estación Atlántida), población que llegó a ser muy próspera y tuvo siempre muchos más habitantes permanentes que la costa. Esta situación comenzó a revertirse lentamente después que el tren de pasajeros dejó de circular (1 de enero de 1988).

Como anécdota, recordemos que a partir de los años 40 había dos construcciones directamente en la playa, una llamada “El Hongo” y la otra un restaurante llamado “El Pacú”, que eran extensiones del Planeta, con el tiempo ambos fueron devorados por el mar. Eso, entre otras cosas, es prueba de todo lo que ha avanzado el agua, o dicho de otro modo, todo lo que se ha perdido de  arena de la playa desde aquellos tiempos hasta ahora.

¿Y los boteros? Había varios boteros que vigilaban a los nadadores que se iban mar adentro, uno de los más recordados fue Lindolfo de Armas. Y había carperos que brindaban sus servicios a los turistas de los distintos hoteles. Los vecinos de más edad recuerdan también las balsas que había dentro del agua, una de las cuales tenía un trampolín…
**
¿Cuánto duraron estos “años dorados”? Podría decirse que desde 1911 hasta fines de la década del 50. Después empezó un lento descenso en el flujo de visitantes de largo veraneo y mucho poder adquisitivo, (el Golf Palace Hotel -fusionado con el Planeta-, cerró definitivamente en 1958; el Atlántida Hotel, el más antiguo, se mantuvo abierto hasta el año 1960).
Esta decadencia turística parece coincidir con la extensión de la ruta Interbalnearia hacia el este y el consiguiente florecimiento de otros balnearios; con el cierre de fronteras de la Argentina de Perón; con la muerte de Michelizzi en 1953, etc.
Pero esto, en verdad,  puede ser tema para otras historias.
                                                                                                              
Wilson Mesa, febrero de 2013

(Balsa con trampolín en la Playa Mansa de Atlántida en 1935_ Foto de la Flia. Álvarez-Passeyro)

Fuentes de información _ Entrevistas a personas que son lúcidos referentes, llenos de memoria.

    Libro_“Atlántida Centenaria_Guía Turística, Histórica y Cultural”, de Arinda González Bo_Año 2011.

    Libro_“Atlántida _Historia, imágenes y personalidades, a cien años de su creación”“, de Federico 
                Bonsignore Caro_Año 2011.

    Libro_“Atlántida_ Una historia de 100 años en 100 fotos”, de Omar Porta y Mireya Bracc _Año 2011.
 
Artículo publicado en la revista del CCIFA (Centro Comercial, Industrial y Fomento de Atlántida)_marzo/2013

UN HOMBRE EN LA COMUNIDAD: EL LEGADO DE JORGE CASARETTO

  Cine  Atlántida - Inaugurado en 1955     UN HOMBRE EN LA COMUNIDAD: EL LEGADO DE JORGE CASARETTO                                         ...