24/10/10

GUITARRA _ Poema



GUITARRA
..........................................................................................................................................................A todos los cantores populares

...................................................................................................................de mi tierra.

Tienes como el alma

de todos nosotros

guardada en la madera

de tus entrañas

guitarra.



Allí yace el sonido

y la materia intangible

de las canciones.

Cuando las manos te recorren

y tu boca se abre

alucinada

sorprendida se abre

de poder contener

tanta belleza

guitarra.



Ya no quiero que cese tu latido

de música

y admiro al guitarrero

que te tiene en los brazos

y con sus sabias manos

te desentraña.



Nada suena mejor

que una guitarra

bien tocada.



En la noche con estrellas

mientras todo descansa

entre el cielo y la tierra

y sólo tú te levantas

sólo tú te levantas -guitarra-

sólo tú te levantas y alguien canta

la música viajera

que nos viene del tiempo

anterior a las palabras

que viene en la madera

del árbol

y en el corazón

del guitarrero.



Nada hay más silencioso


que una guitarra

callada.



Canta -guitarrero- canta


afinando el cordaje

con el diapasón del alma.

Y que para siempre suene la guitarra

para siempre dulce

para siempre alada

suene

la guitarra.


............................................................**.......................... Wilson Mesa


Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay)

Si quieres escuchar el poema en la voz de la actriz Lota Moncada click aquí :
http://queridavida.podomatic.com

21/10/10

He Andado _ Poema



He andado

He lanzado mis redes en el mar de la ausencia
y he surcado las aguas del amor y la pena.

He perseguido lunas en el confín del agua
y contado en el cielo del sur a las estrellas.

He dejado fragmentos de memoria en las calles
rastreando en las esquinas las ausencias fatales.

He perdido mis brújulas desperdigando sueños
para luego encontrarlos guardados en el viento.

He andado la distancia de los pies al cabello
de una mujer desnuda al borde del ensueño.

He transitado muchos caminos de la Historia
buscando los atajos que activen la memoria.

He reunido mis mapas y ordenado mis rutas
sabedor que en el tiempo las flaquezas abundan.

He plasmado entusiasmos en poemas sintéticos
con la vana ilusión de desmitificar los miedos.

He honrado a mi padre y a mi madre
como corresponde a la bíblica frase.

Y estoy aquí -de pie- asido a la esperanza
aún creyendo en el amor y en la palabra.


**
..........................................................Wilson Mesa


Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay)

Ilustración _ pintura "Caminante...", óleo de Luisa Sutton (argentina)

11/10/10

EL VIEJO MARINO _ Cuento



EL VIEJO MARINO


La mar es hembra
para los pescadores
y los poetas…..

La relación del muchacho con el Viejo empezó aquel día de setiembre, en el que la luz estaba colgada del horizonte y la brisa que venía del mar era muy limpia y delgada.
El Viejo permanecía largas horas sentado allí, sin hablar, sin fumar, sin moverse. Formaba una sola masa plástica con el agua, con las últimas luces de la tarde y con sus aparejos vacíos.
La mirada parecía rastrear en el poniente alguna visión lejana.

El muchacho lo observaba a la distancia, sin atreverse a romper su mutismo.

Se fue metiendo de a poco en el silencio, hecho de paz y oleaje, del pescador.
Era éste un hombrón enjuto que empinaba el torso hacia adelante y cuyo rostro parecía un espigón rocoso, con la nariz ganchuda y la piel salitrosa, curtida de soles marineros.

Entre ellos soltó amarras la amistad y aprovechó los vientos de la primavera; esos perezosos vientos que sembraban gaviotas en la arena rizada y doblaban apenas las copas de los pinos.

El Viejo era hondo como un pozo de agua. Había nacido en un pueblo español del que no tenía recuerdos. Había cortado caña en La Habana y Puerto Rico. Había andado por los mares en pesqueros y mercantes; y conocido muchos hombres y lugares. Sabía de los vientos y de las estrellas.

El muchacho buscaba en los ojos desleídos del hombre las señales de tanta vida, pero se equivocaba, pues no era allí que estaban.
Veían, a veces, a los otros pescadores -los que salían mar afuera porque tenían bote con motor- embarcarse aprovechando el buen tiempo y la marea.
“Una vez tuve una barca, ¿sabes?”, decía el Viejo, con su voz de intenso color marinero, “era buena aquella barca, muchacho...”.
Y se perdía tras esta evocación, surcando en su memoria vaya a saber qué aguas de nostalgia.

El hombre vivía en un cobertizo hecho de bloques al borde de la barranca.
En el interior del refugio se veían avíos de pesca por todos lados y mandíbulas de tiburón colgadas del techo. Un acre olor de soledad se acunaba en el aire estancado. Afuera, una red y una atarraya tendidas sobre palos, se impregnaban de soles y ponían música al viento.
El pescador las remendaba siempre, aunque ya hacía tiempo que estaban sin usar.

**

Una noche fueron los dos a pescar con farol. Pudieron sacar decenas de “bichos”, sin embargo, el Viejo sólo sacó para comer al día siguiente.
“Déle, hombre, déle, ¿no ve que hay muchos?”, lo azuzaba el muchacho, con el impaciente deseo de ver los peces destilando una luz húmeda e incierta, cuando los sacaba fuera del agua.
El otro lo miró con un brillo raro en los ojos. Y le dijo con su hablar castizo :
“¿Te animas a comer todos los que saque?”.
“Yo....no….pero puede vender algunos, ¿no le parece?”.
“Es que ya no quiero vender lo que no es mío”, contestó el viejo pescador de luces.
El muchacho comprendió que el hombre aquel tenía un cariño enorme por los tesoros del agua; y era sin darse cuenta que lo tenía.

En el verano dormía de día y vivía de noche, porque la gente amontonada en la playa le causaba pavor. Era como quedarse sin territorio y sin horizonte. Además, fuera de allí el Viejo parecía un hombre al garete.

Cuando lo acompañó el muchacho a cobrar su pensión, tres cuadras más arriba de la rambla, no le gustó verlo; caminaba encorvado, hundido en el aire, respirando trabajoso por el humo de los coches.
Vueltos ya de ese pequeño paseo el Viejo se detuvo, jadeante, sobre el barranco; apoyó una mano en el hombro del compañero y poniéndose la otra sobre el pecho, comentó :
“Esto es peor que nadar con la mar gruesa, ¡ coño !…”. Al mirar hacia el agua la cara se le tornó jubilosa, “mira, mira qué linda que está”, dijo, abriendo los brazos.
Parecía querer decirle a su compañero...“es tuya muchacho, tómala, te la ofrezco, es suave y cálida como una mujer soñada”.
“Pero no está viva”, pensaba el muchacho.
“¡Sí que está viva! ....y es interminable”, le respondía el amigo en aquella conversación secreta, con los ojos llenos de estrellas húmedas.

Alguna noche, el Viejo y el muchacho comieron juntos y tomaron vino a orillas del fueguito que encendían en el patio de la precaria vivienda.

“Te voy a hacer probar la corvina negra a las brasas, no es cualquiera que la sabe asar”, le decía el Viejo.
En realidad menos le importaba al muchacho el pescado asado que la noche, su compañía, el fuego y el mar; el mar allí abajo, revolviendo misterios.

**

Cierto día, bajando la escalera hacia la playa, vio un grupo numeroso de bañistas en la orilla...
“¡Se ahogó. El Viejo se ahogó. Vengan, vengan!”. Un niño pasó como una exhalación, rajando con su grito la mañana.
Ya lo traían del mar, chorreante. Había navegado por última vez con su gran cuerpo solitario.
El muchacho no intentó romper el corro de curiosos que se había formado a su alrededor.
Tal vez le parecieron rapaces las miradas que trataban de despojar al Viejo de su muerte marítima; de los motivos de su muerte; de cuanto guardó en el corazón, (porque ahora sí sabía que toda la vida del hombre estaba allí, en el corazón).
Tal vez se sintió muy solo en un mundo roto y triste cuando ya el mar tocaba a funerala.....
Y así fue que comenzó a escribir esos haikús, que aún se mantienen secretos y que siguen acunando las tempestades de su alma :
La muerte es una
destreza solitaria
como ninguna....


........................................................................................***...................................... Wilson Mesa

Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay).
Ilustración _ pintura "El viejo pescador" de Pablo Picasso.



Publicado en revista del CCIFA (marzo 2012). 

CARTA A LA MAESTRA _ Cuento


Carta a la maestra

La mujer se sentó ante la mesita de madera con cubierta de vidrio, encendió la lámpara que funcionaba al tacto, (un pequeño gusto que había podido darse con su magro sueldo), se colocó los lentes para ver de cerca y comenzó a leer una serie de trabajos que sacó de aquella cartera de cuero marrón que le había regalado su madre al recibirse y que todavía conservaba.
Fue marcando errores y poniendo calificaciones casi automáticamente hasta que de pronto se encontró con aquel texto escrito con letra de caracteres grandes y desparejos, letra de niño no muy diestro para dominar el lápiz.
Acostumbrada como estaba a reconocer la escritura de sus alumnos, supo enseguida de quién era aquella carta y supo, también, que no era un simple texto de clase.
   **

“Señorita maestra, usted nos puso que hablemos sobre nuestro padre y yo le quiero contar cómo es el mío, pero no quiero que vaya y se lo cuente a otros niños, porque sinó no la voy a querer más y mire que la quiero a usted, eh, mire que me paso horas y horas pensando en lo buena que es, mientras cuido la vaca y corto la leña para el otro día o traigo el agua de la canilla que está como a veinte cuadras de donde vivo yo.
¿Sabe una cosa?, el José que es un hermano mío que tengo, dice que soy un adulón porque saco buenas notas. Me gustaría que vos, maestra, le dijeras que eso es mentira, que lo que pasa es que yo aprendo porque vos me querés mucho y me explicás bien las cosas y a mí solo.

Me gusta quedarme después de la salida, aunque no tengo mucho tiempo y cuando llego tarde mi madre se cabrea.
Cuando pienso que algunos de los niños de la clase se van a la casa y no tienen nada que hacer, porque no tienen vaca, ni leña, ni nada, me da una tristeza mire, ¡qué desgracia tan grande es ser muy pobre!

Yo quisiera que la plata nos alcance al menos para comprar la comida y no tener que andar siempre amargado y hacerse viejo de renegar, como dice mi madre.
Porque yo creo que los padres de Anita, por ejemplo, no deben de renegar tanto, ¿no te parece, maestra?, uno de tanto oír pelearse se hace medio gallito y cuando ando nervioso, que vengo a la escuela así, me dan unas ganas de amasijar a alguno que ya te digo, y veo que ella no es así, nunca discute, ni pelea con nadie y con todos es buena. 
A veces a mí me convida con chocolates y, una vez que nunca me olvido, hasta me quiso dar la mitad de la merienda de ella, esa vez me pareció que era como una virgencita, con arito y todo la veía, señorita, se lo juro.
Yo la quiero mucho a Anita, ¿sabés, maestra?, a veces sueño que estamos juntos en algún lugar lindo, como el circo, ¡qué lindos son los circos!, a mí me gustaría ser domador de tigres y leones, y que ella, quiero decir Anita, fuera trapecista y entonces andábamos por esos mundos, bien lejos de aquí y no volver más, hasta que cuando volviéramos tendríamos mucha plata y la gente que antes nos conoció nos miraba pasar con unos ojos como bochones, ¿viste?
Entonces -decía- que nosotros actuábamos aquí y Anita hacía pruebas muy peligrosas y yo domaba el tigre más bravo y un animal de esos se escapaba de la jaula y se iba derechito a la gente, y entonces nosotros dos agarrábamos y sin armas ni nada encerrábamos al tigre y la gente sabés cómo, ¿no?

Lástima que estos sueños tan lindos me los cortan a patadas los hermanos míos que tengo, porque somos tres en la cama, que es chica. ¿Sabés una cosa, maestra?, cuando hace frío es lindo dormir amontonaditos, sobre todo si los otros se quedan quietos y no se agarran las cobijas para ellos solos. 
Lo peor es que cuando no tengo sueño las noches me parecen larguísimas, y además empiezo a sentir hambre, porque a veces tenemos para cenar nomás que mate y tortas fritas; dice mi madre que la leche que da la vaca hay que dejársela a los más chicos y tiene razón, ¿verdad? y también hay que vender unos litritos para comprar azúcar y yerba; así que cuando no duermo bien me viene el hambre y entonces no puedo soñar cosas lindas.

Una vez hasta soñé con usted, señorita, y no se enoje conmigo, eh. Las noches son muy largas, muy largas maestra, más de lo que la gente se piensa, y es muy feo pasarlas sin poderse dormir.
Para peor, después llega mi padre borracho y yo no quiero verle la cara que trae, a veces se cae al suelo y allí nomás se duerme toda la noche.
A mi madre le dice cosas feas, ¿vio?, y si ella no se le calla él le pega. Yo no creo que todos los hombres les peguen a las mujeres, el mundo no puede ser así, ¿no verdad?.

Mi madre tampoco se porta muy bien, te lo cuento a vos maestra, porque a alguien tengo que contárselo, si no me parece que voy a reventar; cuando piensa que estamos todos dormidos ella se va a ver a un hombre que vive cerca de casa y se acuesta con él que también le pega, porque viene con moretones en los brazos y en las piernas, pero me parece que le tira algunos pesos y por eso ella lo hace, digo yo.
Como ve mi vida es muy jodida, maestra ¿se puede decir jodida?, me consuelo pensando en gente como usted y como Anita.

El José me dice que le toque las piernas a Anita y de usted también dice unas cosas que no me animo a contarle, pero yo no le hago caso, porque para él ninguna mujer sirve para nada y a todas enseguida hay que manosearlas. 
Ahora que veo casi no escribí de mi padre, pero yo quería contarle todas estas cosas. 
De él qué voy a decir, creo que al final es bueno; cuando sale por ahí trae caramelos, pero no porque traiga caramelos es bueno, uno se da cuenta cuando una persona es buena y aunque no nos gane la comida todos los días igual es mi padre y yo lo tengo que querer, ¿no le parece maestra?.
Cuando está bien él no nos pega aunque se ríe poco y no es muy cariñoso con nosotros; mi madre tampoco es cariñosa, por eso a mí me gusta tanto como me trata usted, señorita.
Y ahora no la molesto más, vaya a dormir porque se estará cayendo de sueño de tanto corregir, sáquese los lentes y ponga la cabeza en la almohada que me imagino que tiene su mismo perfume, y si puede, sueñe un poquito conmigo, ¿sí?.
La besa su alumno, que la quiere mucho, Carlos”.

.......................................***.....................Wilson Mesa

Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay)Ilustración _ Cuadro "Mujer leyendo" de Pieter Janssen (holandés)

Este artículo fue publicado en la revista del CCIFA, Atlántida _ Enero 2013.

10/10/10

EL VIAJE __ cuento


El viaje

A las doce de la noche salió el ómnibus de la Terminal; sordamente roncó por la ciudad escasamente iluminada y triste, porque estábamos en tiempos de restricciones en el consumo de energía eléctrica y, además, había como una neblina tenue que no se decidía a ser llovizna.
Al tomar la ruta nacional, en las afueras de Montevideo, el vehículo gigantesco se desplegó igual que un bandoneón arrebatado; y como dice un amigo mío “puso la cuarta automática”, ignorando el hecho de que estos monstruos del transporte tienen más velocidades que cuando se inventó la frase en cuestión.


***

Llegamos a su apartamento; abrió la puerta; descorrió las cortinas; levantó las persianas.
¿Su apartamento? Bueno, de alguien era aquel lugar y por lo cálido merecía ser de ella. Mientras afuera arreciaba la tormenta nos sentamos frente a frente, mirando la lluvia sobre el río, que no estaba a más de una cuadra de distancia por lo que pude ver.
Que un hombre gris y más bien triste, como lo era yo, encontrara una mujer como aquella, a la que no había visto nunca antes -y que sin embargo parecía conocer de siempre- me ponía muy confuso y eufórico a la vez. La tarde muy lluviosa fue propicia para el amor.
Y que en la noche ella y yo cenamos juntos escuchando a Beethoven, eso lo podría jurar.

***

Comenzamos a viajar rumbo al noroeste; el ómnibus iba con todos los asientos ocupados por pasajeros desconocidos para mí. El hombre sentado a mi lado era gordo y revoltoso. No parecía hallar comodidad en su espacio. Me fijé especialmente en las manos que movía incesantemente, tenía los dedos cortos y gruesos que abundaban de vello muy negro. Sin embargo pude apreciar enseguida que el gordo era muy cordial; de esas personas que aunque no lo conozcan a uno siempre quieren entablar conversación.
Para entrar en confianza me ofreció un chicle que acepté -pese a que no me gustan y prefiero las pastillas de menta- porque era una cuestión de cortesía. Nos presentamos. Supe, entre otras cosas, que el pobre sufría de hipertensión arterial, de presión, bah; aunque dicho así nunca se sabe si es alta o baja la presión.
Se apresuró a aclararme que estaba medicado y que, además, se tragaba un diente de ajo en ayunas todos los días. Esto último explicaba el tufillo que tenía en el aliento; pese al chicle, pensé. 

                                                   *** 

Alicia encendió su mirada para mí e hicimos el amor a la luz de esa mirada. Me acuerdo que en un momento pensé en la suerte que yo tenía. Era como el ideal de mujer que siempre esperamos en nuestra vida y que a veces nos llega. El mío había llegado y me quería. ¿Cuántas veces me lo dijo durante esa única noche del encuentro?. No lo sé. Pero igual, porque hay cosas que se sienten y basta, eso es lo que pienso. ¿Hablaba Alicia en realidad?. Puedo decir que sí. Pero sus palabras eran como irreales, como que las veía más que escucharlas, y a la vez eran muy nítidas; como era nítido su cuerpo, sus ojos, sus piernas, ay, sus piernas.....


***

Mi compañero preguntó a qué hora me parecía que podríamos llegar a Paysandú. Le contesté que de madrugada seguramente. Después incliné el respaldo de mi asiento y -a falta de algo mejor para hacer- me coloqué los auriculares del celular y me dispuse a dormitar. Raramente dormía en los viajes, prefería escuchar música y observar a mi alrededor dejando vagar la mente. Pero esta vez era distinto, porque era de noche y porque, además, no había entre los viajeros más cercanos ni una mujer digna de mirar un poco. Por aquí una adolescente de lentes negros y aspecto de vivir en un limbo particular; por allá una cincuentona de piernas gruesas y diente de oro, que revolvía su bolso furiosamente. Observé que tenía un agujero en una de las medias.

***

Alicia comenzó a sacarse las medias al borde de la cama; yo la miraba incrédulo; sus palabras vinieron hacia mí y las recibí, sin atreverme mucho a entenderlas; la luz indirecta de una lámpara de pie, desde un ángulo de la habitación, mostraba la piel firme y morena encendida de auspicioso deseo. Mis ojos debían estar exageradamente abiertos porque ella hizo un comentario tranquilizador, que me devolvió la confianza y me emparejó con ella en los juegos del placer….


***

Antes de dormirme tiré el chicle por la ventanilla. Tuve ganas de dejarla abierta, pero a mi espalda ya comenzaba la protesta, porque el vientecillo frío rompía el efecto del aire acondicionado. Mi compañero estaba tranquilo ahora, pero las poderosas mandíbulas no se daban descanso, masticaba su chicle con la boca abierta y ruido de rumiante. Pese a los auriculares y a la música igual me llegaba aquel sonido desagradable. Subí el volumen y traté de que la Novena de Beethoven me invadiera y aislara, hasta sacarme de allí. Lo logré en cierto modo y más tarde en la noche el sonido se fue apagando, porque el masticador había entrado en el espacio de los sueños antes que yo……



***

Alicia peinó su cabello para mí una vez más, sentada al borde de la cama. Ninguno de los dos pensaba en el tiempo que estaba pasando irremediable porque, curiosamente, el tiempo no existía. Estábamos allí para vernos y tocarnos sin apuro, sin palabras, sin presencias externas. Después del amor yo la ayudaba a peinarse y le miraba la espalda desnuda, el vello de la nuca, los pechos insolentes desafiando al espejo. La música llenaba los espacios de su silencio mágico y apagaba el sonido de la lluvia que seguía acompañándonos.
Vi que Alicia tenía en el dedo anular de la mano izquierda un hermoso anillo de plata con una piedra verde muy brillante, como si fuera de jade pulido; le propuse cambiarlo momentáneamente por el mío, de Maestro.
Dijo que sí. Y entonces se lo puse; pero el suyo no entraba en ninguno de mis dedos y nos reímos mucho. “Ahora soy maestra”, dijo.“¿Y yo?”, pregunté....,“¿y yo?”, “¿y yo?”.....

***

Me despertó el gordo, diciendo: “¡Mire cómo llueve, compañero!”.
“Ya veo”, dije; creo que de mal modo. Enderecé el asiento y miré para todos lados buscando el rostro desaparecido de Alicia; después me levanté y busqué por el pasillo del ómnibus, asiento por asiento.
Me miraban como si fuera un loco, pero no me importaba. Lo que yo quería era encontrarla. Ya desesperado fui hasta el fondo del ómnibus y abrí la puerta del baño para mirar dentro. Tampoco estaba allí. ¿Qué había sucedido? Hacía un instante, tan sólo, estábamos abrazados en la cama; ella tenía los ojos brillantes de ternura y el alma se le aparecía en la mirada con una mezcla de pudor y osadía a la vez….


***

Como el gordo me miraba atónito, tal vez pensando que yo estaba algo alterado debido al largo viaje bajo la lluvia, opté por sentarme y quedarme lo más quieto que pude para que no me hablara ni me preguntara nada.
Largo tiempo estuve mirando el amanecer por la ventanilla; amanecer líquido y amarillento. Apenas di señales de vida mi compañero me confesó que se había pasado todo el viaje soñando con su esposa. En ese momento algo se despertó en mi cerebro, una lucecita de suspicacia que me hundió más en la inquietud. Pero no me animé a preguntarle cómo se llamaba ella.
“Menos mal que todavía sueña con su mujer”, le dije, queriendo ser gracioso, pero sintiéndome como quien toca algo pegajoso y extraño.
Cuando bajamos en la Terminal de Paysandú el gordo, mi compañero de viaje, tenía quien lo esperaba. Una mujer muy joven, cubierta con impermeable y sosteniendo un gran paraguas negro, lo saludaba desde lejos con la mano libre.
“¡Alicia, Alicia!”, gritaba el hombre, mientras avanzaba -lo más rápido que le permitían sus cortas piernas- hacia ella.
Yo lo seguí como un tonto, sin saber por qué. Llevaba mi mochila a la espalda y ya estábamos fuera de los andenes techados, por lo que nos caía la lluvia directamente.
Ellos se dieron un profundo beso, durante el cual hube de esperar mirando para otro lado, mientras el paraguas que ella desatendía me chorreaba en los zapatos.
El marido se dio vuelta y me señaló:
“Mirá, Alicia, este muchacho es maestro, y viene a trabajar en la escuela de los nenes”.
La mujer me miró con curiosidad por un instante, sonriendo, mientras se apretaba contra el hombre que había pasado a sostener el paraguas negro.
“¡Ah, qué bien!”, y me tendió la mano, en la que tenía un anillo de plata con una curiosa piedra verde; “mucho gusto de conocerlo, Maestro”, dijo.

...............................................***............. Wilson Mesa

Reg. en AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay)
(Foto de Internet)

UN HOMBRE EN LA COMUNIDAD: EL LEGADO DE JORGE CASARETTO

  Cine  Atlántida - Inaugurado en 1955     UN HOMBRE EN LA COMUNIDAD: EL LEGADO DE JORGE CASARETTO                                         ...